Como mantas bordadas de hilos de creencias y rituales, la vida y la muerte tejen nuestra infinidad.

Diferentes perspectivas se desprenderán de esta gran manta y envolverán nuestras mentes en redes llenas de significados. En este enredo también nos encontraremos con un choque ético y moral, un choque donde tendremos que definir el balance entre dejar partir y aferrarnos como un nudo en la tela que nos recuerda la fragilidad de la vida.

La muerte, en su misteriosa inquietud nos habla de lo momentáneos que somos en este viaje, de nuestro adiós y su tristeza, pero de nuestra eternidad y su recuerdo. La muerte nos invita a disfrutar lo que somos y lo que fuimos, a darle un significado a cada momento, cada mirada o sonrisa compartida. Nos orilla a abrazar a aquellos que nos hilan a ser parte de sus vidas, aquellos que nos contemplaron en sus almas. Creo firmemente en el tejido de la existencia, donde ambas se entrelazan como llamas eternas encontrando el destello que las fusiona. La incerteza, aquella que nos desafía a enfrentar los matices de nuestra existencia y de los altibajos de la misma. Es la conexión que nos obliga a mirar al temor con valentía y a la melancolía con amor.

Y sí, es un hecho que ambos son procesos biológicos; todos los estudios alrededor de dichos conceptos nos han hecho comprender de cierta manera los mecanismos de la vida y la muerte. Además, la ciencia nos ha encaminado a cuestionarnos nuestro envejecimiento, la longevidad e incluso las amenazas hacia nuestra existencia. Si bien la ciencia de la vida y la muerte está fundamentada es inevitable no depender del temor que existe dentro de ellas. La pregunta sobre la naturaleza de la vida se plantea de manera espontánea, independientemente de las creencias religiosas, pues se acepta que ningún ser puede haberse creado a sí mismo, lo que implica la existencia de alguna divinidad.

Aquellos que no tienen creencias religiosas se apoyan en conceptos relacionados con la casualidad, estos manifestándose a través de teorías como la evolución, explicando el origen y desarrollo de la vida como resultado de procesos naturales y sin intervención divina directa. Hay quienes sostienen que Dios creó el universo y lo dejó a su suerte, permitiendo a los seres humanos determinar su destino final de manera libre y autónoma.

Habrá quienes nos hablarán de la reencarnación, donde las almas renacen una y otra vez; otros nos hablarán de la vida y la muerte, recordándonos que nuestras acciones buscarán respuesta a nuestro eterno descanso; ocasiones en las que la muerte encontrará latidos pendientes para resonar en los corazones de aquellos que nos amaron.

A todo esto le llamo el universo de nuestra existencia.