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Viernes 22 marzo, 2024

Estragos del COVID

**Tristeza y estrés
**Grandes preocupaciones

UNO. Secuelas del COVID

Fue dura, ruda y canija la pandemia del COVID. Entre otras cositas y hechos, miles de personas desempleadas en México y el mundo.
Por ejemplo, únicamente en el Estado de Veracruz siete mil empleos de acuerdo con la estadística de la secretaría de Trabajo y Previsión Social

Luis Velázquez

y el Seguro Social.
Lo peor: varios meses y años después, la autoridad estatal, incompetente, ineficiente e ineficaz para recuperar cuando menos, digamos, la mitad.
Pero mucho más terribles los estragos posteriores y que ahora se viven y padecen.
Entre otros, uno, el estrés. Dos, las preocupaciones. Y tres, la tristeza.
Lo dijo el cantante español, Alejandro Sáenz: “Estoy triste y cansado”.

DOS. Perdido control de la vida

El dictamen apocalíptico es del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Cinco de cada diez personas en el planeta reconocen vivir sin el control de su propia vida.
Una vida, pues, sin sentido.
Perdida la brújula que orienta y reorienta los pasos día y noche.
Actuando quizá la mayoría como un robot.
Y en el tiempo de los robots.
Los robots, incluso, proliferando en las fuentes industriales y relevando al obrero.
Los robots, vaya, que ya perciben y sienten y vibran con emociones humanas.
Caray, en una película norteamericana, mujeres robots llenas de deseos, pasiones y amores descarriladas.
Dispuestas a matar para quedar con el galán.

TRES. Un país feliz, ajá

En contraparte (octava maravilla del mundo, ajá), el INEGI festinando, a tono con el Edén obradorista, que somos un país, una nación, “una república amorosa y humanística”, dichosa y feliz.
A gusto con la elite guinda y marrón gobernante.
En realidad (y nadie ha desmentido a la ONU), el saldo negro del COVID son la tristeza, el estrés (y que ya de por sí) y la preocupación.
Y la preocupación en el día con día para garantizar el itacate, la torta y la despensa en casa para los niños, los padres ancianos y la esposa.
Nada ya de aquella frasecita memorable, citable y bíblica de que “en donde comen dos… comen tres y hasta cuatro”.

CUATRO. ¡Vaya democracia!

Vaya paradoja y lo que, caray, la ONU bien pudo resbalar.
De acuerdo con ellos, nueve de cada diez personas siguen creyendo “y a prueba de bomba” en la democracia. (La Jornada, 14 de marzo, 24)
“Ta’gueno”. Pero mucho se duda.
Una cosita es la democracia, digamos, electoral, incluida una elección de Estado y a la que tanto acostumbró el PRI a la nación.
Y otra cosita, mil, dos mil, tres años luz de distancia la democracia económica (un salario digno y con las prestaciones de ley) para todos.

CINCO. Un pueblo insatisfecho

La democracia social, una vida digna y libre para la población.
La democracia educativa, una mejor, mucho mejor calidad pedagógica en los salones de clases.
La democracia en materia de salud, caray, Clínicas Rurales sin Médicos y sin Enfermeras y sin Medicinas.
La democracia en seguridad pública, vivir sin sobresaltos en cada nuevo amanecer y anochecer.
Y la democracia en justicia social, pronta, rápida y expedita.
Queda pendiente la democracia en el desarrollo humano y en donde, sin excepción, México está cien por ciento reprobado.
Simplemente, un pueblo insatisfecho con la vida que tiene y lleva.
En el fondo del infierno, la terrible y espantosa desigualdad económica, social, educativa, de salud, seguridad y justicia.
Y como repite el viejito del barrio como sonsonete, la única enfermedad (social) que ha durado más de cien, doscientos, trescientos, cuatrocientos años, etcétera, son los enfermos padeciendo el viacrucis al Gólgota.


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