Digamos, propio de la naturaleza humana, cierto; pero al mismo tiempo, caray, si durante tantos años se han considerado iguales, entonces ninguna razón de peso y con peso hay para el don de mando.
Más cuando la realidad es inapelable: nada multiplica la amistad sólida durante años como el respeto a la libertad y a la dignidad humana.

DOS. Relación se va desgajando…

El día cuando una amiga se siente y cree superior a otra el grupo más compacto empieza a desmoronarse.
Lo dice el viejito del barrio, pero también lo escribió Morris West en su famosa novela, El arlequín: Los grandes imperios y emporios y las grandes amistades se destruyen por dentro. En ningún momento desde afuera.
Y por dentro cuando de pronto, ¡zas!, se atraviesan el egoísmo, la envidia, la codicia y la soberbia.
Un coctel cien por ciento explosivo y en donde las razones de la razón quedan apachurradas por las pasiones encendidas.

TRES. Y que le declaran la guerra…

La cizaña ha pegado tan duro que, por ejemplo, entre las amigas de la zumba hay una señora de la séptima década callada y silenciosa.
Ella nunca habla. Siempre permanece callada. Escucha. Nunca opina. Jamás levanta la voz contra una compañera, una amiga. Acaso de vez en vez por ahí sonríe y con una sonrisa tímida y titubeante vayan a mal interpretarla.
Entonces, alguien por ahí se encabritó con su silencio y que le declara la tercera guerra mundial.
Aquella señora prefirió retirarse y anotarse en otro grupo para, además, seguir con el desayunito, la manualidad y la tarde pastelera ahora cuando es viuda y sus tres hijos están casados y tienen hijos y cada uno vive a plenitud.

CUATRO. El jefe jefazazazo

El espíritu mandón suele darse en todos los niveles sociales.
Incluso, en una oficina únicamente hay dos empleados. Uno es el jefe. Y el otro, digamos, el subalterno.
El jefe se siente jefazazazo y suele dar órdenes autoritarias al compañero.
Y entre ambos, la vida un infierno.
Dos monigotes y peleándose entre sí y dispuesto el subalterno a tumbar al jefe para quedarse con la silla embrujada.
Y embrujada porque todas las sillas de los jefes con facultades de mando enloquecen y perturban las neuronas y la gente se vuelve como un capataz de hacienda porfirista.

CINCO. Manotazo de patrón

En otra oficina, un jefe, con cuatro subalternos, expidió la siguiente orden a través de la secretaria: “Todo lo que los empleados vengan a tratarme, sea lo que sea, de entrada es NO.
Y a partir de ahí, negociamos”.
Los cinco hombres de la oficina sienten que cada día están “atrapados y sin salida” en un costal de perros y gatos arañándose para vivir.
Digamos, una especie de ley del más fuerte.
Muchos subalternos han emboscado al jefe y quitado la vida.

SEIS. Luzbel sembró la cizaña

El grupo de mujeres amigas era una Comuna donde todas se ayudaban sin dudas, temores ni sospechas.
Pero Luzbel se les apareció y convenció a una que otra de comer la manzana y se llenaron de autoritarismo.
Algunas de ellas apuestan que antes de que el gallito bíblico cante tres veces bien sobrevendría la ruptura.
Incluso, la fisura empezó con la señora de la séptima década quien ya migró del grupo.
Se hacen entre ellas una trepanación para extirpar la soberbia y la codicia de sus vidas o de lo contrario, solitas se expulsarán de su propio paraíso terrenal.