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A Mil por Hora
29 enero, 2023

A Mil Por Hora

Historias singulares de escritores y periodistas lectores desde niños
•Una biblioteca con 5 mil libros para el niño Octavio Paz y Lozano
•En un morralito, el Ché Guevara cargaba libros que leía en Sierra Maestra
•Carlos Fuentes amaba los embotellamientos por el montón de libros leídos
•En Soledad de Doblado, una alcaldesa demolió la única biblioteca del pueblo

Luis Velázquez

BANDERAZO DE SALIDA:
A los 4 años de edad, el escritor Carlos Monsiváis Aceves sabía leer y escribir y a los 9 años de edad ya había leído la Biblia, inducido por su señora madre... A los 5 años, la periodista y escritora española, Rosa Montero, estaba leyendo las obras completas de Oscar Wilde

  • Julio Cortázar. Cien libros para leer solo en el verano

A los dos años de edad, Albert Camus perdió a su padre en la guerra y a los 7 años, cuando ya sabía leer y escribir, un profesor de aquella escuela primaria le prestaba libros y luego los platicaban… A los cinco años de edad, cuando ya sabía leer y escribir, Octavio Irineo Paz y Lozano descubrió la biblioteca con cinco mil libros, mínimo, de su abuelo, el periodista y liberal Ireneo Paz, y fue la biblioteca fue su refugio, su paraíso terrenal, su tierra prometida… A los dos años, Juan Rulfo perdió a su padre que habían matado y a los 6 años de edad, viviendo con los abuelos, descubrió la gigantesca, inmensa, enorme, biblioteca de su abuelo y ahí se curó la soledad tan dura y ruda que vivía y padecía y que luego se emponzoñó cuando fue encerrado en el Seminario que para estudiar para sacerdote…

CURVA PELIGROSA: De niño, Gabriel García Márquez quedó asignado a vivir con los abuelos porque su padre era telegrafista y muy pobre y andaba de pueblo en pueblo, y su madre, limitada en materia económica… Entonces, la abuela llenó su cabeza y su imaginación de historias de la gente de Aracataca, todas deslumbrantes… Y el abuelo le contaba sus historias de las guerras donde había participado y todas perdidas… Y aquel fue el suelo y el subsuelo de “Cien años de soledad” y de su narrativa literaria… En Sierra Maestra, en Cuba, luchando contra el dictador Fulgencio Batista, Ernesto El Ché Guevara cargaba dos morralitos… En uno, las medicinas contra el asma y que le pegaban feo y duro y le hinchaban el cuerpo y quedaba irreconocible… Y en el otro, el morralito estaba repleto de libros que los activistas cubanos le llevaban cada mes cuando subían con informes sobre el Estado policiaco del dictador… El Ché solía leer los libros de poesía, por ejemplo, en voz alta, con un gatito, su mascota, entre las piernas, y acariciándolo con la mano izquierda…

AUTOPISTA DEL SUR: Una madrugada, hacia las tres de la mañana, Enrique Krauze, de vacaciones en Michoacán invitado por su maestro, el historiador José Luis González, se levantó al baño y en la recámara de enfrente miró una lucecita parpadeando… Entonces, lleno de curiosidad se asomó… Y descubrió a su profesor leyendo con devoción religiosa y anotando datos, hechos, pasajes, en una libreta escolar… Y al día siguiente, hacia las 7 de la mañana estaba listo en el comedor para desayunar todos juntos, y con la familia… De niño, el escritor Sergio Pitol padeció una enfermedad que lo tenía refundido en la recámara de su casa… Entonces, para curar aquella soledad su señora madre le acercó las novelas de Julio Verne y la vida se volvió deslumbrante porque a partir de la fecha su mundo fueron los libros… El día cuando el reportero Alejandro Almazán, premio nacional de Crónica en cuatro ocasiones seguiditas y premio internacional de crónica, Gabriel García Márquez, llegó a la UNAM como estudiante descubrió que los compañeros hablaban de libros de cuyos autores nunca había escuchado en la vida… Y los anotó y se encerró en la biblioteca de la universidad a leer como un poseso… Tanto que al ratito los había rebasado por la izquierda, el centro y la derecha…

AUTOPISTA DEL NORTE: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez se identificaron por la lectura de sus notas en los periódicos… Y uno al otro se escribieron cartitas… Luego, la amistad alcanzó la plenitud cuando se regalaban libros enviados por vía aérea de México a Perú y viceversa… Y la amistad se fue afianzando a través de los libros obsequiados hasta conocerse en un foro literario donde ambos eran exponentes… A los diecisiete años de edad, Arthur Rimbaud tenía publicados dos libros, uno de ellos, el más famoso, “Una temporada en el infierno”… Y sea porque ”el pozo se le secó”, acaso por el alcohol, quizá por el consumo de drogas, acaso por el loco y apasionado amor con el poeta Paul Verlaine, dejó de escribir y publicar… Pero a esa edad su obra cumbre estaba editada… Julio Cortázar (Rayuela) tenía una casita de campo en Europa bautizada con el nombre de Saignon… Y cada verano agarraba camino para allá en compañía de su pareja… Y se llevaba a su gatito bautizado con el nombre de Teodoro W. Adorno, el gran filósofo alemán, y cien libros, la cuota para leerse en el verano, encerrado “a piedra y lodo”, únicamente leyendo, haciendo el amor y jugando con su mascota a la que en París, donde residía, se llevaba a un parque y se tiraban al pasto a juguetear…

RECTA FINAL: En Soledad de Doblado, uno de los doscientos doce municipios de Veracruz, un alcalde construyó una biblioteca a un ladito del parque, quizá, para que si el parque era centro de convivencia despertara la curiosidad y la tentación de la lectura en los ciudadanos de a pie… Pero luego la silla embrujada del palacio fue ocupada por una política opositora y su primer acto de gobierno fue tumbar la biblioteca en un acto carnicero sin precedente… Y la arrumbó por allí, en algún lugar del pueblo, en una casita donde “ni las moscas se paraban”… La primera biblioteca en el pueblo, muy modesta y sencilla, con unos doscientos libros máximo, fue un cuartucho del palacio a un ladito de la comandancia policiaca… Claro, en desagravio, habría de referir que en los pueblos de Veracruz lo único que siguen creciendo son los bares, las cantinas, las piqueras y las casas de prostitución… Hay pueblos, caray, donde nunca han puesto una librería… Y si acaso, la venta de unos cuantos libritos en la miscelánea y el tendajón…

META: Carlos Fuentes Macías lo expresaba de la siguiente manera: “Yo amo los embotellamientos en la Ciudad de México porque atascado en las avenidas he leído montón de libros”… Don Julio Scherer García, el legendario y mítico reportero honesto y honesto “a prueba de bomba”, director general de Excélsior y fundador y director general del semanario Proceso, siempre andaba con un libro en la mano… Y cada momento del día propicio y favorable lo leía… Leía en los congestionamientos en el viejo Distrito Federal, leía haciendo audiencia, leía esperando turno, leía en el café y el restaurante esperando al invitado, leía en la fila para comprar boleto en el cine y en el teatro… Una niña dijo a sus amigas en la escuela: “Mi padre nunca está solo… Siempre está leyendo un libro y lo raya porque dice que libro leído libro rayado”…


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