ha visitado y frecuentado.
El Museo de la Armada vigente cuando celebran su día.
Ahora, un nuevo museo. La casa ocupada por el presidente Benito Juárez García en la esquina de las calles Zamora y Lerdo comprada por el gobierno guinda y marrón de AMLO, el presidente.
Los albañiles están trabajando a mil por hora para convertirla en museo.
Sin duda, el nuevo museo será ampliado y complementado con la mazmorra del castillo de San Juan de Ulúa donde Juárez fue encarcelado con Melchor Ocampo por Antonio López de Santa Anna.
Y luego Santa Anna los exilió: Juárez a Cuba y Ocampo a Estados Unidos.
Todo porque miraba en Benito Juárez a un competidor presidencial, con todo y que en gira de Santa Anna en Oaxaca un niño de 12 años de edad, indígena, sin zapatos y vestido con ropita sencillita, Benito Juárez García, le sirvió cafecito en un banquete.
El Benito Juárez refugiado en Veracruz con el xalapeño, su amigo (y sucesor), Sebastián Lerdo de Tejada, con Maximiliano de Habsburgo en Palacio Nacional.
El Juárez que aquí expidió, con Melchor Ocampo, la ley del Registro Civil.
Y, bueno, si desde hace mucho tiempo Venustiano Carranza, también refugiado en el puerto de Veracruz, tiene su edificio monumental y faro, la justicia divina tardó mucho, demasiado, incluso, cinco años del obradorismo, en llegar para Juárez.
Ahora únicamente se desearía que, en verdad, en verdad, en verdad, la autoridad promoviera un gran programa turístico local y foráneo para jalar turismo a los museos.
De lo contrario se convertirían, como afirmaban en el rancho en el siglo pasado, en “elefantes blancos”.
Museos de primera línea y de grandes ligas que pocos, unos cuantos, visitan.
Más, y como en el caso, sin promoción alguna el turismo de jícama, horchata, picadas, gordas, tacos, tostadas y tamales y cafecito negro de olla llega solito y a dormir en el gran hotel de cinco estrellas, Camarena, en las playas de Veracruz y Boca del Río.