Vivir de la esperanza
**“El coronel” del Gabo
**Mantener la fe
UNO. Vivir de la esperanza
En la historia de la literatura en América Latina (y en la vida) “la víctima número uno de la esperanza” es el coronel Aureliano Buendía, retratado en la novela de Gabriel García Márquez, “El coronel no tiene quien le escriba”.
El hombre que muchos años sigue esperando el aviso de su pensión como militar.
Luis Velázquez
Y el cartero, quien llega al pueblo cada viernes en una lancha, nunca le entrega el oficio por escrito.
De cualquier manera, el hombre mantiene la fe y sigue creyendo, con la misma intensidad cuando luchó en el campo de batalla en treinta guerras, todas perdidas.
DOS. Salma en Chacaltianguis
La novela del Gabo fue filmada en Chacaltianguis, en la Cuenca del Papaloapan, varios años después de que en Tlacotalpan filmaran un cuento de García Márquez, “La viuda de Montiel” con la hija de Charles Chaplin, Geraldine, en papel estelar.
La película de “El coronel” tiene como protagonistas a Fernando Luján y Salma Hayek, quien interpreta a una daifa y es amante del hijo del coronel.
TRES. Una esperanza más
Aureliano Buendía tiene otra esperanza. Un gallito de pelea, convertido en el favorito del pueblo, desde hombres maduros y ancianos hasta niños.
Niños, incluso, que conociendo la pobreza del coronel llevan de comer al gallito.
En la espera de las fiestas del pueblo para el debut en el palenque del gallito, digamos, una especie del “Gallo de oro”, cuento de Juan Rulfo, llega un momento cuando el coronel lo desea vender a su compadre, el caciquito de la comarca, con el único objetivo para comer.
La esposa lo ha convencido. Pero a la hora estelar el coronel echa marcha atrás apostando a la esperanza.
CUATRO. Revolución en puerta
Otra esperanza late en las neuronas y el corazón y el hígado del coronel.
La posibilidad de que en el pueblo estalle la revolución en contra del orden establecido.
Y hasta se vuelve cómplice cuando en la peluquería suelen juntarse los rebeldes para programar el momento del estallido.
Pero lo que más impacta, avasalla, zarandea las neuronas es la fe y la esperanza inconmovible del coronel convencido de que tarde o temprano el aviso de la jubilación le llegará para recibir cada mes la pensión
CINCO. Esperar sentado…
Cada viernes, bien bañadito y rasuradito, y con el único traje a la mano y con su sombrero y paraguas legendario por si llueve en Chacaltianguis, suele llegar al embarcadero y esperar sentado mirando el horizonte para cuando aparezca la lancha a lo lejos.
En las facciones, el desencanto y la frustración.
Nada de creer en un Santo o en una Virgen. Tampoco en un Ser Superior. Su esperanza está en el buen gobierno para tener piedad y misericordia de su destino infausto luego de tantos “servicios a la patria”.
“La adversidad podría quitarme el triunfo, pero no la gloria” escribió Salvador Díaz Mirón en uno de sus poemas en el libro “Lascas”.
SEIS. Job, el paciente
Habrá lector recordando que por encima de Aureliano Buendía como un hombre “víctima de la esperanza” (Carlos Fuentes Macías) está Job, el paciente del relato bíblico.
El hombre a quien el Ser Superior enriquece con bienes materiales y luego se los va quitando para calibrar su fe.
Y a pesar de quedar sin nada, incluso, sin hijos, Job nunca reniega de Dios.
Cierto, pero mientras el caso del coronel es de esperanza, la historia de Job es de fe.
Una y otra, claro, van empalmadas. Pero son diferentes en su valor moral y social.