Matan a unos. Vivos se llevan a otros. A un señor de la séptima, octava década, le dan tremenda madriza. Luego lo liberan “en calidad de bulto”.
A la quincena, la madre en el pueblo empieza a desesperarse. Ningún aviso, ninguna señal del hijo.

DOS. Siguiendo la pista…

Desesperada y angustiada, la madre agarra petaca de ropa y toma camino. Una que otra vecina solidaria le ofrece una morrallita. Ella da las gracias con humildad en los ojos y la rechaza. “Si la necesito te lo digo”.
Y se va siguiendo la misma ruta del hijo. Y llega a la frontera norte, en los límites con Estados Unidos.
Casas de asistencia para los migrantes. “Polleros” por todos lados. Policías migratorias y municipales y estatales y federales.
El caso. La confusión. Los días y noches confusos.

TRES. “Debo encontrar a mi hijo”

La pelea por un espacio para dormir. Y comer. Y asearse.
De pregunta en pregunta va encontrando una lucecita.
Una activista social le da como referencia que en los días cuando habla de la partida del hijo en tal pueblo y en tal ruta montón de chicos fue rasurado por los malandros. Y un señor golpeado.
Y le ofrece la dirección del anciano golpeado. Pero vive muy lejos, en otro pueblo, y te expondrás le dice.
“Debo encontrar a mi hijo” (David Illescas) dice la madre (Mercedes Hernández) en thriller documental de Fernanda Valadez, filmado en el año 2020, con un premio en Sundance y que puede mirarse (y admirarse) en Prime Video.

CUATRO. Búsqueda de una madre

Otra vez, la madre agarra camino. Viaja en autobús urbano. En camioneta redilas. A pie.
Y cuando está a punto de llegar se pierde en un camino sin final tratando de llegar al pueblo solitario de aquel anciano.
Un chico le ofrece ayuda. Le dice que tiene cinco años fuera de casa y regresa a buscar a su señora madre.

CINCO. El asesino solitario

Y cuando llegan, la casa está vacía. Y en la noche cuando duermen llegan los malandros con el rugir de las camionetas.
Ellos se levantan de la cama de piedra temerosos de una bala perdida, un rafagueo, un fuego cruzado.
Y de pronto, en la noche sin luz, ni siquiera de la luna, aparece un pistolero y dispara al chico aquel y lo mata.
Luego, el asesino solitario persigue en la noche a la señora que corre y corre.
Hasta que de pronto, el sicario le da un empujón por la espalda con la cacha de la r 15 y la señora cae al suelo.

SEIS. Pistolero salió el hijo

Y cuando cae la señora se da la vuelta para encarar al pistolero y el sicario se acerca y se va iluminando con la lámpara.
Y descubre la cara de su señora madre. Y los dos quedan perplejos, azorados, perturbados por el estado en que se descubren.
El joven pistolero le dice: “Mamá”.
“Hijo” responde ella.
Luego, el chico sicario le dice: “Mamá, discúlpeme. Luego le cuento mi historia. Pero váyase, váyase de aquí, la matarán”.
Y en la noche oscura, la señora huye por un camino que va haciendo al andar mientras a lo lejos, en el filme aparecen juegos de luces como si fuera una magia de colores, pero se trata de un efecto cinematográfico.