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Lunes 26 febrero, 2024

Servicio social, una estafa

**En las universidades
**Los agarran de IBM...

UNO. Servicio social en universidades

El servicio social de las universidades, institutos, tecnológicos y politécnicos como requisito para titular a los estudiantes del último semestre significa una estafa.
Claro, hay excepciones... excepcionales.
Unas casas de educación superior suelen firmar convenios con empresas y negocios para el dichoso servicio social.

Luis Velázquez

Pero únicamente para lucirse.
Y en realidad, una patraña.
Por ejemplo, y en términos generales, los chicos llegan solos a tocar la puerta de tales empresas y si les va bien, los reciben.
Y/o en todo caso, el policía de guardia (quien ya tiene instrucciones) les dice que se conecten por Internet al correo electrónico del negocio.

DOS. La burla total…

En unos casos, la persona encargada, digamos, de los Becarios (otra burla) les despepena la tarea a realizar.
Entre otras, las siguientes:
Archivar los expedientes y oficios del día.
Entregar oficios a los jefes y en otros pisos.
Hacer café.
Ir por los tacos y las tortas al mediodía cuando las tripas están chillando.
Contestar el teléfono.
Estar sentado esperando alguna ocurrencia del jefe y/o la jefecita.

TRES. Estudiantes como un florero

Varios meses después, cumplidas el número de horas fijadas para el servicio social, la empresa les extiende un oficio dando cuenta de su puntualidad, disciplina, eficacia y eficiencia, ajá.
Y, claro, librada la batalla pueden titularse.
Simplemente, los chicos del servicio social como un florero.
Un adorno en la oficina. Caray, hasta vistos como personas incómodas que solo quitan el tiempo.
¡Ah!, y prohibido cabildear para un posible contrato, una plaza laboral, una oportunidad de trabajo.
“¡Aquí no es mesón. Sigan pa’lante!”.

CUATRO. Mundo de usurpaciones

Una vacilada total y absoluta:
La universidad hace como que se ocupa (y preocupa) del servicio social, digamos, como una especie de formación profesional, laboral y humana.
La empresa hace como que cumple.
Y el chico hace como que cumplió su servicio.
Claro, claro, claro, hay excepciones… excepcionales.
Pero son pocas.
Como dice el viejito del barrio, “se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos”.
Por eso, quizá, en una película, el actor Leonardo D’Caprio se pone a ver filmes sobre médicos operando y se vuelve médico.
Y filmes sobre ingenieros y se hace ingeniero.
El pitorreo, desde luego.

CINCO. Hora de reflexionar, quizá…

Quizá es la hora de que los teóricos y pragmáticos del servicio social miren alrededor y acometan otras estrategias para enaltecer la voluntad universitaria de los estudiantes.
En todo caso, necesita reinventarse con el objetivo superior de dignificar la formación académica.
Y al mismo tiempo, abrir espacios laborales dada la feroz competencia entre los millones de egresados.
Hay, por ejemplo (y en ningún momento se exagera) ingenieros metidos de taxistas porque de pronto, ¡zas!, quedaron desempleados.
Y con esposa e hijos.
Y la obligación insoslayable de llevar el dinerito a casa para la despensa y la compra de ropita y zapatos y las emergencias y que nunca faltan.

SEIS. La vida es dura y ruda

Basta escuchar las historias de los chicos del último semestre tocando puertas en las empresas, fábricas, negocios, comercios y oficinas públicas.
Y que otra cosita, mil, dos mil, tres mil años luz de distancia es solicitar una oportunidad laboral.
La hora cuando los muchachos advierten que vivir resulta muy difícil.
Se recuerda, por ejemplo, cuando una egresada de la Facultad de Comunicación de la Universidad Veracruzana, Susana Guadalupe Solís Esquinca, pronunció el discurso de despedida con la siguiente frase bíblica: “¡Suerte para todos!”.


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