la persona se imagina un hecho, una acción, una felonía.
Más tarde lo vuelve a imaginar. Quizá en la noche hasta sueñe. Y días siguientes, el hecho imaginado se convirtió en un hecho real.
Entonces, inicia el fin del mundo, primero, en las neuronas y el corazón de la persona. Luego, en la familia alrededor y quienes transmite su verdad.

DOS. Los muertos llegan…

Por ejemplo, una persona escuchó ruidos a medianoche en su recámara…cuando miraba una película en la tele.
Alerta y perpleja, puso atención espiando los ruidos para su ubicación geográfica. Y los volvió a escuchar. Buscó en aquel rincón y nada.
Y los ruidos se repitieron. Entonces, llegó a la sabia conclusión de que su madre y padre venían por ella.

TRES. La señora acosada

Luego luego, la persona habló con ellos. Les pidió le dieran chancito porque aún tiene pendientes aquí en la tierra.
Después, confió su vivencia y experiencia a los suyos y los dio como un hecho real, concreto, específico, lacónico y macizo.
Una señora del barrio está convencida de que sus padres, ya fallecidos, también desean llevársela.
Primero los soñó. Luego, los imaginó en el pasillo de su casa una madrugada cuando se levantó a la cocina para tomar agua del garrafón. Ahora dice que nomás las andan siguiendo en el día y la noche.

CUATRO. Cuesta arriba

De acuerdo con los expertos la imaginación florece en tierra fértil cuando la persona está, vive o siente sola.
Lo peor es la soledad de afuera y la soledad de adentro. Juntas, son fatídicas. Peor que el rafagueo de una R-15 y/o de una Magnum.
Incluso, la imaginación se funde con la fantasía y se cobijan sueños esotéricos, inverosímiles, pero un ratito después, transfigurados en la realidad real.
Hay quienes, por ejemplo, imaginan lo peor porque su vida cuesta arriba, caminos repletos de espinas y cardos, vientos borrascosos, familiares mal agradecidos, amigos intrigantes, traiciones devastadoras.

CINCO. Coctel explosivo

En el Eclesiastés la conseja es sabia. Y si la Biblia sugiere “amarrarse la lengua”, con mayor razón amarrarse la imaginación, pues está canijo creer, sentir, pensar, estar seguro, entre otras cositas, que los muertos resucitan y los padres ya fallecidos tocan a la puerta y se meten a la casa para notificar que su tiempo de morir ha llegado.
Desde luego, la imaginación de los novelistas, cuentistas, poetas, cineastas, pintores, arquitectos, etcétera, es fabulosa.
Pero ellos, se desprende, han educado la imaginación. En cambio, cóctel explosivo para la gente común y sencilla.

SEIS. Los muertos nunca vuelven

Salvo lo que pudieran decir los médiums (Francisco Ignacio Madero se comunicaba con Benito Juárez en sesiones espiritistas, por ejemplo), pero nunca (ni en las películas de vampiros con Germán Robles), los muertos han vuelto desde el más allá.
Y aun cuando Juan Rulfo publica en su novelística que en las noches los muertos platican en el panteón y los fines de semana organizan bailongos y se emborrachan, es tanto como recordar que según John Keats los gorriones en sus poemas se vuelven camaleones.
En el movimiento estudiantil del 68 en París, los jóvenes escribieron la siguiente leyenda en la Universidad de Nanterre: “La imaginación… al poder”.
Quizá convendría, escribamos y sin caer en el púlpito de “La mañanera”, ocupar la imaginación es cosas productivas…