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Diario de un reportero
Sábado 29 octubre, 2022

El niño y el abuelo

Los días felices
•El abue murió ahogado


DOMINGO
Abuelos generosos



Los abuelos son las personas más amadas de la vida. “Veinte y las malas” que se idolatra mucho más a los viejitos que a los padres.
Quizá por la ternura propia de la edad. Acaso porque son los seres humanos más generosos. Quizá porque se la pasan apapachando. Y por añadidura, defendiendo a los nietos frente a los padres ogros.Más cuando entre los abuelos y los nietos hay un vaso comunicante, como por ejemplo, contando historias todas las noches desde la infancia para dormir a los nietos menores.
Y cuando, claro, en el transcurso del día hay la posibilidad de estar cerca y seguir contando historias, digamos, de la vida.
Los abuelos de Gabriel García Márquez eran así:
La abuela le contaba historias de la familia y del pueblo.

Luis Velázquez

Y el abuelo del montón de guerras en donde participó y, caray, siempre salía derrotado.
Además, el abuelo solía llevarlo a conocer hechos y cosas singulares para un niño, como por ejemplo, conocer el proceso industrial para fabricar hielo.
Las historias inverosímiles y deslumbrantes de “Cien años de soledad” nacieron con aquellos relatos, mitad realidad y mitad ficción.

LUNES
El árbol del abuelo

El abuelo paterno de Héctor Fuentes Valdés solía poner dos sillitas cada sábado en el patio de su casa donde vivía solo.
Y siempre las ponía debajo de un árbol de aguacate que daba mucha sombra y que años después debió tumbar cuando las raíces se expandieron a los lados y se metieron a su casa y estaban destruyendo y levantando el piso.
En una sillita el abuelo esperaba al nieto para platicarle historias de su tiempo, historias de su vida, historias de los hijos, historias de gente interesante del pueblo.
Aquella tertulia duraba unas tres horas, en donde luego de estar sentados caminaban en el patio y el abuelo seguía platicando sembrando la curiosidad y el interés en el nieto.
Hacia las nueve de la mañana, la trabajadora doméstica del abuelo ponía una mesita con un mantel blanco y en donde servía el desayuno para el abuelo y el nieto como parte de un ritual sagrado y religioso.
De lunes a viernes, el niño iba a la escuela primaria. Y el abuelo, a su trabajo en el campo donde tenía una parcelita sembraba con maíz y frijol.

MARTES
Un Quijote

El abuelo tenía la figura de El Quijote. Era alto y flaco como una garrocha. Moreno, el rostro afilado, los huesos le brotaban en la cara.
La cara y el cuello repletos de arrugas. Y un bigotazo gigantesco, bien pulido por el peluquero del pueblo.
Caminaba despacio porque luchaba contra las piernas viejas. Y se acompañaba de un bastón.
Ninguna joroba en la espalda. Caminaba derechito y siempre miraba de frente.
Todo en su cuerpo era viejo. Menos sus ojos. Sus ojos eran radiantes y cuando hablaba de cosas desagradables sus ojos parecían relámpagos estallando irascibles.
Y al mismo tiempo, en un dos por tres, mirando al nieto la vista se le llenaba de ternura y delicadeza.
Y sonreía cuando el nieto sonreía escuchando las historias contadas.
Un sábado el abuelo le hizo el mejor regalo de la vida. Un perrito recién nacido. Un french poodle negro. Y como Mike Jackson estaba de moda, entonces así el niño lo bautizó.

MIÉRCOLES
El hombre plural

El abuelo era un puente plural que llevaba a varios caminos sociales y políticos.
Era priista, pero coexistía con militantes de otras tendencias ideológicas y cada quincena desayunaba con ellos y se armaba buen jelengue ideológico.
Y el nieto era el más beneficiado porque siempre lo sentaba a su lado y escuchaba aquellos agarrones políticos y aprendía de la vida.
Un amigo era voceador en el pueblo y estaba metido en el Sinarquismo y el movimiento cristero del centro de la república.
Y cada mes vendía de casa en casa el periódico oficial llamado “El Sinarquista” y el costo era lo que fuera la voluntad de cada jefe de familia.
Otro amigo era sastre y militante del “socialismo con rostro humano” y se creía heredero de Herón Proal, el líder inquilinario que desde Veracruz trascendiera a la república amorosa.
Otro amigo era panadero y panista, aquellos a quienes José Vasconcelos Calderón llamaba “los místicos del poder” porque en los orígenes nunca soñaron con adueñarse del poder público.
Otro amigo era campesino y andaba en el comunismo soñando con la Comuna esperando la llegada de la igualdad económica y social.
Desde entonces, el niño quedó con la preferencia de elegir a personas de la sexta y séptima década como amigos.

JUEVES
“Hombres que parecían gigantes”

Mucho aprendió Héctor Fuentes de aquel singular grupo plural de viejitos.
Por ejemplo, muchos años después, aprendió el desencanto, la duda y la sospecha de los partidos políticos.
Y perdió la esperanza en los hombres de la izquierda, primero, por la ambigüedad moral que solían predicar y vivir, y segundo, por la fuerte corriente autoritaria con que miraban y enjuiciaban a los demás.
Desde entonces llegó a la conclusión, como aquellos senectos, que lo más importante en la vida de un ser humano es la libertad.
Y su hermana gemela, la dignidad.
La sola posibilidad de militar en un partido político lo convenció de estar a un paso de la esclavitud política, social y económica a partir de la existencia de tribus encaramadas en el poder que mandan y tribus militantes que acatan y obedecen.

VIERNES
El río se llevó al abuelo

El abuelo murió de forma trágica. Ahogado en el río Jamapa.
Una mañana se fue a su parcela acompañado de un nieto. Cada uno en su caballito.
Y hacia el mediodía comenzó a llover y llover y llover.
Y se encerraron en un cuartito con piso de tierra, horcones como paredes y techo de lámina.
Y esperaron a que escampara.
Pero hacia la tarde seguía lloviendo y desde lejos escuchaban el ruido de la corriente en el río cada vez más intenso y volcánico.
Y decidieron regresar al pueblo.
Los caballos caminando a la orilla del vado intentaron pasar al otro lado camino al pueblo pero la fuerza de la corriente lo impedía.
Y continuaron buscando un lugar propicio que sintieran, digamos, seguro.
De pronto, el nieto de unos dieciséis años se lanzó al río Jamapa con su caballo y el abuelo, ni modo, lo siguió.
Los dos, luchando contra la corriente para evitar que los arrastrara y el par de caballos luchando por abrirse paso en medio de los árboles y madera que eran arrastrados aguas abajo.
El nieto llegó al otro lado de la orilla y buscó a su abuelo.
Pero el abuelo, de unos 70 (setenta) años, perdió el control. Y el río avasallante se lo llevó y lo arrastró aguas abajo y el nieto le perdió el rostro.
El caballo del abuelo llegó solito, sin jinete, a la otra orilla.
Ya estaba oscuro. Y el nieto únicamente escuchaba el zumbido del río y la lluvia encima.
Y era tarea titánica buscar al abuelo. La familia reanudó la búsqueda al día siguiente, a primera hora, y encontraron el cadáver hacia mediodía, atrapado en un árbol en una vereda del río.


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