Desdén de Cuitláhuac
**A indígenas...
**Y campesinos
UNO. Fregarse el lomo
La calidad de vida suele medirse y medirse bien si se considera la vida cotidiana de los indígenas, campesinos y obreros, por ejemplo.
La mayor parte, toda la vida fregándose el lomo en el surco y el taller.
Luis Velázquez
Y con frecuencia, desde antes de la salida del sol y hasta cuando la luna alumbra el surco y el camino.
Es más, laborando los sábados y los domingos mediodía, sin nunca, jamás, jamás, jamás, conocer un día de asueto.
Tampoco vacaciones, pues ni modo que el patroncito en el campo otorgue un periodo vacacional y pagado a los hombres del surco.
DOS. Tostándose al sol
Bastaría referir que diez de cada diez indígenas y campesinos, por ejemplo, nunca han tenido vacaciones.
Ni siquiera, vaya, en los días feriados. El colmo: tampoco en navidad y fin de año.
Quizá, apenas, apenitas, por ahí, cuando están enfermos y ni modo, primero está la salud… aunque se corra el riesgo de perder la chamba.
Toda la vida, todos los años, todas las semanas, el indígena y el campesino tostándose al sol en cada nuevo amanecer a cambio de un miserable jornal oscilante entre 80 y 90 pesos si bien les va.
TRES. Miserable jornal
Es decir, si trabajan los siete días de la semana (de lunes a domingo y con el mismo horario fletador y esclavizante), el pago semanal de unos 560 (quinientos sesenta) pesos a la semana.
Y en contraparte, bastaría referir que un frasquito con treinta pastillitas para controlar la presión arterial alta o baja cuesta mil veinticinco pesos.
Es decir, necesitan ahorrar dos semanas y sin gastar un solo centavo para comprar la medicina que alcanza para treinta días.
CUATRO. Clínicas jodidas
Peor, mucho peor, cuando indígenas ni campesinos tienen seguridad social. Ni IMSS ni tampoco Issste.
Tampoco, claro, el legítimo derecho a una Clínica de Salud y en donde por lo regular hay enfermeras, pero sin médicos y/o en todo caso, enfermera y médico pero sin medicinas.
Entonces, el millón de indígenas y los dos millones de campesinos del Estado de Veracruz padeciendo el peor de los mundos.
Jodidos. Enfermos. Sin dinerito para la consulta médica y la compra de medicamentos. Y sin vacaciones.
CINCO. Desdén de Cuitláhuac
Indicativo y significativo el menosprecio y el desdén del góber obradorista, Cuitláhuac García, a los indígenas y campesinos.
En cinco años y seis meses en que ya andamos unas dos, tres ocasiones ha estado en alguna región étnica.
Una vez, en Soteapan, sur de Veracruz, cuando los indios tomaran la presa Yuriria exigiendo el cumplimiento de las promesas oficiales para construir servicios públicos.
Y otra vez en Soledad Atzompa, en la montaña negra de Zongolica, cuando los paisanos detuvieran, secuestraran y lincharan a seis secuestradores.
Hasta donde se recuerda si se recuerda bien, el valedrismo de Cuitláhuac por todos ellos.
Nunca más Cuitláhuac ha estado ni estará en el próximo semestre en las regiones rurales.
SEIS. “Tirado al piso” de AMLO
El único servilismo del góber salsero en el casi sexenio ha sido con AMLO, el presidente, para quedar bien.
AMLO, el jefazo del Poder Ejecutivo federal, lo impuso por Dedazo y es el único a quien Cuitláhuac debe lealtad.
Lealtad perruna.
Y de seguro, razones poderosas tiene Andrés Manuel López Obrador para tanta deferencia, primero, a Cuitláhuac, y segundo, para permitir y tolerar el desgobierno con que ha ejercido el poder.
Por eso aquella leyenda bíblica de que “por el bien de todos primero los pobres” fue en Veracruz la peor patraña y estafa social de que se tenga memoria.