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Viernes 17 marzo, 2023

Niños repatriados de E.U.

Nada duele tanto, entristece, pero al mismo tiempo, indigna y encorajina (odio jarocho, pues) como la noticia de que en el año anterior, 2022, fueron repatriados de Estados Unidos más de 120 (ciento veinte) niños del municipio de Soledad Atzompa, en la montaña negra de Zongolica.

Luis Velázquez

Atzompa, en la parte más alta, casi casi en los límites de Veracruz con Puebla, empalmado con el municipio de Tehuipango, allí donde en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa se suscitara terrible y espantosa matanza indígena, sicarios y pistoleros de un cacique trepados en sus caballos trotando en la única calle principal y disparando “a diestra y siniestra”.
Más de 120 niños repatriados, detenidos, claro, por la policía migratoria del país vecino, el más poderoso del planeta.
De entrada, los peores estragos de la vida social y económica de Veracruz, la entidad federativa pródiga en recursos naturales y habitada por gente en la miseria, la pobrez y la jodidez.
La gran tragedia humanitaria desde el siglo pasado, digamos, hacia principios, el Porfirismo “en la plenitud del pinche poder”.
Los niños repatriados... quizá porque ingresaron a EU buscando a sus padres.
Acaso, desde luego, huyendo por voluntad propia y desesperados de la jodidez en la sierra de Zongolica, y en donde en cada ciclo escolar los padres los sacan del salón de clases para irse la familia completa al corte del café, los cítricos y hasta la caña de azúcar.
Quizá, los 120 (ciento veinte) niños siguiendo el ejemplo y el modelo social de otros niños migrantes que les habrían antecedido.
Acaso, hartos, hartos, hartos, de vivir en el peor infierno de la vida, lleno de tantas y tantas y tantas carencias económicas, sociales, educativas y de salud.
Sea por lo que sea, la manifiesta deficiencia de la política económica de Veracruz para alentar, entre otras cositas, la creación y recreación de empleos en las regiones indígenas, campesinas, obreras y urbanas del Estado jarocho y ver la posibilidad de arraigar a las familias en sus pueblos.
Antes, mucho antes, únicamente los jefes de familia agarraban camino migratorio.
Luego, las mujeres.
Ahora, caray, los niños.
¡Vaya destino social y económico que nos espera!
Mejor dicho, donde estamos zambullidos y sin posibilidad de flotar.
Y si, en efecto, los 120 niños todos son de Atzompa, entonces, caray, el gran riesgo indicativo y significativo de que la escuela primaria del pueblo habría quedado semivacía.
Y ni se diga, la población.
Allí, en Atzompa, vivió Celedonio Macuistle Tecpile, toda la vida, trabajando de migrante en el Estado de Veracruz cortando café, cítricos y caña de azúcar.
Y siempre, llevando a su hijo mayor, Noel, a la faena, dejando inconclusa la escuela primaria.
Un día, el hijo, aprendió la lección y se fue de Atzompa.
Primero, a Orizaba, para trabajar de ayudante de albañilería.
Después, de albañil.
Y cuando conoció y dominó el oficio, agarró camino a la Ciudad de México y nunca, más, volvió al pueblo.
Y de seguro, “veinte y las malas”, igual, igualita, la historia de la mayoría de los 120 niños repatriados el año anterior.
Sólo que en el caso, en vez de tomar camino a Orizaba y el viejo Distrito Federal, miraron más lejos, mucho más lejos, a EU.
Ahora, ni modo, repatriados y de nuevo quizá en el pueblo, pero al mismo tiempo, planeando un intento más para internarse en la patria del presidente Joe Biden.
Y la nación de Abraham Lincoln, en el tiempo de la segregación racial y cuando él mismo tenía afrodescendientes empleados en su hacienda.

SUBLEVACIÓN INFANTIL EN VERACRUZ

Con tantos niños repatriados de EU, la realidad real descarrila al llamado Estado de Derecho, cuya esencia superior es garantizar la seguridad en la vida y los bienes.
Y nada mejor para “garantizar la seguridad en la vida” como alentar la creación de empleos dignos y estables y pagados con justicia social.
Primero, para los jefes de familia.
Segundo, para las mujeres urgidas de trabajo.
Y tercero, para los hijos.
Y como en el caso de la sierra de Zongolica (y de seguro en las otras siete regiones indígenas de Veracruz), palabras mayores cuando los niños, menores de edad, apostando la vida y la integridad y la seguridad, agarran camino, y solitos, al otro lado.
El fracaso, primero, de la política económica.
Y segundo, de la política social.
Digan lo que digan en las alturas palaciegas “curándose en salud”.
De hecho y derecho, la gran sublevación infantil en Veracruz.
Los niños, pues, gritoneando con su decisión migratoria, que a ellos también les asisten legítimos derechos.
Los derechos de los niños ultrajados y violentados en el tiempo de la 4T y la purificación moral.
Peor, mucho peor:
En cuatro años y cuatro meses, el señor Cuitláhuac García nunca ha tenido espacio, tiempo ni voluntad política y social para mirar hacia las zonas indígenas habitadas por un millón de paisanos, aprox.
Acaso, en una sola ocasión viajó a Zongolica, cuando los vecinos, por cierto, de Atzompa, llegaron a la indignación crónica y detuvieron y lincharon a seis secuestradores.
Entonces, el góber obradorista dejó pasar unas semanas y de pronto llegó pero a la cabecera municipal, y en ningún momento a la comunidad centro del motín social.
Y llegó, ni más ni menos, acompañado de veinte patrullas con policías y un helicóptero sobrevolando la región siguiendo sus pasos.
Cuatro años y cuatro meses, en la indiferencia, el desdén, el menosprecio y el desprecio de Cuitláhuac hacia las etnias, parte muchos de ellos de los afrodescendientes que tan ardientemente defiende y ondea el secretario General de Gobierno.


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