Por ejemplo: En la Conquista, hasta la cúpula eclesiástica era latifundista. Dueños de grandes, inmensas, propiedades rurales.
Bastaría referir que los jerarcas de la iglesia católica tenían hasta una enorme casa de empeño para esquilmar a los jodidos a cambio, incluso, de sus limitadas propiedades.
Vaya, hasta prestaban dinero a los jefes máximos de la Corona española.
Benito Juárez García, el presidente indito, separó el Estado de la cúpula religiosa, la iglesia, porque así lo plantearon algunos ministros de Estado.
Pero al mismo tiempo, caray, dejó intocables sus latifundios.
El primer acto de gobierno presidencial de Francisco I. Madero fue indemnizar a sus familiares del norte del país, y bien, por las haciendas expropiadas en la revolución.
Venustiano Carranza, Pancho Villa y Emiliano Zapata expropiaron haciendas a los latifundistas.
Pero en ningún momento para entregar la tierra a los indígenas y campesinos, si no, caray, hasta para obsequiarlas a las amantes, sus barbies.
Tampoco el presidente Lázaro Cárdenas del Río se metió con ellos.
Cierto, Cárdenas expropió el petróleo. Y también parte de los latifundios. Más aquella propiedad de extranjeros.
Hacia 1925, treinta y dos millones de hectáreas eran propiedades de extranjeros.
Entonces, el tres por ciento de las tierras del país eran propiedad de norteamericanos, ingleses y españoles.
Y el 96 por ciento de campesinos estaban sin tierras de acuerdo con el historiador Tuzi Medin en su libro clásico sobre “El ideario de Lázaro Cárdenas.
Luis Echeverría Álvarez cacareó mucho, demasiado, de forma excesiva, la expropiación de latifundios.
Pero desde luego, sin tocar las grandes propiedades de los políticos encumbrados en un cargo público.
Tantos años de ultraje social a los indígenas y campesinos los fueron zambullendo en la jodidez total y absoluta.
Y desde entonces a la fecha, nada, absolutamente nada indica, anuncia, garantiza que la vida pueda ser enaltecida para todos ellos.
Y antes como antes y ahora como ahora, “Los olvidados” (Luis Buñuel), “los condenados de la tierra” (Franz Fanon), “los precaristas” (Oscar Lewis), únicamente sirven para ganar en las urnas.
Y en cada proceso cívico cometer los más espantosos fraudes electorales.

II (Pobre naces. Pobre vives. Pobre mueres)
En las regiones indígenas y campesinos, pueblos casi casi desiertos. Solo habitados por niños, mujeres y ancianos enfermos, postrados en el catre y sobre el petate en el suelo.
Los padres, los jefes de familia, incluso los hijos mayores, como migrantes en las ciudades cercanas. En el interior del país. Y Estados Unidos.
Vaya, y con frecuencia, hasta la madre de familia migrante en el país del norte.
Cada vez menos tierras sembradas con los productos básicos.
Simple y sencillamente, han dejado de producir, mínimo, para el autoconsumo.
La mitad de la cosecha de maíz y frijol para el consumo familiar. Y la otra mitad para venderse en la temporada ruda y dura, adversa, turbulenta y huracanada de la economía y las emergencias.
Los indígenas y campesinos sobreviviendo, digamos, con la bequita bimensual de AMLO, el presidente, llamada “Campesinos sembrando árboles”.
La migración a EU, iniciada en la dictadura de Porfirio Díaz Mori, en el segundo tramo del siglo XIX, para participar como obreros rudos en la construcción del ferrocarril en la frontera sur de Estados Unidos, la única tablita de salvación para la economía familiar con las remesas.
Por eso, ahora cuando hay una nueva campaña presidencial y de gobernador en nueve estados del país, entre ellos, Veracruz, ninguna esperanza significan para los indígenas y campesinos.
Así cada candidato “se corte las venas y desgarre las vestiduras” por los hombres del campo.
Son demasiados, excesivos los años de miseria y pobreza para creer, sentir, percibir, que de un sexenio a otro, en verdad, en verdad, en verdad, mejoraría, mejorará, la vida económica, laboral, educativa, de salud, seguridad y justicia.
Y si por ahí existieran indígenas y campesinos y sus hijos esperanzados en la posibilidad, bienvenidos a la realidad.
La profecía bíblica con mucha fuerza social. Inapelable:
Pobre naces.
Pobre vives.
Pobres mueres.

POSDATITA: AMLO, el presidente, confesó que habla con Benito Juárez García.
Igual, igualito, digamos, que cuando Francisco I. Madero confesaba que en sesiones espiritistas hablaba con Juárez.
Incluso, según revelación de Madero, Juárez lo convenció de lanzarse como candidato presidencial ante Porfirio Díaz Mori, porque lo derrotaría.
Más todavía: según Madero, Juárez coordinó su campaña electoral.
Estadios superiores de la naturaleza humana que pocos, excepcionales, seres humanos (y políticos) suelen alcanzar.
¡Dios libre a todos de hablar con Adolf Hitler, José Stalin, Benito Mussolini, Francisco Franco, Augusto Pinochet, Rafael Leónidas Trujillo y Atila, por ejemplo!