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Escenarios
Miércoles 31 mayo, 2023

Vida desdichada

**De hombre exitoso
**Caso Octavio Paz

UNO. El infierno de la soledad

Dura y ruda fue la infancia del poeta Octavio Paz Lozano, sin embargo, Premio Nobel de Literatura.
Nieto de Ireneo Paz, coronel a las órdenes de Porfirio Díaz y periodista satírico a quien leía Maximiliano de Habsburgo, hijo de Octavio Paz Solórzano, intelectual zapatista,

Luis Velázquez

el poeta tuvo a un padre distante que lo condenó a la soledad.
Incluso, ambos se conocieron cuando el poeta tenía 6 años de edad.
El padre “perdido en la Revolución, exiliado, alcohólico” perdió la vida “el 10 de marzo de 1935 cuando un ferrocarril lo arrolló, borracho, en el municipio de Los Reyes-La Paz” (Octavio Paz en su siglo, Christopher Domínguez Michael).

DOS. Una vida difícil

Abuelo y padre ligados a los libros y la cultura y la política y el activismo, el poeta se zambulló en la biblioteca del abuelo con unos cinco mil libros para leer y estudiar.
Y al mismo tiempo, sin detenerse el niño solitario en un padre que andaba en fiesta etílica acompañado de “amigos y mujeres”, “una hembra colgada en cada brazo”.
Aquel infortunio se volvió atroz cuando muchos años después, el poeta casó con la escritora Elena Garro y la vida se volvió un infierno.

TRES. Un pintor le “bajó” a su pareja

Peor infierno cuando su única hija, Laura Elena Paz Garro, se alió con la madre y la vida fue mucho peor.
Más, cuando se casaron, el poeta y la escritora acordaron el ejercicio de la libertad en todo tipo de relaciones y que sirviera para una vida libre sosteniendo romances con otras parejas.
Más, mucha mayor soledad cuando en Europa, el pintor originario de Oaxaca, Francisco Toledo, “le bajó la novia y pareja” al poeta y Octavio Paz se hundió más en la tristeza, la angustia y la depresión.

CUATRO. Biblioteca incendiada

Aquellos episodios fueron tan duros como, por ejemplo, el día aquel cuando en la Ciudad de México el fuego consumió parte de su departamento y todos sus libros, su biblioteca, quedaron convertidos en cenizas.
Quizá la misma soledad cuando Embajador de México en la India renunció al cargo público al presidente Gustavo Díaz Ordaz luego de la matanza estudiantil el dos de octubre del año 1968 en la plaza de Tlatelolco.
Y cuando los Siervos de la Nación del presidente de la república en turno quemaron una foto con su retrato en la vía pública satanizándolo por renunciar a la Embajada.

CINCO. La Pequeña Lulú, un consuelo

Fueron crudos también los últimos años del poeta. Los resumió de la siguiente manera:
“La vejez es una infancia terrible, atroz”.
Tiempo aquel cuando andaba en silla de ruedas y si era necesario, inevitable, salir a la calle, alguien lo empujaba.
Tiempo cuando se encerrara en su casa y se volvió selectivo para recibir a los amigos y colaboradores y para entretenerse solía leer la revista “La pequeña Lulú”.

SEIS. Los intelectuales saben odiar…

Se fue con un dolor en las neuronas y el corazón. Debatiéndose entre la vida y la muerte pidió a un amigo buscara al escritor Carlos Fuentes Macías y lo invitara a una visita en su casa para disculparse por los agravios.
Nunca Carlos Fuentes lo perdonó por la población de un ensayo en su contra en la revista “Vuelta” escrito por el historiador Enrique Krauze.
Con todo se convirtió en el primero y único mexicano universal.
Más, mucho más que Carlos Fuentes y quien por cierto tanto resentimiento le guardara que nunca lo felicitó por su premio Nobel de Literatura.


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