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Martes 14 marzo, 2023

Pinocho y el Oscar

El cineasta Guillermo del Toro ha enaltecido y honrado una vez más (por tercera ocasión) al país. Con su gran película, Pinocho, obtuvo el codiciado Premio Oscar en Hollywood.
Está en Netflix y puede mirarse y admirarse cuantas veces sea posible para llenar las neuronas y el corazón de una total e infinita ternura y ganas de vivir.

Luis Velázquez

Caray, las lágrimas se resbalan solitas...
Durante diez años, Del Toro anduvo revoloteando el filme en sus neuronas y el corazón hasta que por fin la filmara.
Cuarteto de cineastas mexicanos universales.
Uno, Guillermo del Toro.
Dos, Alejandro González Iñárritu, su último filme, Bardo, parte de su vida.
Tres, Alfonso Cuarón.
Y cuatro, Luis Estrada, quien el próximo 23 de marzo estrenará su película, “¡Qué Viva México!” en trescientas salas cinematográficas de la nación, luego de que el Obradorismo la intentó bloquear porque cometió el delito de exhibir a la 4T.Los tres primeros, viviendo en Estados Unidos, la nación más poderosa del planeta, para desde allí proyectarse a los cinco continentes.
Incluso, filmando sus películas con artistas mexicanos, pero también con norteamericanos y europeos.
En Pinocho, por ejemplo, la voz de Cate Blanchet en un fascinante personaje imaginario.
El cuarteto, digamos, embajadores de la cultura y el arte en el resto del mundo.
Ellos filman películas exitosas y prestigian a México.
La inteligencia incandescente de los cuatro y su fértil y prodigiosa imaginación y su exquisita y fina sensibilidad para calibrar su tiempo social.
Y lo más indicativo y significativo, siempre ejerciendo la libertad a plenitud.
En ningún momento, digamos, como una crítica con indignación crónica y coraje social en contra de un gobierno establecido.
Por el contrario, contando los hechos de los días y las noches “al pie de la letra”.
Y si las tribus políticas se encorajinan, ni modo, “¡la vida es así y qué le vamos a hacer!” exclaman el viejito del barrio y un personaje literario del novelista Carlos Fuentes Macías.
En el caso de Pinocho, la plenitud de la imaginación para dar vida, vida tierna, singular, excepcional, fuera de serie, a un muñequito.
Casi casi, como aquella famosa película de “Coco”, el niño prodigioso en un viaje a la muerte alternando con muertos, mujeres y hombres.
Claro, Luis Estrada “agarrando el toro por los cuernos” y ocupándose de hechos concretos y específicos de cada sexenio exhibidos con integridad en la pantalla.
Y también el caso de González Iñárritu, entre otros filmes, con “Roma”, y en donde retrata el diez de junio del año 1971 cuando el presidente Luis Echeverría Álvarez enviara a sus “Halcones”, jóvenes de barrio entrenados para matar y perseguir y latiguear a la población en la ciudad de México.
La herencia fatídica de la masacre en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, en el viejo Distrito Federal, el dos de octubre del año 1968, igual, igualito que los movimientos estudiantiles en París, Checoslovaquia y Estados Unidos.
El colmo, cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa mandó a decir a Luis Estrada que si por él fuera..., nunca, jamás, volvería a filmar en México.
Calderón anda hoy en el descrédito, cierto, nacional, pero también mundial, en tanto Estrada sigue honrándose a sí mismo ejerciendo su libertad y dignidad en el más alto decibel.
El cuarteto de directores, convertidos en incómodos e indeseables cineastas para las tribus gobernantes, las dueñas del poder político, económico y social “en el país de un solo hombre”, el chamán, el tlatoani, el gurú, el César, el Emperador, los Odorico Cienfuegos.

ESCUELA DE CINE LUIS BUÑUEL

En la Universidad Veracruzana, UV, hay una Escuela de Cine. Se llama Luis Buñuel.
Con frecuencia, los alumnos se desencantan, no tanto por la calidad educativa, sino porque miran un desierto, un páramo, un valle sombrío, cuando egresan.
“Aquí, en Veracruz, nada puede hacerse. Sólo queda migrar”, exclaman desalentados.
De algún modo es la historia del cuarteto de cineastas mexicanos triunfadores en las grandes ligas, entre ellos, con los Oscares.
También migraron de sus pueblos.
Incluso, de la Ciudad de México, tierra, ajá, de oportunidades para la mayoría.
Con todo, bien podría la UV tender puentes, en primera instancia, con los actores renombrados de Veracruz (Ernesto Gómez Cruz, Ana de la Reguera, Adriana Fonseca, entre otros) y con los amigos (Damián Alcázar, quien fue maestro en la facultad de Teatro) y desde luego con los cuatro grandes (Del Toro, Cuarón, Iñárritu y Estrada) para unos cursitos, unas pláticas, unas conferencias, con los alumnos de la Escuela Luis Buñuel y plantear otras perspectivas.
Incluso, puentes de plata.
Desde luego, y de entrada, con tantos documentalistas de Veracruz y del país, muchos de los cuales andan en los cines itinerantes y ambulantes, incluso, hasta probando suerte.
Una tarea básica, digamos, madurez académica, es que toda casa de estudios ha de empalmar los planes académicos y el desarrollo humano y profesional de los egresados con los empresarios locales, regionales, estatales y nacionales, y en el caso, con los cineastas renombrados.
Se entiende: no todos los egresados son o puede ser o serán Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón, González Iñárritu o Luis Estrada.
Pero sus tertulias enriquecerían los días y las noches.
Más cuando, y por lo regular, ningún pago de por medio significaría, quizá el boleto de avión, el traslado, la alimentación y el hospedaje.
Con poca inversión y mucha imaginación, demasiado puede lograrse.


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