El día más explosivo.
Los vecinos detuvieron a un chico de 18 años de edad. Osvaldo Prieto Parra. Domiciliado en la colonia Alvaradito de Paso del Torro.
Manifiesto ladronzuelo.
Y sin más, lo agarraron a machetazos y lo mataron. (Notiver).
En otras ciudades de Veracruz, los vecinos, organizados en comités de vigilancia, han tenido ladrones y raterillos y asaltantes.

PASAMANOS: Uno, les asestan tremenda madriza.
Dos, los encueran.
Tres, los atan de manos y pies.
Cuatro, los amarran a un poste de luz o de teléfono.
Cinco, los colocan en el centro de la calle para el conocimiento de los peatones y conductores.
Y sexto, llaman a la policía para entregarlo.
Pero en ningún caso (como ahora en Medellín) los asesinan.
Y a machetazos.
Uno por uno.
Manos cercenadas.
Brazos cercenados.
Heridas en la cabeza.
Después, tiraron el cadáver en un lote baldío.
La población, harta, hartísima, fastidiada, encabritada… con tantos robos a las casas habitación.

CORREDORES: Primero, atroz, duro y rudo, antecedente.
De entrada, “justicia por mano propia” ante la manifiesta incapacidad de la autoridad estatal para garantizar la esencia básica del Estado de Derecho como es la vida y los bienes.
Fue el sábado 4 de mayo.
El padre de Osvaldo Prieto Parra identificó el cadáver de su hijo y quien a los 18 años vivía solo y solía dormir como las águilas, donde la noche le sorprendiera.

BALCONES: El caso más indicativo y significativa de justicia “por mano propia” sucedió en Soledad Atzompa, en la montaña negra de Zongolica.
Los vecinos de una comunidad detuvieron a seis secuestradores, se afirmó en el trascendido, de profesores de escuela primaria.
Y simplemente, los colgaron de unos árboles y lincharon.
Nunca, nadie, el góber obradorista intentó, vaya, hacer justicia.
Menos investigar los hechos, fuera “la tortilla a volteársele”.
Incluso, semanas después viajó a la cabecera municipal, nunca al poblado de la tragedia, custodiado por elementos policiacos en veinte patrullas y con par de helicópteros sobrevolando la sierra de Zongolica.
Las semanas y los meses y los años fueron caminando y el asunto quedó, y como siempre, en la impunidad.

PASILLOS: De seguro, y dado el antecedente, ningún vecino de Medellín de (Nicolás) Bravo será rastreado como el presunto instigador.
De ser así, caray, y en tiempo electoral, Medellín se sublevaría por completo.
Y nadie detendría el fuego de un infierno llamado Veracruz.
Igual, igualito, como se ha dado en otros pueblos de la nación.
Vaya, hasta arriesgando el posible triunfo electoral de los candidatos de MORENA el 2 de junio.

VENTANAS: Indicativo y significativo, y duro y rudo, cuando, por ejemplo, los vecinos se organizan para cubrir, intentar cubrir, el vacío de poder de la autoridad.
Y se integran con sus medios. Incluso, vaya, armados con palos y garrotes y uno que otro perrito buldog por ahí.
Alguno, quizá, con un rifle, una escopeta, una pistola de agua.
Antes, hacia el principio del sexenio, aparecieron en Veracruz guardias comunitarias.
La más intensa y volcánica en el sur del Estado cuando la esposa de un ganadero fue secuestrada, desaparecida y asesinada.
Pero la secretaría de Seguridad Pública la presionó hasta desintegrarse.
Ahora, vecinos con una causa común y colectiva y debido al hartazgo.
Como intitulara el poeta Javier Sicilia uno de sus libros: “¡Estamos hasta la madre!”.