Una mujer y un hombre rebelde. Y una mujer y un hombre sumiso.
Un leal y un traidor. Un tontito y un inteligente, incluso, con inteligencia incandescente.
Un católico y un cristiano. Un amigo leal y otro desleal.

DOS. Balance a la hora de morir

De acuerdo con el proverbio azteca, dice el viejito, las personas al morir se evalúan por el número de amigos que dejan. Amigos leales y agradecidos.
Pero según un dicho árabe, a la hora de la muerte las personas se evalúan a partir del número de enemigos que se dejaron en el camino.
Y entre más enemigos, más grande su figura moral y social.
Nadie, caray, dejó tantos enemigos, gente que le guardaba resentimiento y odio, como Adolfo Hitler.
Y, claro, José Stalin en Rusia, Benito Mussolini en Italia y Francisco Franco en España.
Todos, con sus campos de concentración donde condenaban a los disidentes y críticos.

TRES. Muchos oscuros y pocos claros

En todo caso, advierte el viejito, la naturaleza humana es así.
Llena de claroscuros. Incluso, más oscuros que claros. Ni hablar, el hombre y sus circunstancias como afirmaba José Ortega y Gasset.
Cada quien en la vida define su destino. La historia demuestra, por ejemplo, que las condiciones del momento y de los días y meses y años suelen modificar y de manera radical la vida misma.
Un hombre bueno transfigurado en un hombre malo.
Un hombre devoto y religioso y de escuchar misa y confesarse y comulgar de pronto, ¡zas!, convertido en un asesino.
Con todo y sus mandamientos de la Ley de Dios, de “amar los unos a los otros y no matar”.

CUATRO. Mundo animal y humano

Caray, entre los doce apóstoles de Jesús existía un Judas.
Insólito: los chacales, con su fama de bestiales, tienen miedo de su sombra proyectada en el camino por el sol.
Y cuando los pajaritos tienen miedo suelen temblar.
Incluso, hasta los búhos, tan sabios y prudentes y mesurados, tienen miedo, por ejemplo, a un sismo.
Los perritos, por ejemplo, huelen los temblores y cuando suele temblar desde la madrugada empiezan a ladrar.
Y cuando se da el temblor son los primeros en huir.
En la lucha por la vida, los escorpiones se pican unos a otros. Y se matan.
Y, bueno, si así es el mundo animal, mucho, demasiado, se la parece el mundo humano.

CINCO. Explorar la naturaleza humana

Por eso, entre las cositas más importantes de la vida está aprender a conocer y conocer lo mejor posible la naturaleza humana.
Mínimo, a la gente cercana. La familia, desde los padres y los hermanos hasta los hijos. Los tíos. Los primos. Los abuelos.
Y desde luego, a los compañeros en el salón de clases y en el trabajo, la oficina pública y privada, el taller, la fábrica, el surco.
Alguien por ahí lo decía en España: “Nada de lo humano… me es ajeno”.

SEIS. Conocer a los demás…

Y es que entre más se conoce a los cercanos mejor, mucho mejor, puede actuarse.
Y, claro, sobrellevar con inteligencia el trato con los otros.
Importante, como decía aquel, “conocerse a sí mismo”.
Pero más, mucho más, conocer a los demás.
En la vida, caray, hay muchos escorpiones.