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Martes 16 agosto, 2022

Droga priista

El viejito del barrio dice que todos los mexicanos llevamos dentro un PRI chiquito.
Para el anciano, tan viejo y tan sabio, el partido tricolor es sinónimo de autoritarismo.
Incluso, dice, el autoritarismo lo zambulló en el peor fracaso electoral de su historia.
Hoy, por ejemplo, únicamente gobiernan en dos entidades federativas. El Estado de México y Coahuila.
Y es que el legado histórico de la gran cultura priista resulta inverosímil.

Luis Velázquez

Y, claro, hay en la república amorosa una fiebre política, social y religiosa por MORENA. Pero, digamos, su tiempo apenas, apenitas inicia…, a diferencia del PRI que durara 71 años ininterrumpidos en el poder.
De 1929 al año 2000, cuando perdiera la presidencia de la república ante el PAN. Y por dos sexenios consecutivos. Tres sexenios a la fecha en que ha salido derrotado. Vicente Fox. Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador.
Por eso, el viejito del barrio ocupa los últimos días de su vida en compendiar la cultura priista en el siglo XXI, refundida en el tuétano social:

1) Sin duda, y en primerísimo lugar, el Dedazo, La cargada, La estampida de los búfalos, las urnas embarazadas, el robo de ánforas, la compra de votos, estás conmigo o estás contra mí. Las porras y el duelo de porras. La matraca. El besamanos.

2) El país debe al PRI la corrupción política, la creación sexenal de millonarios y en el mayor de los casos, en la impunidad.

3) La intriga y el rumor. El chisme y las versiones infundadas.

4) El oportunismo para ascender al poder. Incluso, la lección priista de “tirarse al piso” y arrojar incienso a las tribus gobernantes en cada sexenio.

5) La vida dispuesta a inmolarse por una presidencia municipal, una sindicatura, una regiduría, una curul local y federal.

6) El cañonazo de 50 mil pesos y que como dijera Alvaro Obregón, “ningún general rechaza”. Por añadidura, tampoco ningún civil. Ningún político más o menos encumbrado.

7) Y por añadidura, la gran cultura de “ordeñar la vaca” y “meter las manos al cajón”.

8) El nepotismo para incorporar en la nómina y en cargos públicos a la familia, a los parientes, los compadres, los amigos, los socios y aliados en negocios lícitos e ilícitos, las empresas fantasmas, y de paso, claro, las Barbies y que tan importantes son o suelen ser en el ejercicio del poder.

EL JEFE MÁXIMO DA Y QUITA

9) Los campesinos organizados solo para votar. La organización campesina para producir, una mitología clásica. Igual que los obreros. Igual que la clase media.

10) Fidel Velázquez, líder eterno de la CTM, incluso, hasta su muerte, el Gran Destapador de los Candidatos Presidenciales. De hecho y derecho, el Santo Fidel laico de la religión priista.

11) El presidente de la república y el gobernador y el alcalde y los Secretarios de Estado, mandan. Y si se equivocan, vuelven a mandar.

12) Los jefes máximos de la política dan y quitan. Y si es necesario y conveniente por salud de la república, vuelven a dar y vuelven a quitar.

13) Los jefes imponen a los suyos en cargos públicos y sin rendir cuentas a nadie. Y si las circunstancias así lo indican, despiden sin tampoco rendir cuentas. Los jefes son la última palabra. Casi casi, infalibles, como el Ser Superior de la religión católica y apostólica.

14) Y como en el ejercicio del poder los políticos encumbrados trabajan mucho para dignificar la vida de la población, entonces, justicia divina que tengan mansiones en el fraccionamiento residencial, edificios de departamentos, ranchos, ganado, casita de campo en Acapulco y Cancún, pues, y en todo caso, ha de recordarse, son dueños únicos y absolutos de la honradez. También, claro, de la intriga palaciega y de la demagogia para “darse golpes de pecho” y declararse ángeles de la pureza y transparentes.

15) Dueños del poder político, económico y social, merecen el arrastro popular entre las masas. De la noche a la mañana son declarados héroes de la patria. Y como Calígula, el emperador romano, llegan a decir que “a veces me siento Dios”.

16) Nada expresa la levitación de los políticos como los discursos incendiarios y patrioteros donde se declaran Su Alteza Serenísima, el Prócer de la República Amorosa, el Juan Camagüey, el Odorico Cienfuegos, el Mero Mero.

MALDICIÓN BÍBLICA

De los años 1929 a 2000, la cultura priista alcanzó “la plenitud del pinche poder”. Así era el priismo. Así, y con todo “los golpes de pecho” que se asesten los panistas, los perredistas, los emecistas, los petistas, los verdes y los políticos guinda y marrón, también son ellos.
La maldición bíblica cae como fardo en la vida política. En las neuronas y los corazones de los mexicanos hay un priista.
Y, claro, bien pudiera estar más pulido y refinado. Incluso, levitando, de tal forma que “su mano izquierda nunca sepa ni conozca las travesuras de la mano derecha”, ni viceversa.
Nunca el priismo tuvo frase célebre, imborrable y memorable como la de la Fiscal General cuando tomara posesión de su edificio de gobierno y de poder. “Aquí mando yo”.
Casi casi como Javier Duarte cuando acuñara aquella de “Aquí nada pasa”.
¡Vaya paradoja!, montón de políticos en las alturas, incluso de MORENA, fueron priistas. Y ni modo que su cultura priista la hayan jubilado y encerrado en el baúl de los recuerdos y la nostalgia.


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