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Diario de un reportero
Sábado 11 noviembre, 2023

Los amigos

**Entre escritores
**Vidas generosas
**Gran patrimonio


DOMINGO
Único patrimonio humano



Mucha razón asiste al viejito del barrio. “Los amigos son el único patrimonio de los seres humanos”, suele exclamar.
Amigos, además del cariño y el afecto, respetados y admirados.
Amigos elegidos en el camino, incluso, sobre la ladera rodando en la pendiente.
El dicho popular es duro y rudo, pero cierto: los hermanos son impuestos en el seno del hogar. Pero los amigos son seleccionados entre un montón de posibilidades.
El proverbio azteca es contundente: a la hora de morir la vida de un hombre se evalúa a partir del número de amigos que deja.
En contraparte, el adagio árabe es canijo: la vida trasciende a la hora de la muerte de acuerdo con el número de enemigos.
Pero, bueno, “cada uno habla como le fue en la feria”, hay amigos ejemplares (“de los buenos” como escribió Gabriel García Márquez a Carlos...

Fuentes Macías) para vivir lo más contento posible.
Y, claro, suele darse en todos los terrenos. Pero por ahora, permítase referir la breve historia de unos amigos escritores.

LUNES
Julio Cortázar y Octavio Paz

Julio Cortázar era escritor nacido en Bruselas, pero argentino. Octavio Paz, mexicano.
Ambos se conocieron en París donde el cronopio vivía. La amistad floreció en medio de libros y hablando de libros, novelas, cuentos, poemas, ensayos.
Tardes, por ejemplo, cuando Cortázar y Paz caminaban en el bulevar de París y en parques con arboledas.
Entonces, Cortázar confiesa que únicamente se reducía a escuchar a Paz porque era muy culto y muy sabio y muy prudente y muy sereno y muy profundo en el análisis de los hechos, las circunstancias y las cosas.
Además, aprendía mucho, demasiado, escribió.
Con todo y que, por ejemplo, en un viaje en tren de París a Praga para conocer al escritor Milan Kundera, Carlos Fuentes Macías, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez despertaron a Cortázar en la madrugada para consultarle sobre el origen de un tango.
Y Cortázar les dio una conferencia magistral sobre el tango y era la mañana cuando el cronopio seguía disertando al trío de amigos maravillados.
En la India, donde Octavio Paz fue Embajador de México, Cortázar llegaba con su pareja en turno y pasaban varios días con Paz y su última esposa, Marie José.
Ambos solían sentarse en el jardín de la Embajada y Cortázar era, digamos, una especie de alumno de Paz.

MARTES
Alfonso Reyes y Carlos Fuentes

El escritor Alfonso Reyes fue uno de los mentores literarios de Carlos Fuentes Macías.
Le llevaba varios años y lo adoptó como su alumno. Y lo guió en el mundo literario y en sus lecturas universales.
Incluso, el título de una novela de Fuentes, “La región más transparente” fue tomada de un relato de Reyes.
Ambos también solían caminar en la Alameda en la Ciudad de México y sentarse en una banca a mirar (y admirar) el paso de las mujeres bellas.
Los dos, por cierto, muy buenos para la enagua…
Alfonso Reyes, un cosmopolita, igual que Fuentes.
Y aun cuando Fuentes solía desaparecer de sus amigos sin dejar una nota de ubicación en los cinco continentes y por lo regular para encerrarse a escribir aprovechando el tiempo lo mejor posible, siempre volvía con gusto y entusiasmo con Reyes.
Don Alfonso le abrió la puerta con varios intelectuales y escritores y editoriales de su tiempo.
Más, mucho más que el padre de Fuentes, quien era diplomático, y solía cuestionar su desordenado tren de vida con mujeres desfilando en sus días y noches.

MIÉRCOLES
Sergio Pitol y Juan Manuel Torres

Los amigos Sergio Pitol Deméneghi (Puebla, 1933/2018) y Juan Manuel Torres (Minatitlán, 1938/1980).
De Puebla, Pitol llegó a Xalapa, y en donde se asentó. Y Torres, del sur de Veracruz migró a la Ciudad de México y después a Praga con una beca para estudiar cine.
Entonces, Pitol era diplomático de México en Europa. Y desde donde residía viajaba a Checoslovaquia para amacizar la amistad con Torres.
Se volvió su mentor con todo y que apenas, apenitas le llevaba cinco años de edad.
Por ejemplo, uno de sus libros fue publicado en la editorial de la Universidad Veracruzana donde Pitol sostenía buen karma.
Juan Manuel Torres (pareja de las actrices Meche Carreño, su paisana, y Delia Casanova, actriz originaria de Poza Rica, además de una checa) era un escritor inseguro de sí mismo.
Y a cada rato solía escribir cartitas a Pitol solicitando un SOS. Por ejemplo, dudaba del contenido de sus cuentos. Creía y sentía una errónea narrativa. Tanto en escritura como en la exposición de argumentos.
Y Pitol lo alentaba a seguir escribiendo.
Juan Manuel murió una madrugada en un viaducto de la Ciudad de México al perder el control de su automóvil pues manejaba ebrio.

JUEVES
Kawabata y Mishima

Los dos fueron escritores. Los dos japoneses. Los dos ganaron el Nobel de Literatura. Uno, lo declinó a favor del otro. Los dos eran amigos. Y los dos se quitaron la vida de un kamikaze enterrándose una espada en el vientre.
Yasunari Kawabata (1899/1972) era el maestro de Yukio Mishima (1925/1970).
Yasunari le llevaba, pues, veintiséis años y de hecho y derecho fue su tutor en todo.
En ambos casos, algunas de sus novelas y cuentos fueron llevadas al cine.
Los dos fueron exitosos. El profe abrió las puertas literarias a Mishima tanto con las editoriales como en los centros culturales y en las relaciones personales.
Quizá más conocido Kawabata, pues, y entre otros hechos, una de sus novelas sirvió de aliento a Gabriel García Márquez para escribir la novela corta, “Memoria de mis putas tristes”, muy parecida en su contenido.
La historia de un hombre que al cumplir noventa años de edad se da el privilegio de una cita amorosa con una chica de veinte años, pero se queda dormido y a las seis de la mañana, ni modo, la chica se va… intocada e intocable.

VIERNES
Jorge Cuesta y Octavio Paz

Nacido en Córdoba, Veracruz, en 1903, el intelectual Jorge Mateo Cuesta Porte Petit llevaba once años a Octavio Paz Lozano, nacido en 1914 en la Ciudad de México.
Se conocieron en la UNAM en un foro político y social.
Aburrido, el primero en salir del auditorio fue Cuesta. Al ratito, lo siguió Paz.
Y en un pasillo donde Cuesta fumaba un cigarrillo, Paz se le acercó y se presentó.
Y dialogaron. Entonces, Cuesta quedó deslumbrado con aquel joven quien a pesar de la edad le hablaba de autores extranjeros desconocidos.
Además, claro, de que antes Paz le hizo un recuento y un examen de su obra ensayística publicada en los medios, pues nunca Cuesta publicó un libro en vida.
Luego, Paz lo invitó a comer. Y en un restaurante cercano a Ciudad Universitaria siguieron platicando, conociéndose y re/conociéndose.
Los libros, la historia, la política, las ideas, las tendencias ideológicas en el mundo los empalmaron.
Y la amistad fue conservada durante muchos años después.
Cuesta era, entonces, un chamán, un tlatoani, de la cultura y la intelectualidad en la metrópoli.
Y Paz apenas, apenitas buscaba un espacio.
Cuesta fue su mentor.


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