Incluso, en lo que se llama la vida productiva. Digamos, de los cincuenta, cincuenta y cinco años.
Peor tantito, pues como quedó viudo, entonces, parte de la carga sustancial es de pecados mortales y veniales cometidos en contra de la esposa.
Los hijos, claro, también víctimas.
Y trata de purificarse. Saldrá el chamán si con el tiempo podrá salir del infierno en que se debate día y noche.

DOS. Vida crapulosa

Por ejemplo: Los años aquellos cuando el día de descanso laboral, el sábado, los agarraba, primero, para emborracharse con los amigos.
Después, la tarde encima para agarrar camino al prostíbulo.
Y en la noche y madrugada, clavarse con una trabajadora sexual.
Y llegar a casa en estado beodo, oloroso a sexo y alcohol y a jabón California, diciendo a la esposa que estaba muy cansado.
Y sin remordimientos, se tiraba en la cama a dormir hasta el mediodía del domingo para salir corriendo al trabajo en la tarde dominical.

TRES. “Cuando los hijos se van”

Nunca un sábado para la convivencia familiar.
Tampoco para salir a desayunar con la esposa y los hijos.
Y luego, pasar el resto del día con los hijos, por ejemplo, en el cine mirando una película infantil y comiendo palomitas con refresco de cola.
Después, a una comidita por ahí, aunque fuera en la fondita del mercado popular.
Así, cuando el vecino advirtió los hijos ya eran grandes y estudiaban el Bachillerato y tenían su grupo de amigos y únicamente les interesaba estar con ellos.
Lejos de mamá. Lejos del papá irresponsable.

CUATRO. Tarea incompleta

Cumplía, claro, con la despensa alimenticia y la despensa escolar y la despensa en ropita y zapatos y la despensa médica en caso de emergencias de salud.
Pero la tarea y el gran pendiente con los hijos y la esposa va mucho más allá.
También son horas de reunión familiar. Y recreativas.
Incluso, caray, estar pendiente de los hijos en la escuela para su aprovechamiento educativo y el mejor comportamiento.
Más todavía, un desarrollo humano que permita florecer las cualidades y los atributos de los hijos en buen camino.

CINCO. Coleccionó amantes

Peor, mucho peor, cuando quedó empantanado con una amante. Y otra. Y otra.
Algunas, mujeres posesivas y que de igual modo exigían y reclamaban un tiempo y un espacio digno.
Unas ocasiones pudo desafanarse pues otra, mil, dos mil años luz de distancia, era el compromiso recíproco.
Pero de igual manera, restando tiempo para la vida familiar.
Sobre todo, vivir pendiente de los hijos. Más, mucho más, cuando son niños. Ni se diga bebés.
La peor desgracia de la vida es un día despertar y darse cuenta que los hijos ya crecieron y están a punto de irse, por ejemplo, a otras ciudades a estudiar la universidad.
Y de pronto, se casan y se van…

SEIS. La cruz a cuestas…

El viejito de la séptima década vive atormentado por el pasado que fue.
Más cuando ha sopesado y calibrado y “medido el agua a los camotes” de que es demasiado tarde para pedir perdón.
En todo caso, para que el perdón le sea otorgado por los hijos luego del infierno vivido y padecido.
Y más porque la esposa, madre de los hijos, falleció cargando la cruz a cuestas en el camino al Gólgota lleno de espinas, cardos y abrojos.
Ahora, no hablar, la hora de pagar culpas.
En ningún momento ante el Ser Superior, sino ante los hijos y los nietos que ya andan por ahí…
“Yo cometí muchos, demasiados, excesivos errores” se dice.