También impulsó la creación del gran grupo artístico del “Jarocho” en la Universidad Veracruzana, Víctor Arredondo Álvarez el rector.
Ahora, desde la UV continúan la tradición y la cultura del gran festival de “La bamba” en el Paseo de los Lagos.
El fin de semana, más de mil parejas (más de dos mil mujeres y hombres) a la orilla de los Lagos, en Xalapa, vestidos de jarochos, cantando y bailando.
Digamos, cierto, una forma de reactivar la economía de igual modo como otros pueblos han sido alentados y andan en la fiebre de los festivales y las ferias coronando, incluso, “a las flores más bellas del ejido”.
A tono, quizá, con aquella iniciativa para navegar en el río Papaloapan con “El Cuenqueño”
El tsunami turístico y económico inició con las ferias de los mangos, los higos, los pambazos, los tacos y hasta de la salsa en la capital.
Ahora, y en medio del postcovid, la recesión y la inflación, los festivales “más largos del mundo” y “más alegres”, el último, en Alvarado, con “el arroz a la tumbada más grande del planeta”.
Veracruz, entonces, se estaría moviendo desde el lado turístico soñando acaso (y hacia el quinto año del sexenio de la 4T) con sembrar la semilla en surco fértil para de aquí pa’lante la dinámica sea multiplicada.
Incluso, una buena estrategia para desviar el epicentro social de los tiros y balazos, cadáveres por todos lados, feminicidios, secuestros, desapariciones, fosas clandestinas y extorsiones.
Más cuando la migración de Veracruz continúa irrefrenable y cada paisano agarrando camino por su cuenta sin extender la mano a la autoridad local ni estatal.
Está claro: La secretaría de Desarrollo Económico, Sedeco, no puede alentar la creación y recreación de empleos en las regiones indígenas, campesinas, suburbanas y urbanas.
Tampoco, el góber de los sarcófagos, ataúdes y féretros.
Más cuando el tiempo lo ocupa al servicio de Rocío Norma Nahle García y Claudia Sheinbaum Pardo.
Entonces, la secretaría de Turismo haciendo lo imposible para reactivar la economía, aunque únicamente sea “flor de un día” o varios días, digamos.
El caso es crear la sensación de que Veracruz se mueve.
Y que, bueno, nunca pudieron los antecesores.
El agente de viajes del pueblo dice, entre otras cositas, que el destino turístico de Veracruz es el turismo de jícama y horchata y picadas, gordas, tamales, tacos y garnachas.
Más todavía: Plantea la posibilidad de que entre los doscientos doce municipios existiera una política turística de pueblo en pueblo, de municipio en municipio.
Los paisanos del norte en viaje turístico de fin de semana al sur.
Y del este a oeste.
Y viceversa.
Una especie de retroalimentación en el interior del Estado jarocho.
Más cuando y como sucede hay vecinos, por ejemplo, de la sierra de Huayacocotla y Chicontepec en el norte que nunca, jamás, han visitado (ni conocen, claro), Los Tuxtlas y Catemaco y Acayucan y Coatzacoalcos.
Y al revés.
Entonces, y en un plan intermunicipal con los 212 alcaldes animados y reanimados por la secretaría de Turismo una retroalimentación turística, social y económica.
Vaya, las agencias de viaje promocionando tales periplos.
El Récord de “La bamba” con más de mil parejas vestidas de jarochas a la orilla de los Lagos de la ciudad universitaria, la prueba irrefutable de la posibilidad.

II (Turismo intermunicipal)
Dejémonos de cuentos y sueños guajiros:
Nunca, nunca, nunca, Veracruz estará a la altura (y menos competirá) con el turismo nacional e internacional en Acapulco, Los Cabos, Cancún y Puerto Vallarte, entre otros.
Entonces, con las neuronas y los corazones fríos, el objetivo turístico (y económico y social) necesita orientarse.
En vez de irse a España con un séquito a bailar “La bamba” como lo aplicara la primera secretaria de Turismo, explorar los zaguanes turísticos de Veracruz y reciclar la economía.
Mirar aquí, adentro de la geografía estatal, en vez de mirar lejos hacia otros confines del planeta.
El turismo intermunicipal.
El turismo en los Pueblos Mágicos y no mágicos con las fiestas locales.
Y programarse con un estratégico almanaque para que los doscientos doce alcaldes se empalmen entre sí y de cada demarcación un autobús con vecinos interesados cada fin de semana.
De pueblo en pueblo.
Un gran movimiento turístico y social para hacer sentir y mostrar con hechos que estamos vivos empujando la carreta en medio de los tiros y balazos.
Casi casi como si se organizara una guerrilla popular imprimiendo un sentido, una razón de ser, a la vida cotidiana.