Vaya, hay muchachos insaculados y que aceptaron pasar sentados unas doce horas en la mesa de votación vigilando un proceso limpio.
Pero… de acuerdo con los mismos chicos, la credencial de elector es un festín, entre otras cositas, para entrar a la disco.
Y al mismo tiempo, poco, bajo, limitado, reducido interés y curiosidad para acudir a las urnas el próximo dos de junio.

PASAMANOS: Ellos tienen su religión, evangelio y creencias, simpatías y preferencias.
Por ejemplo: A muchos ni siquiera les interesa la Biblia. Y menos, mucho menos como un libro de historias fantásticas.
Tampoco les interesa la historia nacional ni conocer la geografía a través de los libros más que caminando en el turismo llamado mochilero.
Más, mucho más les atrae el balompié como deporte con sus héroes futboleros que estar pendiente de la nueva (en el caso) presidenta de la república y del góber precioso de Veracruz.

CORREDORES: Platíquese con los chicos sobre la elección.
De entrada, ignoran la fecha. Segundo, desconocen el nombre de los candidatos. Pero al mismo tiempo, nada, absolutamente nada saben, digamos, de las propuestas concretas y específicas ofreciendo la creación y recreación de un país con mejores oportunidades para todos, entre ellos, para los muchachos.
De oídas han escuchado por ahí que andan en campaña.
Pero, caray, ignoran por completo los nombres de los candidatos a diputados locales y federales de su distrito.
Simplemente, les valen las campañas. Y más les valen los candidatos, mujeres y hombres.

BALCONES: Serán las grandes deficiencias de la educación cívica.
Será el desencanto familiar (transmitido a los hijos) de las tribus políticas en turno ejerciendo el poder y gobernando (ajá).
Será que en la escuela ningún profesor se ocupa del santo, digamos, como parte de la educación cívica y democrática.
Será que la autoridad ha sido incapaz de entrar en sus neuronas y corazones y círculos de interés.
Será que los candidatos han fallado en el operativo juvenil para despertar la curiosidad, vaya.
Y si los expertos aseguran, están ciertos, convencidos, de que los muchachos decidirán la tendencia del voto, muchas felicidades por la utopía.

PASILLOS: Tampoco los partidos políticos, tribus y operadores electorales parecieran tener prioridad en el voto juvenil.
Acaso bien pudieran estar ocupados en planear la rasurada a la población indígena, campesina y obrera y más allá de los programas sociales del obradorismo que, en teoría, tuvieran el sufragio asegurado por el dinerito bimensual a los campesinos sembrando árboles, a los viejitos y a los ni-nis, jóvenes que ni estudian ni trabajan.
Todo indica los partidos y los candidatos están dejando a la deriva el voto de los muchachos creyendo que con aparecer en la tele a cada rato basta y sobra.

VENTANAS: Bastaría referir que la mayoría de jóvenes (y de señoras y ancianos) cambian de canal cuando de pronto empieza el desfile televisivo de los candidatos bajando “el sol, la luna y las estrellas” como oferta social y económica, educativa y de salud y de seguridad y justicia.
Anuncios, spots, videos, insustanciales. Nada del feeling, por ejemplo, del anuncio maravilloso de la Coca-Cola. Y que en ningún momento estelar, ni por chiripa, impactan en las neuronas, el corazón y el hígado del espectador.