Una república con millonarios explotadores y con pobres explotados.
Los chairos contra los fifíes.
Los malos gritoneando a Sheinbaum ayer en el aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México: “¡Fuera, fuera, fuera!”.
Los buenos revirando: “¡Presidenta, Presidenta!”.
Un México con padres e hijos conflictuados, distanciados, enfrentados, por la ideología de “estás conmigo (AMLO) o estás contra mí”.
Un país con hermanos peleados entre sí porque unos tienen a AMLO como santo laico, casi casi en el altar de la religión patria, y otros lo rechazan.
Una nación guadalupana donde los intelectuales, escritores, articulistas, columnistas, reporteros, medios, historiadores y opositores deben inmolarse en la mesa de los sacrificios por evidenciar y cuestionar a AMLO y a su familia y a su gabinete legal y ampliado.
Un territorio donde los Siervos de la Nación, también conocidos como Servidores, operan como las “Camisas Rojas” del tabasqueño Tomás Garrido Canabal, y se van con todo en contra de los críticos de Andrés Manuel López Obrador.
Una 4T purificándose como honestos, honestos, honestos, y calificando a los adversarios como pillos, ladrones, corruptos y corruptazos.
Una “purificación moral y honestidad valiente” para declararse (y reafirmarse) como ángeles de la pureza, mientras los otros (los priistas, los panistas y los perredistas) encarnan la más grande y espantosa corrupción de la historia.
Los morenacos, hijos de un dios. Los rojos, azules y amarrillos y socios y aliados y cómplices, hijos de Luzbel.
Una república donde desde “La mañanera” expropiaron el primer mandamiento de la ley de Dios (“Amaos los unos a los otros”) pero como pitorreo histriónico para lavarse las manos mientras con la mano derecha se despotrica contra los enemigos y adversarios.
El México más dividido que nunca en la historia, porque, por ejemplo, nunca actuaron ni reaccionaron así Benito Juárez García, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas del Río, tres de los cinco héroes (ajá) del político de Macuspana.

II (Con la espada desenvainada)
En montón de familias, la ruptura total y absoluta debido a la incompatibilidad ideológica.
Estás con AMLO o estás en contra.
Y, claro, los Siervos de la nación y los morenacos y los ancianos, madres solteras, ninis y campesinos sembrando árboles con la espada desenvainada para defenderlo.
Y AMLO, el presidente, el político más dichoso y feliz de “la república amorosa y humanística”, primero, porque está en el centro del amor y el resentimiento.
Segundo, porque se mantiene en “el ojo del huracán”.
Tercero, porque le permite liderar las candilejas y marquesinas.
Cuarto, porque se conserva a flote en la preferencia nacional.
Cinco, porque entre más fracturadas las familias (padres e hijo, tíos y primos, etecé), AMLO goza y disfruta.
Y es feliz.
Seis, porque por ósmosis retroalimenta a sus candidatos.
Siete, porque si Plutarco Elías Calles impuso a cuatro presidentes sucesores (Emilio Portes Gil, Abelardo L. Rodríguez, Pascual Ortiz Rubio y Lázaro Cárdenas del Río), AMLO está, estaría, a un pasito de reproducir la historia callista.
Ocho, porque con esa táctica divisoria ha impuesto a veintidós gobernadores.
Por un lado, sembrando la discordia cada mañana.
Y por el otro, manipulando el corazón ciudadano con la religión católica y apostólica.
Y por el otro, repartiendo centavitos bimensuales a la gente en la miseria, la pobreza y la jodidez.
Y por el otro, operando la elección del dos de junio.
Los ricos, unos pillos.
Los pobres, honestos “a prueba de bomba”.
Nada más productivo como sembrar la cizaña en un país con la más terrible y espantosa desigualdad económica y social, educativa y de salud y de seguridad y procuración de justicia.
Los pobres contra los ricos.
Casi casi Lenin y León Trotsky luchando contra los Zares, más de trescientos años de hegemonía económica y social en Rusia.

III (Político mesiánico)
“El santón que iba a romper el sistema político corrupto” (Anabel Hernández en “La historia secreta”) transfigurado en el político rencoroso ajustando cuentas con sus enemigos históricos.
El político predicando “abrazos y besitos”, azuzando a la población iracunda en contra de los pudientes.
Y de paso, destruyendo la unidad familiar.