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Escenarios
Sábado 25 noviembre, 2023

Una vida difícil

**Sus padres lo abandonaron
**Zopilotes se lo tragaron

UNO. La vida difícil de un chico

Nunca, todo indica, el joven Miguel “N” tuvo una razón (y poderosa) para vivir. En la niñez, la adolescencia y la juventud (cuando falleciera en un viaje etílico) la soledad fue la única compañera en los días y noches.
La soledad de adentro.

Luis Velázquez

Su señora madre lo abandonó ante el machismo del padre.
El padre, lo dejó ahí nomás con los abuelos, pero sin nunca, jamás, sentir, el cariño y el afecto.
Además, desde antes del amanecer estaba en el surco en el rancho trabajando como jornalero. Y terminaba la faena diaria cuando la luna alumbraba el campo.

DOS. Sin compañeros, sin amigos

Y la soledad de afuera. Apenas, apenitas, estudió hasta el tercer año de primaria para ser enviado al campo.
Entonces, sin compañeros, sin amigos, sin primos ni tíos para extenderla la mano.
Dura la soledad exterior. Más dura y ruda la soledad interior.
Fue la soledad una constante y se recrudecía los fines de semana, sábados y domingos, con todo y pasar el sábado en el surco.
El domingo, más bien fue convertido en un día para dormir en la mañana, el mediodía, la tarde y la noche.

TRES. Vivía para adentro

La vida lo volvió retraído. Callado. Silencioso. Discreto.
Siempre acatando las órdenes superiores de los abuelos era una especie de autómata, un robot.
Nunca repelaba porque entonces el abuelo sonaba y resonaba el chirrión y terminaba golpeado, herido, lastimado.
Y por más ternura de la abuela con una vocecita dulce tenía conciencia de una actitud fingida para el cumplimiento pronto, rápido y bien de la petición solicitada.

CUATRO. Asiduo a los velorios

Era un muchacho sano. Hasta donde se recuerda si se recuerda bien, nunca enfermó. Jamás tirado en cama padeciendo un mal. Ni siquiera, vaya, un mejoralito para el dolor de cabeza. O un alimento revolcándole el estómago.
Vaya, era musculoso y garrudo. Lo sabía cuando, en ocasiones, en las noches solía acompañar en el velorio a los familiares de algún muertito en el pueblo.
Y en las madrugadas, entre las diversiones de la kermesse, jugaba pulseadas con otros asistentes y siempre ganaba.
Digamos, su mayor y única dicha y felicidad terminando en una borrachera… en nombre del muertito.

CINCO. Inconsciencia alcohólica

Luego de un velorio se topó con la muerte.
Hacia las siete, ocho de la mañana, se alejó de la casa donde velaban al difunto y se fue solo caminando en las veredas del rancho.
Y en estado etílico resbaló y cayó al suelo de panza a la mañana.
Y quedó dormido.
El sol apareció hacia las ocho y media de la mañana y se fue haciendo rudo y rudo en el transcurso de la mañana.
Y Miguel tirado durmiendo, digamos, en la inconsciencia alcohólica.
De panza al sol y sin ningún vecino caminando por aquella vereda los zopilotes empezaron a merodear en el cielo y cada vez se fueron acercando olfateando el cuerpo sin vida aparente.

SEIS. Los zopilotes se lo tragaron

Y en parvada le cayeron encima.
Las aves se tragaron sus ojos. De dos picotazos.
Luego, siguieron con el cuerpo hasta causar su muerte.
Después, satisfechas, volaron y se perdieron en la mañana salvaje con el sol incendiando la vida.
Varias horas después fue encontrado cuando un tío lo buscaba por órdenes de los abuelos a partir de su ausencia en la casa paterna la noche anterior.


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