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Lunes 28 noviembre, 2022

“El ardiente profeta de la aurora”

Un solo grito suena y resuena en la república amorosa: ¡Te queremos, AMLO, te queremos!
La apoteosis máxima de la egolatría incontrolable desde las avenidas de la Ciudad de México.
Luego de la marcha en defensa del INE, Instituto Nacional Electoral, la gran marcha obradorista.
AMLO, exhibiendo el puño y los músculos.

Luis Velázquez

De aquí pa’lante, mínimo, el Maximato, tipo Plutarco Elías Calles, del siglo XXI.
El poder detrás del trono.
Y si es posible, caray, la reelección, igual, igualito que Benito Juárez durante quince años.
El jefe del Poder Ejecutivo federal con más fuerza política, social y electoral en la historia nacional.
No más pa’que vean los conservadores y neoliberales.
“Hay esperanzas en el pueblo” y el pueblo, claro, espera sin desesperarse.
“Hay felicidad en nuestro pueblo”, la dicha que viene del empleo seguro y estable pagado con justicia laboral y la dicha de vivir en cada nuevo día y noche sin sobresaltos.
Y desde luego, la felicidad bimensual con las bequitas guinda y marrón.
Madres solteras.
Jóvenes ni-ni.
Campesinos sembrando árboles.
Viejitos.
La mitad de la población y la otra mitad lo saben y lo saben bien:
AMLO, el presidente, conserva el 60 (sesenta) por ciento de la preferencia electoral.
Incluso, como ningún antecesor hacia el cuarto año del sexenio.
Y tiene veintidós gobernadores militantes de MORENA.
Y la mayoría en la Cámara de Diputados y Senadores.
Y la mayoría de Congresos locales.
Y presidentes municipales.
Pero la egolatría, observa el sicólogo del barrio, necesita fuegos artificiales y pirotécnicos.
Luces.
Efluvios.
Titulares en portada y a ocho columnas.
La noticia principal de los noticieros.
Halagos.
Loas.
Incienso.
Una señora de unos setenta años, originaria de Veracruz, sintió camino al Gólgota una revelación y luego luego tomó el autobús oficial para viajar a la Ciudad de México y participar en la marcha.
Y nada, ni la compañía de su pareja ni de los hijos ni de los nietos le dio tanta felicidad dominical.
Y si AMLO hubiera ordenado que todos los peregrinos cívicos de su casa entraran a la Basílica de Guadalupe de rodillas y con los brazos y manos en alto y con los ojos en éxtasis y levitando, un millón de veces, dos millones, tres millones, que la señora jarocha habría estado en primera fila encabezando la gran marcha de los arrodillados.
El acontecimiento político más importante de los últimos cuatro años.
AMLO, de regreso a las andadas populistas fermentando corazones y neuronas.

“HAY DÍAS CUANDO ME SIENTO DIOS”

AMLO reveló que es un hombre terco, obstinado y tozudo.
Desde “La mañanera” se ha mostrado como un político lleno de resentimientos y hasta odio y sed de venganza.
En vez de convocar y predicar con hechos la concordia llama a la discordia.
Sin parangón el bombardeo nuclear en contra de los adversarios y enemigos con el argumento de que “no somos iguales”.
En el gabinete legal y ampliado, nómina de amigos y cuates, y también los hijos de los amigos y cuates.
Una inteligencia incandescente y con sentido del humor y jiribilla.
El doble lenguaje en su más alto decibel.
La obsesiva obsesión de entrar a la historia nacional con más atributos y cualidades que Benito Juárez, Francisco Ignacio Madero y Lázaro Cárdenas.
Igual, igualito, que Benito Juárez también vive en Palacio Nacional.
Y en el llamado “país de un solo hombre” y en donde el presidente de la república es el jefe máximo, el chamán, el tlatoani, el gurú, jefe de jefes, la egolatría.
El culto al ego.
Incluso, el culto al súper ego.
Todo, claro, en nombre de la nación y de la patria y del sueño de una sociedad ideal, una sociedad fraterna, una sociedad igualitaria.
El sicólogo del barrio dice que se cae en la egolatría cuando se ha dejado de ejercer la autocrítica.
Y cuando, como Calígula, “hay días cuando me siento Dios”.
De hecho y derecho, en lenguaje popular, “cuando se pierde el piso”.
Más, en una república donde seis de cada diez habitantes están en la miseria, la pobreza, los salarios pichurrientos de hambre, el desempleo, el subempleo y la jodidez.

LA LUCHA DE LA IZQUIERDA ESTÁ EN LAS CALLES

Todos los presidentes de la república han tenido y organizado sus grandes marchas.
Entre otras:
La marcha de los médicos del Seguro Social en contra de Adolfo López Mateos exigiendo dignas condiciones laborales.
La marcha estudiantil del 68 encabezada por el Rector de la UNAM, Javier Barrios Sierra, en contra de Gustavo Díaz Ordaz, reprimida con la masacre de Tlatelolco.
Las marchas estudiantiles, juveniles y de los ciudadanos de a pie en contra de Luis Echeverría Álvarez.
La marcha de los perredistas por el asesinato de seiscientos militantes en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
La marcha de los Colectivos, integrados por padres con hijos y parientes desaparecidos, iniciados por la señora Rosario Ibarra Piedra, buscando a su hijo Jesús, miembro de la Liga 23 de Septiembre.
Ahora, la marcha obradorista para aclamar y loar al político del Edén y que, claro, superó a todas las marchas organizadas por Andrés Manuel López Obrador con indígenas y campesinos en contra de Pemex en el siglo pasado.
La gran lucha de la izquierda siempre ha estado en las calles y los pueblos.


1 comentario(s)

de la era 28 Nov, 2022 - 18:55
utilizan la pobreza para hacer sus fortunas lo señala la historia de los pueblos,pero no entienden ven al mesias como su salvador en lugar de ponerse a estudiar y trabajar,es una cultura que recibe las mjigajas de lo que se roban

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