Dice: “Dios es amor”.
Es la casa del maestro y periodista Alfonso Valencia Ríos, director que fue de la antigua facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana, ahora de Comunicación.
De ida y vuelta, los conductores la miran. El letrero modesto y sencillo resulta inevitable. Forma parte del paisaje.

DOS. Lector de la Biblia

Durante muchos, muchísimos años, ahí estuvo. O está todavía.
En un principio, hubo choferes para quienes la frase de “Dios es amor” fue tomada de la Biblia.
Y por eso mismo, se aseguraba que don Alfonso, igual que Carlos Monsiváis Aceves, Carlos Fuentes Macías y Gabriel García Márquez, el trío de escritores latinoamericanos, leía la Biblia.
Y la leía, según el trascendido, en la noche, luego de su intensa y volcánica tarea periodística reporteando y escribiendo desde las 7 de la mañana de cada día, casi casi, al amanecer.

TRES. Lector de León Tolstoi

Pero además de que así habría sido, la frase está en uno de los cuentos de León Tolstoi, considerado el mejor escrito del mundo en el siglo pasado.
El cuento se llama “En donde está el amor allí está Dios”.
Tolstoi también leía la Biblia una vez cada año. Incluso, en muchos de sus relatos el relato bíblico permea.
“Veinte y las malas” que el profe Valencia Ríos habría tomado la frase de Tolstoi, a quien leía, quizá sustentado en la Biblia, y que también solía leer, viviendo el cristianismo a su modo.
Claro, la frase de Tolstoi de ocho palabras, don Alfonso la redujo a tres. “Dios es amor”.
Es decir, el hecho noticioso concreto, específico, lacónico y macizo.

CUATRO. Dios contigo

Tolstoi cuenta la historia de un campesino ruso que tiene un sueño. En el sueño un hombre le dice que al día siguiente permanezca en su casa pobre y esté pendiente porque tendrá visita importante.
“Dios te visitará” le dice aquel hombre en el sueño.
El campesino se levanta temprano, se baña y arregla, y toma un cafecito y se pone a chambear y espía la puerta y la ventana.

CINCO. El rostro de Dios

Entonces, de forma aislada van llegando tres personas. Las tres, pobres. Las tres, vestidas con harapos y zapatos viejos y rotos. Las tres, con hambre. Las tres, temblando de frío. Una de ellas, la última, una mujer con un niño casi moribundo de tanta hambre y frío.
Y el campesino recibe a los tres en su casa. Y les ofrece cafecito caliente y calienta la sopita del día. Y les regala ropa y hasta zapatos. Incluso, les obsequia una moneda cuando se despiden.

SEIS. El maestro Valencia, solidario y generoso

Hacia el atardecer, el campesino estaba seguro de que el sueño con aquel hombre diciéndole que Dios lo visitaría sueño era.
En la noche cenó su cafecito sin pan y se acostó a dormir.
Pero entre la vigilia y el sueño, los dos hombres y la señora con el hijo que llegaron a su casa se le aparecieron como una visión esotérica.
Y el campesino entendió y comprendió que los tres eran enviados de Dios.
En toda su vida como maestro y reportero, don Alfonso Valencia Ríos siempre fue generoso y solidario con los demás.
Y siempre ayudaba en las formas posibles de su vida.
Un día, un campesino de la montaña negra de Zongolica, Celedonio Macuistle Tecpile, llegó en la madrugada y se plantó a la entrada de la estación de radio, la XEU, donde don Alfonso hacía comentario radiofónico.
Y el campesino se le acercó y le dijo que únicamente había venido a la ciudad jarocha para conocerlo porque todos los días lo escuchaba en su pueblo, Astacinga.
Don Alfonso se lo llevó a desayunar al café de “La Parroquia”, entonces, en la avenida Independencia.