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Martes 26 julio, 2022

La suerte de un reportero…

•Jorge Wínckler fue detenido en Puerto Escondido donde el periodista Noé Zavaleta pasaba el fin de semana...

•“¿Qué parentesco familiar tiene con el detenido? fue la frase que me dijeron para recibirme en la Vicefiscalía de Puerto de Oaxaca”

•A FGR no le notificaron, a las Fiscalías de Oaxaca y Veracruz tampoco; detención por la libre entre la SEDENA y Comisión Nacional de Seguridad

•Wínckler fue detenido en soledad, cuando salía a ejercitarse en el adoquín y andador del Pacifico mexicano/Noé Zavaleta, en Misión Especial/Foto de Yerania Rolón

  • Noé Zavaleta. Atrás de la noticia...

  • Jorge Wínckler: Su última carrera

En los dos pisos del inmueble de la Vicecoordinación de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca, fui tocando “puerta por puerta” preguntando qué Ministerio Público llevaba el caso de la detención del exfiscal de Veracruz, Jorge Wínckler Ortiz.

La tozudez reporteril llamó la atención de la “comandante Maura” y de un Policía Ministerial, quien desde su oficina y con arma de grueso calibre en el escritorio preguntó a “raja tabla”: “¿Cuál es el parentesco que tiene usted con el detenido?”.

“Ni Dios lo mande, contesté; soy periodista, refuté mientras el Ministerial me pedía una identificación. Al ver a un “presunto periodista”, cámara Nikon al hombro, chanclas con arena en las suelas y una bermuda larga puse en desconcierto al personal ministerial, cuya última detención fue un día antes, al aprehender a un presunto feminicida agravado en el balneario de Huatulco.

Diez eternos minutos de espera, de escuchar claves en un radio, de mensajes de WhatsApp y telefonemas a Oaxaca, de escuchar mi nombre en susurros. Hasta qué, por alguna extraña razón, me dicen que el Fiscal a cargo de dicha oficina, el comandante Manuel Vázquez, desea verme.

El único reportero en este balneario costero pasará a hablar con el “mandamás” de la Fiscalía de las costas de Oaxaca; en otros momentos debería de sonreír, pero por ahora sólo recuerdo que hoy en la playa Manzanillo, Zicatela y Puerto Angelito había una panorámica rebosante de turistas argentinas, francesas y españolas, de esas que son talladas a mano por la diosa griega Afrodita y que yo estoy “bañado en sudor” siguiendo la pista del exfiscal de Veracruz, Jorge Wínckler, aquel que se fugó por la puerta grande del inmueble de Arco Sur en septiembre del 2019.

“Oiga, el mismo interés que tiene usted lo tiene la delegación de la FGR y el titular de la Fiscal, ambos ya me llamaron para saber si lo tenemos, pero no; pero aquí ni avisaron ni pidieron colaboración… es difícil que entre gente armada a hacer una detención sin avisar, pero quien se lo haya llevado entró sin avisar” expuso Manuel Vázquez en entrevista.

Son casi las 2 de la tarde. En Xalapa suenan los rumores de que Jorge Wínckler está “aprehendido” desde un día antes y lo tienen guardado; una versión yunista apunta a que “él se entregó” y lo tienen guardado en un batallón militar cercano a Zicatela. La más certera apunta a que está en el batallón Militar de El Lencero en Emiliano Zapata, esperando ser entregado a las autoridades de Veracruz.

Mientras Wínckler Ortiz atravesaba por aire el Pacífico mexicano con rumbo al Golfo de México, la pericia reporteril permitió obtener los siguientes datos: Wínckler no opuso resistencia al momento de su detención; iba de tenis y short adaptándose a su vida de oaxaqueño en la Costa.

Que mientras Wínckler,era trasladado a Veracruz, en las casas del exsecretario de Gobierno, Flavino Ríos -otro oaxaqueño- y del exfiscal Luis Ángel Bravo se destapaban mezcales y tequilas para “celebrar” en un San Lunes la detención del antecesor de Verónica Hernández Giadans.

Cae la tarde en Puerto Escondido, el atardecer es espectacular, el astro solar acaricia con sus rayos las plazas Coral, Carrizalillo y Puerto Angelito. En las agitadas playas costeras, las últimas extranjeras de este paradisíaco balneario sorben sus últimas cervezas y mezcales, mientras se tapan sus diminutos bikinis. Una sombra coqueta se ciñe sobre las ceibas y árboles frutales que rodean el andador de Puerto Escondido, pienso en cuantas tardes se habrá sentado Jorge Wínckler, aquí en alguna banca o adoquín a observar el alba o ver el atardecer.

Pienso en lo que habrá ido pensando Wínckler, mientras sobrevolaba las costas del Pacífico, rumbo a las tersas aguas del Golfo de México; pienso aún más en la frase que dejó inmortalizada ante militares y ministeriales: “En esto no me voy a ir solo”. Sonrió.

Creo que por hoy ha sido todo. Es momento de destapar un mezcal, mojar un limón en sal de gusano y volver a casa, en mi caso, en completa libertad.


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