Quizá, dice el historiador Frank A. Knapp jr., ningún otro presidente, antes ni después, respetó tanto la libertad de expresión como el xalapeño, un político que con su habilidad, experiencia, conocimiento y formación de la política y la naturaleza humana se adueñó de las neuronas y el corazón de Juárez.

PASAMANOS: Una filosofía política de Lerdo era que “la prensa se combate con la prensa”.
Es decir, nada ideal como una prensa desmintiendo a la otra. La oficial y/o oficialista contra la prensa opositora.
Lerdo tenía de su lado al “Diario Oficial”, y en el otro lado, estaban, entre otros medios, El Monitor, El Ahuizote y El Padre Cobos, y en donde por cierto publicaba Ireneo Paz, el abuelo de Octavio Paz Lozano, Nobel de Literatura.

CORREDORES: El trío de periódicos opositores estaba tan en contra de Lerdo que los tres respaldaron a Porfirio Díaz Mori como candidato frente a Lerdo cuando intentara reelegirse, incluso, cometiendo fraude, igual, igualito que Benito Juárez García.
Pero la prensa opositora ganó el brinco a la prensa lerdista y de acuerdo con los expertos, Lerdo, cierto, perdió la elección y hasta debió salir huyendo de Palacio Nacional al triunfo de Porfirio Díaz, debido a la rudeza y dureza de la prensa en su contra.

BALCONES: Incluso, la prensa opositora se metió hasta con su vida privada y nunca, jamás, Lerdo procedió en contra de ellos ni tampoco asestó un manotazo.
Lo hizo, cierto, hacia el final, cuando exiliara a un periodista, pero era demasiado tarde.
El daño político, social y moral de la prensa crítica estaba consumado y Porfirio Díaz se perfilaba como el inminente ganador para inaugurar un periodo presidencial de 34 (treinta y cuatro) años seguiditos, cuatro de los cuales compartidos con su compadrito.

PASILLOS: La prensa opositora agarró a Lerdo porque “le gustaba disfrutar (y con exceso) los placeres privados”.
En las tardes solía pasar “en un carruaje abierto por la avenida Bucareli, donde todo el mundo elegante podía ver que no dedicaba cada minuto del día a los asuntos de gabinete”.
Fumador empedernido gustaba de “llenar el aire con continuas espirales de humo” en el transcurso de noches completitas de placer con los suyos.
Y con los suyos, “con distracciones galantes perturbando la paz”.
Y debido a sus distracciones nocturnas solía levantarse todos los días hacia las once o doce del día.
Incluso, la prensa se pitorreaba de él asegurando que era “el gobierno de un hombre que se levantaba tarde”, usufructuando a plenitud el pinche poder a base de alcohol, mujeres prohibidas y sexo.
Un sibarita, pues.

VENTANAS: Con cargo al erario, Lerdo organizaba comidas frecuentes con sus ministros y amigos en el restaurante el “Tivoli de San Cosme”, tan elegante y famoso en la época en la Ciudad de México que Vicente Riva Palacio, otro sibarita pero en París, aseguraba que “los mejores restaurantes franceses eran cien veces inferiores al Tivolí”.
Fue el presidente de México que más brindis ofreció en Palacio Nacional y en los restaurantes “en razón a su inclinación por Baco y los placeres epicúreos” (entre ellos, claro, la búsqueda del poder político y el gozo sexual) escribe Frank A. Knapp junior.