Y mucho menos hay investigadores llevando la bitácora de los hijos huérfanos y parejas viudas que han dejado los sicarios y pistoleros, malosos y malandros, carteles y cartelitos en esta sórdida, siniestra y sombría tirotiza, ajustes de cuentas, rafagueos, masacres, fosas clandestinas y pozoleadas.

DOS. Seres humanos con familias

Cierto, son malosos. Pero también seres humanos con parejas y viudas.
Y más, desde cuando el presidente de la república amorosa ha preconizado desde “La mañanera” que para ellos besos y abrazos y saluditos de mano a las madres de ellos en giras políticas y sociales.
Entonces, con todo y que están fuera de la ley, también son padres de familia y tienen esposas, parejas, amantes amadas, y dejan viudas, y una cadena interminable de hijos en la orfandad.
Y por eso mismo, significa una tragedia humanitaria el destino de los hijos y las viudas de los sicarios.

TRES. Vida económica difícil

Más, mucho más, si es cierto como trasciende que se metieron de sicarios para arriesgar la vida en cada operación malsana porque era la única posibilidad económica para llevar el itacate a casa.
Entonces, partieron de sus casas a la chamba truculenta dejando hijos y parejas.
Y cuando miles quizá han muerto en el fuego cruzado con los adversarios y enemigos de otros carteles, los hijos quedaron en la orfandad.
Y las parejas viudas a desempeñarse como jefas del hogar, madres y padres, y a enfrentar la vida, quizá empezando de cero, pues con todo y que los maridos trabajan para los carteles también suelen llevar una vida difícil en materia económica.

CUATRO. Derecho a vivir

Nadie sabe el número de malosos al servicio de los carteles.
Pocos conocerán el salario que percibe todos y cada uno de ellos.
Menos se ha conocido el número de pistoleros ejecutados y muertos en esta guerra del gobierno iniciada con Felipe Calderón, sostenida por Enrique Peña Nieto y reproducida por AMLO.
Pero vaya paradoja, nadie habla de los hijos y las viudas de los narcos… y quienes también son seres humanos con el legítimo derecho a vivir.

CINCO. Gran pendiente social

Los hijos menores de los narcos sacrificados se habrán refugiado, digamos, con los tíos y los abuelos.
La madre trabajando por ahí. Acaso los hijos mayores al frente de la familia.
Pero con todo, significan un gran pendiente social en un país que, por desventura, seis de cada diez habitantes están en la miseria, la pobreza, el desempleo y la jodidez.
Y lo peor, sin ninguna lucecita que alumbre el largo camino de la desesperanza y el desaliento.

SEIS. Vida volcánica

Los malosos se habrán ido con los carteles quizá, claro, porque les gusta la vida intensa, volcánica y frenética.
Pero de igual manera, por la falta de oportunidades laborales para vivir con dignidad en el día con día.
Entonces, ta’canijo que de pronto, la familia sea avisada que el señor murió en un fuego cruzado, en un tiroteo.
Y/o en todo caso, que fue desaparecido.
¡Vaya golpe para las esposas! ¡Y para los hijos, sobre todo, para los hijos mayores que ya entienden los hechos adversos!
Es el país, que ni modo, “¡nos ha tocado vivir!”.