Razones para vivir
**Siempre una brújula
**Anodina existencia
UNO. Razones para vivir
En el desván el siquiatra, y en el secreto de la confesión el sacerdote, quizá los amantes en la madrugada a “la hora del reposo del tigre”, suelen preguntarse las razones por las cuales se vive y viven.
Luis Velázquez
Y más allá de que “cada profe tiene su librito” y cada persona su verdad, verdad histórica, quizá Albert Camus (1913/1960), Nobel de Literatura, es uno de los pocos, excepcionales escritores que más se ocupó del asuntito.
El asuntito que tanto suele desvelar a la mayoría de ciudadanos cuando de pronto se topan con que la vida va caminando sin tener una brújula para guiar los pasos firmes.
DOS. La Patria de Uno Mismo
Camus siempre escribía sobre un trío de puntitos claves.
El primero, “dar un sentido trascendente a la anodina existencia” que suele llevarse.
El segundo, “soñar con una patria verdadera” donde la patria sea uno mismo y los suyos.
Y tercero, con un sentido en la vida, razón de estar y ser y actuar y reaccionar, “construir la dignidad humana que la realidad niega”.
Su libro de cuentos, “El exilio y el reino” se ocupa con intensidad volcánica de los tres objetivos.
TRES. Infancia en la miseria
El punto de partida de Camus fue, entre otras razones de peso y con peso, lo siguiente:
A: La atroz, dura y ruda miseria y pobreza en que viviera en la infancia, la adolescencia y la juventud.
Su padre, fallecido en la guerra cuando Albert tenía dos años de edad.
Su madre, analfabeta, y quien se ganaba la vida como trabajadora doméstica de casa en casa.
La abuela, una abuela dura, muy dura, en el trato cotidiano con su hija y el par de nietos, uno de ellos, Albert.
B: Vivían en un edificio ultra contra súper jodido con un solo baño para la comunidad dispersa en cinco pisos.
C: Todos los días, el niño Albert de los seis años pa’delante tenía como carga laboral acarrear en una cubeta el agua y subirla cinco pisos y cuidadito y perdía el equilibrio porque la abuela enfurecía.
CUATRO. Paraíso terrenal
Entonces, y en medio de tantos niños pobres y en la miseria, el paraíso terrenal de Camus era con los amigos zambullirse en el mar, jugar pelota en la playa, construir palacios de arena, tocar la guitarra y cantar.
Para su fortuna, en la escuela primaria un maestro lo privilegió al detectar su inteligencia natural.
CINCO. Un Nobel para el maestro
Y el profe le prestaba libros. Y platicaban sobre el contenido.
Al egresar de la primaria, el profe aquel le consiguió una beca para estudiar la secundaria.
Y lo fue llevando de la mano educativa, cultural y social.
Pláticas cien por ciento productivas donde el niño fue aprendiendo el sentido de la vida.
Por eso, cuando Camus gana el Premio Nobel de Literatura se lo dedica a su maestro querido de la infancia.
SEIS. El ideal soñado
De acuerdo con el Nobel se ha de platicar consigo mismo para descubrir y redescubrir lo que más desea como objetivo de vida.
Y, claro, si es necesario, platicar, digamos, con los padres, acaso con un profesor, quizá en el desván.
Y una vez definida la prioridad, como escribiera Walt Whitman, “no dejar que termine el día sin haber crecido un poco” siguiendo y persiguiendo con tesón y fuerza de voluntad el ideal soñado.
Lo más importante, nunca aflojar, rendirse, doblegarse, arrodillarse.
Planes a corto, mediano y largo plazo para alcanzarse en tiempo y forma.
Y la disciplina es básica para continuar soñando en cada nuevo amanecer.