público.
Los que ya estuvieron y desean volver.
Y los que están y sueñan con repetir.
Entre los que “ordeñaron la vaca y metieron la mano al cajón” y entre quienes lo están ordeñando.
El lema es universal: “Quítate… porque ya llegué.
“A ti ya te tocó y ahora me toca”.

DOS. Héroes vs antihéroes

La silla embrujada del palacio (y embrujada porque a todos marea, enloquece y hace levitar y mirar visiones y abrigar sueños febriles) pasando cada seis años de unas posaderas a otras.
Los que fueron mesiánicos y los que ahora son.
Los nuevos héroes de la patria contra los antihéroes del pasado.
“¡Corruptazos!” les llama AMLO, el presidente, y a cada ratito, digamos, “a tiro por viaje”.
De acuerdo con el viejito del barrio, nueve de cada diez habitantes de Veracruz así los miran y perciben.
Una lucha de castas políticas proclives a la autocracia y al autoritarismo y al abuso del poder.
Y como en el caso guinda y marrón, una diputada exhibiendo a otra diputada federal, Rosa María Hernández, con nepotismo y tráfico de influencias con sobrinos y hasta con la nuera.
Bien expresa el dicho popular:
“Para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo”.
Ta’gueno.
En el fondo, la lucha interna de las castas partidistas.
Mujer contra mujer y lo que significa en lenguaje cuenqueño, “pelear con doscientos hombres al mismo tiempo”.

TRES. Propietarios del erario

Nada puede suceder en Veracruz sin el consentimiento de las tribus guinda y marrón.
Ellos, los dueños del poder político.
Y del manejo operativo de las policías.
Y de las leyes a modo como, por ejemplo, la famosa y controvertida Ley Nahle del diputado local, Juan Javier Gómez Cazarín, mejor dicho, del jefe máximo, el góber salsero, huapanguero, danzonero, camaronero, chicharronero, bolichero y beisbolista.
La frivolidad en el más alto decibel de la vanidad soberbia.

CUATRO. Miseria y pobreza

Unas tribus políticas llegan y se van y otras entran y se van y el grueso de la población sigue igual o peor de jodida.
El desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos y la migración a Estados Unidos como única posibilidad para, quizá, quizá, quizá, enaltecer y dignificar la vida personal y familiar y colectiva.

CINCO. Realidad difícil, ruda y ruda

Tal es la realidad social y económica. Educativa y de salud. De seguridad y de justicia. Y desarrollo humano.
Y si por ahí una élite política construye, digamos, en seis años, el aula de una escuelita, un parquecito, una clínica de salud (sin médicos, enfermeras y medicinas), pavimenta el tramo de una callecita, introduce el drenaje en una colonia, etcétera, en todo caso, se trata de la obligación de cada gobernante.
El gran pendiente está en otros escenarios.
Uno, garantizar la seguridad y la certidumbre en la vida cotidiana.
Y dos, animar y reanimar la creación de empleos en las regiones indígenas, campesinas y obreras, suburbanas y urbanas, para mejorar la calidad de vida de las familias.

SEIS. Zapatos de payasitos en políticos

Pero les vale.
O no pueden.
Los zapatos les quedaron demasiado grandes, casi casi de payasitos, para ejercer el poder y gobernar con sentido social.
Son tribus políticas obsesionadas con el poder patrimonialista para hacer negocios debajo de las cañerías y enriquecerse en menos de un sexenio.
Y, claro, favorecer a la familia, los compadritos, los amigos, los socios, los aliados y los cómplices.
Siempre ha acontecido así y seguirá, pues nada, absolutamente nada, anuncia el bello y hermoso día de la justicia social.