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Martes 09 agosto, 2022

Asesinato en la Iglesia

Sin “darse golpes de pecho”, sin exagerar la nota y los hechos, sin llenar las neuronas y el corazón de podredumbre, pero la vida en Veracruz está en el peor de los peores de los tiempos.
“Yo, la peor” escribiría sor Juan Inés de la Cruz cuando las tribus eclesiásticas de entonces se le fueron encima por escribir poemas.
El viernes 5 de agosto, en la iglesia “La Luz del Mundo”, en el municipio de Atoyac, el infierno.

Luis Velázquez

“El infierno tan temido” que desde Javier Duarte ejerciendo el poder en Veracruz fue iniciado cuando un mediodía en la iglesia de Santa Rita de Casia, en la ciudad jarocha, los malandros secuestraron a un feligrés y delante de todos, echando tiros al aire, se lo llevaron.
Ahora, en la iglesia de Potrero Nuevo, una mujer, Dalila C. R., de 58 años de edad, fue asesinada.
De hecho y derecho, le pasó lo mismito que al parroquiano aquel de la sierra tarahumara cuando huyendo de los malosos entró a una iglesia de jesuitas y lo mataron, pero también ejecutaron a dos religiosos.
La señora Dalila iba caminando hacia las 7 de la noche por la avenida 12 de octubre. Entonces, sintió y comprobó que unos desconocidos, pues a nadie identificó, la iban siguiendo.
Ella caminó a prisa y con prisa. Entonces, llegó a la iglesia y se introdujo.
Y los desconocidos atrás de ella.
La iglesia, llena de feligreses.
Los malosos dispararon en tres ocasiones a la señora de 58 años aterrorizando más a los fieles.
Y como en la canción de Rosita Alvírez, de los tres balazos únicamente uno era mortal y Dalila fue asesinada en el interior de la iglesia.
Luego, los malosos huyeron tan campantes y se perdieron en la tarde/noche violenta de Veracruz.
Y cuando uno de sus sobrinos, Francisco N. la identificó comprobó el tiro incrustado en el cuerpo.
Palabras mayores que los sicarios y pistoleros, carteles y cartelitos, malosos y malandros, estén matando a personas hasta en el interior de las iglesias.
Como si de hecho y derecho fueran dueños de los doscientos doce municipios del Estado jarocho.
Y por añadidura, ya nada peor puede esperarse.
La vida, prendida con un alfiler.
Un secuestro hasta en la propia casa, una desaparición, una tortura, un asesinato, una fosa clandestina, a la que los ocho millones 150 mil habitantes de Veracruz estamos expuestos.
Nadie puede festinar que ya libró la curva impetuosa de la muerte. El tsunami de la muerte.
Todo, claro, dirían los Servidores de la Nación de la 4T, porque los gobernadores antecesores así dejaron Veracruz.
Un estercolero en la seguridad en la vida y los bienes.

VERACRUZ DESCARRILADO

Desde hace ratito, la vida está desbordada.
Por ejemplo:
Personas secuestradas en su domicilio particular.
Señoras asaltadas en iglesias cuando rezaban el rosario en la tarde/noche.
Familias asaltadas en puestos de tacos.
Hombres ejecutados en un balneario en domingo y delante de niños, mujeres, ancianos y hombres.
Mujeres desaparecidas cuando caminaban en la calle y avenida.
Cadáveres colgando de árboles y puentes.
Cabezas decapitadas abandonadas encima de la mesa en un antro.
Autobuses de pasajeros asaltados tanto en las zonas urbanas como en las carreteras y caminos.
Y en el día y en la noche.
Ancianas asesinadas en su casa únicamente para el robo.
Las masacres de Minatitlán y Coatzacoalcos y en donde hasta niños fueron rafagueados en una orgía de balas y sangre, oliendo a pólvora y muertos.
Chicas plagiadas en un antro y desaparecidas.
Ahora, el primer asesinato en una iglesia de Veracruz, y en el caso, en el municipio de Atoyac, allí mismo donde antes, mucho antes, el cadáver de una chica de 17 años de edad fue abandonado en el patio trasero de la comandancia de policía y expuesto al sol llegaron los zopilotes y le arrancaron los ojos, lo primero que se tragan.
La vida se ha vuelto, está convertida en un infierno.
Y los habitantes de Veracruz estamos “atrapados y sin salida” en el rincón más arrinconado del infierno.
En la población hay miedo, temor, terror, angustia, pánico.
Y en abono de la 4T en Veracruz se dirá que el resto de la república amorosa están igual. O peor.
Como en el caso del góber precioso de Sonora, el ex priista y ex panista, ahora morenista, Alfonso Durazo, quien pretendió imponer La Ley Bozal a los medios prohibiendo publicar notas sobre el oleaje de la violencia descarrilada.
Una ley fuera de tono constitucional, más ahora en el tiempo de las redes sociales cuando las noticias suelen publicarse “en el momento que suceden”, incluso, hasta antes de que la policía llegue a dar fe y testimonio.
Se ignora, digamos, la historia de la señora Dalila C. R., ejecutada en la iglesia de Potrero Nuevo.
Los policías municipales bien podrían argüir que tenía malas amistades y que constituye la querencia más socorrida y hasta para justificarse.
Pero con todo, la realidad es dura y ruda. Ta’canijo, el peor de los mundos, asesinar a una mujer de 58 años de edad en el interior de la iglesia.
Y más delante de los feligreses.
Y más, en un Veracruz campeón y bicampeón nacional en Feminicidios.
Y secuestros.
Y extorsiones.
¡Qué duro y difícil se ha vuelto vivir en Veracruz!


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