Casado veintinueve veces y por la iglesia en todos los casos…
Padre de veintiocho hijos…
Perseguido por el ejército norteamericano y el ejército mexicano…
Con la fama de bandido y robavacas…
Gobernador de Chihuahua elegido sin que la buscara “y de sopetón”…
Tiempo cuando en un mes construyera cincuenta escuelas primarias…
Analfabeta hasta los catorce años cuando aprendiera a leer y escribir…
Después de emboscado y asesinado, Pancho Villa multiplicó su leyenda cuando de pronto, en la tumba se robaron su cráneo.

DOS. Siguió cabalgando…

Sepultado en una tumba modesta y sencilla de tierra y con una cruz con palitos, la versión de entonces fue que Álvaro Obregón pagó a sus escoltas para robarse el cráneo en la sepultura en Parral, Chihuahua.
Otra versión que un gringo la compró en venganza porque Villa invadió Columbus.
Otra que un museo de Estados Unidos la compró como reliquia.
El caso es que el cráneo de Villa nunca apareció.
Y su leyenda se agigantó de igual modo, digamos, como sucediera con Emilio Zapata, quien emboscado y asesinado por órdenes de Venustiano Carranza la versión en que muchos años después seguía cabalgando en las noches en las montañas de Morelos.

TRES. Justicia divina

La leyenda alcanzó la fama universal, además, por los siguientes hechos:
El soldado de Obregón que le cortara el cráneo al cuerpo de Villa murió de gangrena.
El general a cargo del operativo y que ordenara decapitarlo terminó enloquecido en un sanatorio siquiátrico.
Álvaro Obregón, reelecto presidente de la república, fue acribillado en el restaurante “La bombilla” en la Ciudad de México cuando presidía una comilitona y el mesero le había servido un plato de mole con pechuga y que tanto le gustaba y su cabeza cayó sobre el mole.
Incluso, la versión histórica de que Obregón fue asesinado por órdenes de su amigo y paisano entrañable, Plutarco Elías Calles, porque le estorbaba para el famoso Maximato y que permitiera a Calles imponer a cuatro sucesores, a saber, Emilio Porte Gil, Abelardo L. Rodríguez, Pascual Ortiz Rubio y Lázaro Cárdenas del Río.

CUATRO. Más justicia divina

Tiempos aquellos de la política duros y rudos y difíciles.
Por ejemplo: Venustiano Carranza ordenó asesinar a Emiliano Zapata.
Y a Carranza lo asesinaron por órdenes de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.
Obregón ordeno asesinar a Pancho Villa.
Y Obregón fue acribillado por órdenes de Calles.
Y Calles fue exiliado a Los Ángeles, Estados Unidos, por Lázaro Cárdenas.
Victoriano Huerta, quien intentó fusilar a Villa, murió de cirrosis hepática y depresión en el exilio.

CINCO. Robaba hasta los dientes de oro

Vida fascinante y maravillosa de Villa.
A su lado, el general Felipe Ángeles, el gran soldado de la revolución.
Rodolfo Fierro, el feroz villista que en una tarde, ebrio, bebiendo más licor, mató a 299 (doscientos noventa y nueve) “colorados”, soldados opositores.
Y su compadrito Tomás Urbina, su gran operador y quien, ni modo, fue ejecutado por Rodolfo Fierro porque solía robar sus joyas y hasta la dentadura de oro a los muertos.

SEIS. Luces y sombras

En la plataforma de streaming Star+ está (quizá desde hace ratito) la serie fílmica “Pancho Villa, el Centauro del Norte”.
Una gran lección de la historia. El hombre con sus luces y sombras.
Orillado a huir y refugiarse en las montañas de Chihuahua cuando a los nueve, diez años de edad, evitara el ultraje a su hermana menor cuando el hacendado la quiso violar y Villa le ganó el brinco, le quitó la pistola, le disparó y lo hirió.
Y su señora madre le aconsejó que de inmediato huyera.
El robavacas convertido en una leyenda mundial.
El único general por méritos ganados en batalla que invadió Estados Unidos y a pesar de que los gringos lanzaron feroz persecución en Chihuahua, nunca, jamás, lo encontraron porque la población toda lo blindaba.