Y el siguiente presidente de la república.
Y ni se diga por los diputados locales y federales y Senadores de la República.
Dos, porque un sexenio llega y se va y arriba otro a la silla embrujada del palacio y de cualquier forma ellos continúan en la miseria y la pobreza.

PASAMANOS: Los padres del tecleador, por ejemplo, eran campesinos.
Y los tíos. Y los abuelos.
Y hasta donde se recuerda, si se recuerda bien, nunca se formaron en la fila electoral para votar por un candidato a un cargo público.
Los hombres, por ejemplo, lo pasaban en el surco sembrando. Y las mujeres, en las cocinas, preparando el itacate para los suyos.
Antes, mucho antes, a la jornada cívica llamaban “fiesta popular”.
En realidad, puro rollo. El chorizo en el elevado nivel. “La tomadura de pelo”.
El tecleador lo confiesa: en su vida ha sufragado una o dos veces.
Se milita en el Partido Abstencionista.

CORREDORES: Nadie dudaría de algún operativo oficial por ahí para convocar a los indígenas y campesinos cobrando la bequita bimensual del obradorismo para que sufraguen el dos de junio.
Y quizá, quizá, quizá, alguna respuesta.
Pero al mismo tiempo, sin duda, acatando la advertencia de una amenaza que si se abstienen de votar entonces el dinerito bimensual les será cancelado.
Más, cuando llevarían unos cinco años y cuatro meses cobrando la lanita.
Pero de ahí a que votaran con entusiasmo y fervor cívico existe un millón, dos millones, tres millones de años luz de distancia.

BALCONES: En las regiones indígenas y la mayor parte campesinas, la leyenda bíblica es real y se cumple “al pie de la letra”.
Pobres nacen. Pobres viven. Pobres mueren.
Y de generación en generación.
Quizá uno que otro puede redimirse en el camino de espinas, cardos y abrojos al Gólgota.
Pero son casos aislados.
La única posibilidad de enaltecer la vida es salir huyendo de los pueblos en las montañas, primero, a la ciudad más cercana, y segundo, al interior de la república, y tercero, a Estados Unidos como migrantes.
Y, claro, soñando con la mejor suerte.
El terrible y espantoso riesgo de perderse en la nada, el limbo, el vacío social y económico.

PASILLOS: Los indígenas y los campesinos (también, claro, los obreros) son “carne de cañón”.
Lo fueron en “la dictadura perfecta” del priismo.
Y en los doce años del panismo en el Palacio Nacional.
Y ahora con el obradorismo.
Toda la vida, el dictamen oficial de que en seis años sacaron (ajá) de la miseria y la pobreza a equis número de millones de jodidos.
Pero únicamente en el papelito oficial. Y sin mayor trascendencia.
Basta y sobra con un periplo, incluso, turístico, más allá de social, para conocer las terribles, duras y rudas circunstancias de vida dominantes en las zonas indígenas y campesinas.

VENTANAS: Por ejemplo, el caso de los ancianos. Y de las mujeres toda la vida en la cocina y el lavadero en el río. Y dando a luz al mayor número de hijos.
En el tiempo eufórico guinda y marrón del salario mínimo, los indígenas percibiendo unos ochenta, noventa pesos diarios por jornal iniciado antes de la salida del sol y terminado cuando la luna alumbra el surco.
Ningún deseo, entonces, ninguna voluntad, ningún fervor cívico para votar en las urnas.
Ningún beneficio económico y social significa, ha significado, para todos ellos…