Vida de un indígena
**Gran persona humana
**Pobre vivió. Pobre murió
ESCALERAS: Celedonio Macuistle Tecpile fue una gran persona. Indígena en la montaña negra de Zongolica, nació y vivió en Astacinga y desde donde suele mirarse Puebla. Encarnó la profecía bíblica: Pobres naces. Pobres vives. Pobre mueres.
Vivía con su familia en una casita con piso de tierra y techo de lámina. Y paredes con tablas. Y en el patio trasero una modesta y sencilla llavecita por donde a veces salía el agua.
Luis Velázquez
Enfrente estaba la escuela primaria, pero la escuela únicamente servía en temporadas para su hijo mayor, Noel, y a quien sacaba del salón de clases para convertirlo en una mano de obra más en el corte del café, los cítricos y la caña de azúcar, y en donde era migrante anual.
PASAMANOS: Hasta donde se recuerda si se recuerda bien, toda su vida anduvo vestido con una ropita sencilla y modesta.
Siempre con huaraches. Y siempre cargando un morralito con par de muditas que tenía cuando se iba al corte tres, cuatro, cinco ocasiones, cada año.
Tiempo aquel cuando, por ejemplo, en el corte del café en la ruta de Coscomatepec a Huatusco, los jornaleros vivían en una galera gigantesca en una hacienda donde el latifundista tenía, además, un tendajón donde vendía de todo.
Y fiado a los jornaleros y a quienes cada sábado descontaba la deuda de los honorarios cubiertos.
CORREDORES: En el patio de la casa sembraban verduras. Sobre todo, chícharos y rabanitos.
Y los rabanitos y los chícharos eran la dieta alimenticia básica.
Chícharos en el desayuno. Chícharos en la comida. Chícharos en la cena.
La esposa, Rosita Acáhuatl, solía lavar la ropa en el río. Y dos veces a la semana se iba con la maleta cargando a la espalda.
Y en las noches, la que se pudiera, a planchar robando la luz porque en casa se iluminaban con veladoras y un candil.
BALCONES: Celedonio tenía un héroe civil. Era el profesor y periodista don Alfonso Valencia Ríos, a quien escuchaba cada mañana en su comentario radiofónico en la XEU.
Era puntual don Alfonso en el momento estelar de su intervención. Era puntual Celedonio prendiendo su radio portátil.
Y, bueno, su héroe caló tanto en sus neuronas y corazón que una mañana, antes, mucho antes del amanecer, Celedonio salió de Astacinga camino a la ciudad jarocha para conocer en persona a Valencia Ríos.
PASILLOS: Lo esperó a la entrada. Y el vigilante se lo anunció.
Entonces, Celedonio se presentó con una risa a don Alfonso y le contó su viaje de Zongolica únicamente para conocerlo porque todos los días lo escuchaba.
Después del noticiero, don Alfonso le invitó un cafecito en La Parroquia de la avenida Independencia y Celedonio le platicó su historia.
Luego regresó a Astacinga, dichoso y feliz de haber conocido y platicado con su Superman.
Celedonio regresó al anonimato de su vida como un sencillo cortador de café, cítricos y caña de azúcar.
VENTANAS: Noel, su hijo mayor, se echó el morralito al hombro y primero migró a Orizaba donde laboró de aprendiz de albañil. Luego partió a la Ciudad de México como albañil. Y hasta donde se sabe, la familia le perdió el rastro.
Una hija llegó al viejo Distrito Federal con una amiga y pudo acomodarse, incluso, hasta para estudiar.
Otra hija casó y, parece, vive en Zongolica.
En Astacinga nadie de la familia quedó a vivir luego de la muerte de los padres.
La historia resumida con su destino de la mayoría poblacional indígena de Veracruz.