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Escenarios
Viernes 24 noviembre, 2023

Mujer luchona

**La Mil Usos
**Dura y ruda la vida

UNO. Mujer luchona

La señora “N” es una mujer luchona. Divorciada, con par de hijos, con un (ex) marido irresponsable que nunca ha dado centavitos ni para comprar un vaso con leche y un pancito para los hijos, como en la canción de José José, “ha sido de todo y sin medida”.

Luis Velázquez

Por ejemplo: Chofer, primero, en un estacionamiento de autos. Luego, segundo, chofer en un estacionamiento de pipas.
Policía privada en un cuerpo de seguridad para plazas comerciales. Y con camisa y pantalón de policías y botas de policía, uniformada en el turno de noche, que le tocara.

DOS. Garnachas en Matamoros

En Matamoros, donde viviera un tiempo exiliada del pueblo, soñando con ingresar a Estados Unidos, comprando automóviles usados en la frontera norte de México y en la frontera sur del país vecino, los revendía en Tamaulipas.
Luego, y ante las circunstancias adversas para la venta de coches usados, una fonda donde lo único en venta eran picadas, gordas y garnachas al mejor estilo de Rinconada, en el municipio de Emiliano Zapata, su pueblo.

TRES. Debut en un circo

Por ahí alguna vez pasó el circo pueblerino y aldeano y se fue con ellos para vender palomitas en las funciones de la tarde y de la noche y cuando actuaban los payasos y las trapecistas.
Le pagaban un salario fijo y que, bueno, era significativo para enviar a sus hijos en el pueblo dejados con sus padres.
Satisfecha de aquella experiencia ambulante de andar de demarcación en demarcación se empleó de trabajadora doméstica.
De casa en casa. Un día a la semana por casa. Las amigas con el mismo oficio la recomendaban con sus patronas y las patronas con sus amigas.

CUATRO. Afanadora en baño femenino

Trabajos inestables y esporádicos todos, también fue afanadora de empresa privada en un colegio particular.
Le tocaba mantener limpios los baños, primero, de los alumnos, y luego de las estudiantes.
Y su experiencia fue terrible.
Por ejemplo, advirtió que las mujeres son más descuidadas en el aseo personal que los hombres.
Y cuando por ahí llegaba “Andrés”, el visitante mensual de las mujeres, el baño femenino en la escuela quedaba ultra contra súper cochino.
Y ni modo de quejarse con la dirección de la escuela para que las chicas fueran decentes, cuidadosas y limpiecitas.

CINCO. Ningún derecho a pensionarse

Los años fueron caminando y de pronto tomó conciencia de la edad de estar envejeciendo. Mejor dicho, la cabellera blanca y las arrugas en la cara y en el cuello y las manchas negras en los brazos le avisaron de la mayoría de edad.
Supo que los años se habían ido sin dejar una huella, un rastro, una pista, digamos, para pensionarse.
En ningún lado pudo crear la antigüedad para jubilarse.
En la mayoría de las chambas, sin el Seguro Social ni tampoco el Infonavit ni menos la posibilidad del legítimo derecho a una pensión.

SEIS. La vida es así…

Entonces, en el insomnio solía preguntarse dónde estaba Dios pues ella se sentía y creía muy abandonada por el Ser Superior.
En la lucha diaria por la vida nunca miró lejos. Y dejó pasar los años maravillosos en la friega. El itacate y la torta para el par de hijos. El pendiente quincenal de entregar la cuota a los padres para la manutención de los hijos.
Y, claro, los días adversos con enfermedades por ahí.
Vida dura y ruda. Pero ni hablar, como exclama un personaje literario de Carlos Fuentes Macías, “¡la vida es así y qué le vamos a hacer!”.


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