Otros, hechos pedacitos y tirados en bolsas negras a canales de aguas negras.
Otros, decapitados.
Otros, asesinados con saña, barbarie, alevosía, ventaja y premeditación.
Y por la espalda.
Y con tiro de gracia.
Más tres periodistas plagiados y desaparecidos… hasta la fecha.
Por eso, entre otros hechos y cositas, la ONG de periodistas, Artículo 19, subvencionó un documental sobre la vida y obra de un reportero.
Moisés Sánchez Cerezo, director general del periódico “La Unión”, con sede en Medellín.
Y en donde, además, y para garantizar el itacate y la torta en casa manejaba un taxi y tenía una tiendita de abarrotes.
Un tendajón, pues.
Secuestrado y desaparecido el dos de enero del año 2015, apareció sin vida veinte días después.
Tirado el cadáver a orilla de carretera.
Claro, a otros compañeros les fue peor.
Uno, por ejemplo, obligado a cavar su propia fosa y luego asesinado de un tiro en la sien.
Otro más, con su familia, asesinados una madrugada en casa.
Una reportera de la fuente policiaca, secuestrada en casa, desaparecida, asesinada y decapitada y arrojado el cadáver en una calle de Boca del Río, el cuerpo por un lado y la cabeza en otro.
Tres fotógrafos y una secretaria plagiados, desaparecidos, asesinados, destazados, metidos en bolsas negras y tirados en un canal de aguas fétidas.
El peor tiempo para el ejercicio reporteril y en el mundo, con todo y los países del otro extremo del planeta en guerra.
Una de las peores manchas de una tribu política en el poder para cuyo jefe máximo aquí, en Veracruz, “nada pasaba”.
Además de la incapacidad manifiesta, el desinterés, la apatía, la frivolidad.
Y el pitorreo.
La burla.
La mofa.
El documental de Moisés Sánchez Cerezo fue subvencionado por Artículo 19.
Dirigido por Yupi Segura y Marindia.
Con fotografía de Pedro Luque.
Y producido por Grey México y Oriental Films.
Un testimonio más de aquel Veracruz sórdido y siniestro.
En la mayor parte de los crímenes reporteros, fotógrafos, camarógrafos y editores, la impunidad total y absoluta.
Desde entonces.

II (Periodista íntegro)
Moisés Sánchez encarnó la doble, triple, vida laboral que suelen llevar la mayor parte de trabajadores de la información.
Uno, reportero. Dos, taxista para ganarse la vida. Y tres, una tiendita en su casa.
Por un lado, acariciando el sueño informativo y publicando un periódico con grandes, insólitos, esfuerzos, incluso, sacrificio familiar en materia económica.
Por el otro, chambeando de taxista en el día y en el pueblo, Medellín, para amarrar un ingreso diario.
Y el tendajón donde vendía de todo.
Además, leal consigo mismo y sin caer en tantas tantas tantas tentaciones que el oficio reporteril suele presentar, tantas, digamos, como el cántico de las sirenas a Ulises en el viaje a Itaca.
Incluso, con el periódico “La Unión” se volvió un periodista incómodo para los presidentes municipales.
Y para los caciques locales y regionales.
Nada enfurece tanto a los políticos aldeanos como un periodismo que publica las cosas y los hechos como son, sin maquillaje ni medias tintas, sin concesiones, sin cochupos, sin el tiradero de incienso a cambio del billete oficial y fácil.