En nombre de Dios
I (Muchos pecados mortales y veniales cometidos)
Muchos, demasiados pecados mortales y veniales se han cometido “en nombre de Dios”.
El último, quizá, fue por Donald Trump asegurando que “tengo a Dios de mi lado” porque lo salvó de morir en el ¿atentado? en un mitin.
Claro, años anteriores Dios nunca se manifestó cuando Trump intento sabotear la toma de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos.
Luis Velázquez
Pero, bueno, Dios (y con mayúscula), el Ser Superior, Yahvé, Jehová, etecé, etecé, sirve para todo.
Incluso, hasta Francisco Franco, el dictador de España, y Augusto Pinochet, el dictador de Chile, también aseguraban tener a Dios de su lado.
El relajo lo inició, hasta donde se sabe si se sabe bien, Calígula, el emperador romano, cuando revelara al mundo su estado sicológico diciendo que “hay días cuando me siento dios”.
Muchos años después, el escritor Ignacio Ramírez, El Nigromante, aseguró que “Dios no existe” y fue cuando pronunciara discurso estelar como miembro de la Academia de San Carlos en la ciudad de México.
Tiempo cuando en Rusia, el escritor más famoso de la historia, antes y después, León Tolstói dijera que “si Dios no existe, entonces yo soy Dios”.
Todos los emperadores romanos, de igual modo como todos los políticos encumbrados en el mundo, se han creído dioses.
Mesiánicos.
Enviados por un Ser Superior para alucinar a los mortales.
En nombre de Dios, el dictador de Uganda, Idi Amin, advertía a las mujeres de su reino africano: “Me amas o te mato”.
Y las mataba… si rechazaban sus caricias en el tálamo prohibido.
Quizá el poeta Amado Nervo elevó a la categoría universal a Dios.
El creador del universo.
El nombre de Dios también fue utilizado por Hernán Cortés para conquistar a los caciques y a los indígenas del país.
Incluso, en nombre de Dios, Cortés destruyó todas las estatuas y templos a los dioses paganos.
Y fue, ni más ni menos, en Cempoala, cuando le informara al Cacique Gordo.
Y el Cacique Gordo, temeros de su dios, exclamó: “Adelante. Pero haré de cuenta que lo hiciste… sin avisarme”.
En nombre de Dios, cada mañana en el campamento de la guerra de la Independencia, Miguel Hidalgo buscaba una Adelita para empiernarse en la madrugada fría.
Y en nombre de Dios, el curita José María Morelos sedujo a su trabadora doméstica, Brígida Almonte, y procrearon un hijo bautizado con el nombre de Juan Nepomuceno Almonte.
En nombre de Dios (claro, claro, claro), el curita Marcial Maciel violó a un número incalculable de niños seminaristas.
Y luego, perdonado por los Sumos Pontífices, Juan Pablo II y Benedicto XVI, en nombre de Dios lo enviaron a vivir el resto de sus días en un monasterio, y en donde, caray, “una mano negra” le solía llevar chamaquitos.
Y en nombre de Dios, todos se hacían peni… tentes.
Un día, una de sus amantes preguntó al filósofo José Vasconcelos Calderón si la necesitaba como mujer.
Y Vasconcelos fue lacónico: “Yo no te necesito. Sólo necesito a Dios”.
Luego, la amada amante se pegó un tiro en la sien en la iglesia de Notre Dame en París.
Desde luego, mucho se duda que Dios esté del lado de Trump, pero, bueno, cada político electrocutado alardea su verdad histórica.
II (El Dios de AMLO, el presidente)
Andrés Manuel López Obrador también ha necesitado a Dios.
Por ejemplo, desde “La mañanera” predicando varios mandamientos de la Ley de Dios, entre otros, Amaos los unos a los otros, no mentir, no robar, no matar y no desear a la mujer de tu prójimo ni de tu próximo.
En su carterita reveló en momento estelar que traía una estampita de Jesucristo y otra de la Morenita del Tepeyac para, entre otras cositas, ahuyentar al COVID y que, por cierto, ya volvió y tiene enfermo al presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
En la toma de posesión, el panista Vicente Fox Quesada escuchó misa en la Basílica y en la ceremonia una hija le regaló el estandarte de la Virgen de Guadalupe creyéndose y sintiéndose el Miguel Hidalgo del siglo XXI.
Tiempo existió (se ignora si todavía) cuando los panistas encumbrados despedían a la audiencia en palacio con la siguiente profecía: “Ve con Dios”.
Y, bueno, aun cuando en los hoteles de Estados Unidos (y de todo tipo de estrellas) siempre hay una Biblia en la habitación está claro el mesianismo de Donald Trump.
Por un lado, diciendo que Dios lo salvó de morir en el ¿atentado?.
Y por el otro, anunciando “la deportación de indocumentados más grande de la historia y el cierre de la frontera y con lo que, digamos, nunca Dios estaría de acuerdo.