El anuncio del filme en el cine alborotó las neuronas y el corazón del presbítero y en la homilía prohibió a los feligreses la vieran porque significaba un pecado mortal.
Incluso, tremendo agarrón se dieron los Ministros de Dios de la iglesia católica con el dueño del cine.

DOS. Veto de la iglesia

Más todavía: a partir del veto de la iglesia en el pueblo dominó la discordia.
Padres contra hijos. Parejas de novios peleando. Unos, a favor de mirarla. Otros, en contra.
Vaya, hubo parejas de novios que terminaron la relación amorosa, simplemente porque el sacerdote prohibía el filme.
Es la historia de una mujer bragada, bragada soldadera (María Félix), quien en la Revolución comanda a un grupo de mujeres luchonas.
Y en medio de ellas, par de coroneles disfrutando su amor. Pedro Armendáriz, el antiguo amante. Y Emilio Fernández, el nuevo amor.

TRES. Connotación sexual

Pero como en el pueblo el título de la película, La cucaracha, tenía connotación sexual, la iglesia encorajinó por agraviar las buenas costumbres y la moral y la religión y la ética.
Peor tantito: sin que ninguno del par de curitas la hubiera visto antes y que, bueno, y en todo caso, significó un error del dueño del cine pues se las hubiera exhibido en privado.
Más, porque ya de por sí, desde la homilía el empresario era rafagueado por cada película atrevida que exhibía.

CUATRO. Coraje social

El día del estreno, la sublevación, el coraje y la indignación crónica.
Las feligresas de la iglesia se plantaron enfrente del cine para anotar los nombres de las personas que asistían.
Los feligreses de la Adoración Nocturna, los hombres que cada mes pasaban la noche en vela orando al Santísimo, bloqueando la puerta de madera y de acceso a la sala.
Aquello terminó en un motín cuando la policía municipal llegó para imponer el orden, ajá.
Por fortuna, hubo mesura y prudencia y la película fue diferida para otro día para que los fans de la iglesia se retiraran en tanto el filme era negociado entre las partes.

CINCO. Tertulia gastronómica

Hubo, y a destiempo, una función privada para la iglesia y sus asociaciones religiosas y el presidente municipal, síndicos y regidores y para los jefes policiacos.
Y todos quedaron en paz cuando, además, el dueño de la sala les ofreció una merienda aderezada con unos alcoholitos.
Más porque, en todo caso, únicamente se trataba de la pelea entre dos hombres por el deseo, la pasión y el amor de una mujer y que, bueno, nada malo tiene cuando en todos los pueblos historias semejantes suelen darse toda la vida.

SEIS. Todos en paz

Desde entonces, los sacerdotes del pueblo dejaron de prohibir películas y en reciprocidad, el dueño del cine solía consultar a los ministros de Dios por tal y cual filme.
Caray, el modelito sirvió en la Diócesis al Obispo para aplicarlo en otros municipios y llevar la fiesta en paz entre los actores sociales y políticos.
Cada parte, digamos, cuidando por la salud social, moral y espiritual de los ciudadanos de a pie, los civiles, y los feligreses.
Fue aquella lección democrática y como rezan en los cuentos durante aquella década la comunidad se volvió un pueblo feliz.