Los malos entraron a Veracruz por el norte. En los límites de Tampico, Tamaulipas, y Tampico Alto, Veracruz, en el puente, abandonaron doce cadáveres.
Luego, rafaguearon (y por vez primera en la nación) un autobús de pasajeros en la ruta de Tantoyuca a Pánuco.
Un bebé murió en los brazos de su señora madre.
Después, y como siempre ha ocurrido en otras entidades federativas, los carteles caminaron hacia el interior y ahora florecen a plenitud en los doscientos doce municipios.
Incluso, y en unas demarcaciones, allí donde están bien comunicados con varios caminos de salida a diferentes puntos, con casas de seguridad.
En muchos pueblos y cabeceras municipales resulta notorio el uso de motocicletas y que, bueno, ellos pusieron de moda. El vehículo más fácil para salir huyendo después de un crimen. Incluso, en ciudades y en medio del tránsito y el tráfico y el embotellamiento.
Desde entonces, sexenio de Javier Duarte, Veracruz vive en el infierno. Un infierno llamado Veracruz como en el tiempo memorable y citable de “La Sonora Matancera”, los carteles de aquella fecha.
Los policías municipales y estatales enfrentando a los malandros. Fuego cruzado entre las partes. Balas perdidas por ahí. Civiles sacrificados. Incluso, niños.
Además, claro, del terror. Cabezas decapitadas y abandonadas en la pista de un antro y sobre una mesa.
Cadáveres colgando de puentes. Cadáveres flotando en ríos y lagunas. Cadáveres tirados a orilla de carreteras y caminos. Cadáveres arrojados a pozos de agua dados de baja.
La policía, ni modo, enviada al infierno.
Los 23 elementos y custodios del orden perdieron la vida en las balaceras y, todo indica, en ajustes de cuentas.
Veracruz, dice la fundación “Causa en común”, entre los primeros seis lugares nacionales.
Otra presea para el Estado jarocho.
23 polis de la 4T y la purificación moral y la honestidad valiente sacrificados este año.

II (La fama pública)
Fama pública de que los carteles están mejor armados que policías.
Fama pública que los malos tienen armas poderosas. Incluso, para tirar helicópteros.
Fama pública de que son un ejército, digamos, mayor que las corporaciones policiacas.
Fama pública de que por aquí un jefe narco pierde la vida hay varios listos para el relevo.
Fama pública de que los malos suelen cooptar a jefes policiacos y policías y hasta funcionarios públicos.
Fama pública, promovida por el góber obradorista de Veracruz, de la existencia de narco presidentes municipales.
Incluso, narco síndicos.
Narco regidores.
Fama pública de que en muchos pueblos imponen a los comandantes de policías.
El jugoso negocio de los tres puertos marítimos de Coatzacoalcos, Veracruz y Tuxpan para la carga y descarga de droga.
El jugoso negocio de la autopista de sur a norte del país.
Y de las pistas clandestinas.
Y del consumo de droga en la población.
Fama pública de que los carteles y cartelitos se reparten el jugoso territorio jarocho.
Entonces, la lucha de los policías y de la Fuerza Civil y de la Guardia Nacional, y de los soldados y los marinos, se multiplica y recrudece.
Y por eso, entre otros hechos y circunstancias, los 23 policías ejecutados este año.
Un Veracruz sórdido y siniestro.
Valdría recordar que al inicio del sexenio el góber obradorista juró y perjuró, primero, pacificar Veracruz en dos años.
Y está claro que nunca pudo.
Además, también alardeó que no permitiría más ajustes de cuentas entre los malos.
Y puro bla, bla, bla.
Un desdoro el asesinato de 23 policías, entre otros hechos, además de los crímenes de la población civil.
Entre ellos, exalcaldes y exediles y diputados locales y dirigentes partidistas en la lista negra de las ejecuciones.
Además del secuestro y desaparición de familiares de políticos en activo.
La vida en Veracruz, a orilla del precipicio. Quizá, rodando ladera abajo. Como en un alud.