Y cada semana hacía milagros para terminar con unos centavitos para seguir comiendo.
Y en el pueblo únicamente había escuela primaria. Y los niños de color, y ciegos y discapacitados, estaban, de hecho, veDados.
Y, sin embargo, Ray Charles se volvió un extraordinario panista, tiempo del jazz, en EU.
Muchas, demasiadas, excesivas “cornadas le asestó el hambre” y se levantó encima de aquella dura y ruda adversidad.

DOS. “Tú vales mucho, hijo”

En el pueblo, un anciano le enseñó a tocar el piano cuando era niño.
Y los vecinos y conocidos y amiguitos lo menospreciaban porque era pobre y ciego y andaba con los pies descalzos, imposibilitada la madre de comprar unos zapatos a sus dos hijos, uno de los cuales, niño, se ahogó en una cubeta.
Sin un familiar, sin conocer a nadie, niño aún, pianista ya, la madre lo trepó en un autobús de pasajeros con destino a Los Angeles.
Y le dio su bendición. Y unas palabras que animaron y reanimaron su vida:
“Tú vales mucho, hijo. Y creo en ti”.

TRES. Tocando en bares de mala muerte

En Los Angeles anduvo por ahí tocando puertas en un bar. Y nunca se las abrieron.
Le dieron una oportunidad en un cuchitril, cantinucha de mala muerte, con trabajadoras sexuales de quinta, sexta, séptima categoría, y borrachitos.
Incluso, para seguir estudiando autodidacta que era, Ray Charles se quedaba en aquel bar solitario tocando en la madrugada.
Y, claro, también era una triquiñuela para dormir en el bar y ahorrarse el pago de un departamento… y que, bueno, ni siquiera le alcanzaba.
En el cuchitril aquel le dieron chance de tocar… a cambio de la comida.

CUATRO. “Soy lisiado. No estúpido”

Su talento era mucho mayor. Y el recuerdo de la madre pobre era mucho más intenso, razón suficiente y poderosa para seguir luchando.
“Soy lisiado y ciego, pero no estúpido” solía exclamar cuando lo agraviaban. Y se burlaban y mofaban.
Y para armarse de valor moral repetía que “soy ciego, pero mis oídos son mis ojos y me guió por los ruidos”.
Eran Los Angeles en el año 1950 y Harlem, el barrio de la gente de color, en 1952.
Y dado su gran talento de Los Angeles debutó en Nueva York hacia 1953 y en 1954 ya estaba en Atlanta.
Incluso, ya tenía su propia orquesta.
Y estaba casado y era padre de tres hijos.

CINCO. En el fondo del infierno

Y como es natural, famoso, tenía amantes. Todas, claro, mujeres de color. Cantantes. Solistas. Danzantes de música clásica.
Y las mujeres lo llevaron y hundieron en el alcohol. Y luego en las drogas.
Y llegó al fondo del infierno y tenía visiones infernales, monstruos que se le aparecían en el viejo esotérico.

SEIS. Genio del jazz

Su esposa, siempre tolerante, le puso ultimátum y con humildad aceptó someterse a tratamiento médico en un hospital, internado el tiempo suficiente.
Y pudo rehabilitarse.
Y recuperó su nombre y prestigio. Y anduvo de gira en Estados Unidos. Y grabando discos. Y ofreciendo conciertos.
Y hasta creando una fundación para niños de color, donde además de la escuela primaria y secundaria, los becaba para estudiar música.
Todos le llamaban “Genio”.
Genio del jazz. Genio del piano. Genio del saxofón. Genio como compositor. 1930/2004.