Incluso, si el paisaje urbano y suburbano, indígena y rural, ha cambiado y en los ríos flotan cadáveres en vez de pescaditos, y de los puentes cuelgan cadáveres y de los árboles caen huesos en vez de florecitas, todo lo vemos como un acto natural, propio de la civilización y la cultura, digamos, la nueva cultura.

DOS. En las grandes ligas del infortunio

Antes, mucho antes, el tiradero de cadáveres los veíamos en las películas en blanco y negro luego de un festival de tiros entre los buenos y los malos y entre los policías y los asaltantes.
Después, leíamos del tiradero de cadáveres en los frentes bélicos del mundo, como ahora, por ejemplo, Rusia contra Ucrania.
Un tiempo leíamos que la frontera norte, con Ciudad Juárez al frente, era la ciudad más nociva y dañina del mundo ante tanto sacrificio humano.
Después, que también Sinaloa. Ahora, Veracruz, en las grandes ligas del infortunio.

TRES. Vientos favorables

Pero, y debido a los astros acomodados a favor de Veracruz con vientos favorables, el terror y el miedo, el pánico y la incertidumbre y la zozobra, tienen carta de adopción en los 212 (doscientos doce) municipios de la entidad.
Y como decía aquel, “nada humano es extraño”.
Humano es alegrarse y llorar. Estar contento y triste. Ser feliz e infeliz. Soñar con la utopía y caer de la nube. Vivir y morir. Estar sano y enfermarse.
Entonces, el tiradero de cadáveres se ha vuelto tan natural que hoy más que nunca los niños juegan a los policías y los sicarios y entre más muertos logran más dichosos se ponen.

CUATRO. Legado de Javier Duarte

Javier Duarte convirtió a Veracruz “en el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”.
Y también encumbró a la tierra jarocha como la sede nacional de las fosas clandestinas y, por añadidura, de la desaparición forzada, resultante de la alianza de políticos, funcionarios públicos, jefes policiacos, policías y carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malandros y malosos.
Pero a Duarte quizá le faltó el plus del señor García Jiménez como gobernador, pues ahora, Veracruz es campeón nacional en feminicidios, secuestros y extorsiones.

CINCO. Jugosa plaza Veracruz

Hay muertos por hambre. Por enfermedades imposibles de curar como manda el ritual médico, digamos, y entre otras cositas, por falta de recursos para un tratamiento médico.
Hay muertas por tanto machismo. Y, claro, por tanta impunidad, pues los delincuentes organizados y comunes saben que si nada pasa cuando cometen crímenes, entonces, siguen delinquiendo, fuera del orden, matando.
Hay muertos por el COVID. Y por el Sida. Y el cáncer.
Pero hay más, mucho más muertos por los ajustes de cuentas entre carteles disputando la jugosa plaza Veracruz.
Y muertos civiles como parte del sacrificio humano.

SEIS. Sazón jarocho

Pero como en los tres últimos años y un semestre, “la muerte ha tenido permiso” en Veracruz y siempre hay balas perdidas, los crímenes forman parte ya del día y de la noche, la sazón jarocha de “La bamba” y “El tilingo lingo”, de las picadas y gordas y el café lechero y la canilla.
Bien reza el dicho de la 4T, “Veracruz me llena de orgullo”.
“Ta’gueno”. Bendito el Ser Superior…