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Malecón del paseo
Miércoles 21 septiembre, 2022

Gabo deslumbrante

•Clave, sus abuelos
•Le contaban historias

EMBARCADERO: El padre de Gabriel García Márquez, quien era telegrafista de pueblo en pueblo, siempre se opuso a que su hijo fuera reportero... “Te morirás de hambre” le dijo... Pero el hijo se mantuvo firme, inalterable, a su vocación... Estudió Leyes, digamos, “para disimular” y bajar una rayita a la indignación paternal... Pero pasado un ratito, abandonó la carrera y entregó al periodismo... A los diecinueve años de edad escribía una columna denominada “La jirafa” donde contaba historias

Luis Velázquez

sencillas y comunes de la vida cotidiana… Nunca, por cierto, anduvo atrás de los políticos para una entrevista, ni menos, mucho menos, para cubrir eventos…

ROMPEOLAS: En contraparte, sus abuelos le llenaban la imaginación de fantasías… La abuela, por ejemplo, le contaba historias inverosímiles del pueblo, mientras el abuelo le contaba historias de sus años como militar luchando en el campo de batalla… Fascinante aquel día cuando el abuelo llevó al nieto a conocer el proceso industrial del hielo en la fábrica del pueblo… Y cuando cada vez que el electricista llegaba a su casa siempre aparecían las famosas mariposas amarillas de sus relatos… Tan mágico como aquella gitana que se alquilaba para soñar y adivinar el futuro de sus patrones en turno…

ARRECIFES: De acuerdo con el escritor Juan Villoro, el Gabo pronto aprendió a contar historias según el relato bíblico de los apóstoles, maestros en el arte narrativo… El Evangelio según Juan está basado en un informante que tenía como fuente… El Evangelio según Mateos está basado en reportear archivos y rumores… Un reportero, aseguraba García Márquez, lo primero que ha de tener es un ejercicio receptivo y crítico de los ojos para mirar el mundo alrededor… Y retener en la memoria lo más importante…

ESCOLLERAS: De adolescente y joven, el Gabo fue sonámbulo… En las noches solía levantarse de la cama en la recámara y caminaba… Incluso, se salía de casa… Alguna vez lo encontraron en una calle caminando dormido… Y por fortuna, era un chico paciente y prudente… En otra ocasión, la policía lo halló dormido en la banca de un parque en Bogotá y lo encarcelaron… Y eran sus padres tan pobres, tan pobres, tan pobres, que los amigos le prestaban sus novelas y cuentos y que, claro, devolvía, para conservar el crédito…

PLAZOLETA: En uno de los periódicos donde escribía y publicaba le pagaban 37 (treinta y siete) centavos por artículo publicado… Y él mismo se consideraba el reportero peor pagado del mundo… Incluso, mucho tiempo vivió en un periódico porque simplemente el salario nunca le alcanzaba para contratar una pensión… Menos, mucho menos, un hotel… En la madrugada se bañaba y luego salía corriendo a la facultad de Leyes donde estudiaba… En el diario solía revisar las noticias que llegaban del extranjero por el teletipo y guardaba las notas curiosas, digamos, aquellas llamadas de interés humano, para después darles la vuelta y presentarlos como nuevas ocurridas por ahí, en algún lugar de Colombia…

PALMERAS: Muchos años después, era el único reportero y escritor de su generación en Colombia que se había vuelto rico… Su amigo, el periodista Plinio Apuleyo Mendoza, decía que para entonces, el Gabo pagaba las cuentas de comidas y alcohol de todos ellos, los antiguos amigos y aliados del grupo conocido como “La cueva”, el lugar de sus tertulias… Incluso, y como viajaba tanto, el Gabo se construyó seis residencias en el mundo, todas con el mismo diseño arquitectónico, para llegar a cada una como si llegara a la casa general…


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