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Diario de un reportero
Sábado 11 septiembre, 2021

El anacoreta del pueblo

•"Veracruz será destruido"
•El Carro de los Muertos

DOMINGO
El anacoreta del pueblo



En la última semana del mes de febrero del año 2020, Pedro, el anacoreta del pueblo, vivía en una cueva de la montaña de "Doña Chana", allí donde el siglo pasado se refugiara huyendo Antonio López de Santa Anna, tres veces gobernador de Veracruz y once presidente de la república.
Pedro, el anacoreta de unos 60 años, ermitaño, se vistió de blanco ropa indígena, huipil y huaraches y morralito al hombro, y bajó al pueblo como lo hacía una vez al mes para comprar despensa, pues vivía solo, sin mujer que lo acompañara.
Entonces, anduvo de calle en calle gritoneando la siguiente frase bíblica: "Veracruz será destruido. Veracruz será destruido".
Todos lo tiramos a loco. Aquella ocasión, sin embargo, hubo quienes quedaron electrizadas, como un cortocircuito y vieron en su frase el anuncio del peor de los mundos.

Luis Velázquez

Sobre todo, las señoras de la iglesia rezando el rosario en las tardes.
Más, porque el anacoreta añadía otra frasecita acalambradora: "¡Oh Dios eres grande e implacable!".

LUNES
La pandemia de cien años

Pedro, el anacoreta, tenía razón.
Una semana después, el gobierno de la 4T aceptaba de manera oficial que el país estaba en medio de la pandemia más canija de la historia en los últimos cien años. El COVID.
El COVID que en la llamada Tercera Ola, y una semana después del regreso a clases presenciales, dejara en Veracruz el siguiente saldo oficial:
162 municipios, de los 212, en semáforo rojo. Cincuenta, en semáforo naranja.
Las plazas, centros comerciales, restaurantes, cafés, playas y antros, anexos y conexos, totalmente atosigados, como un fin de semana turístico cualquiera.
Todavía peor:
En Coatepec, maestros con COVID en la escuela José María Morelos. Nogales: niños contagiados. Xalapa: triplicados los casos de menores infectados. En Orizaba, la Diócesis rezando para que los niños sean vacunados. El domingo 5 de septiembre, en un solo día, en menos de 24 horas, 322 personas contagiadas.
Siete menores amparados en el estado de Veracruz para ser vacunados.

MARTES
La enfermera estafadora

En el "Diario del año de la peste", Londres 1665, el escritor Daniel Defoe cuenta la historia de una pandemia.
Entre otras cositas, por ejemplo, la aparición de unos astros en el cielo anunciando los días huracanados. El éxodo de miles y miles de gente a otras latitudes geográficas, algunas veces, acompañados de la servidumbre.
El saqueo de los pobres, todos en la miseria y la pobreza, de las residencias abandonadas de los ricos huyendo de la muerte.
La población jodida sublevada a un gobierno que por decreto anunciaba la desaparición de la peste y la vuelta a la normalidad, cuando, caray, todos los días, las parroquias de los pueblos anunciaban más y más y más muertes. Y un terrible, espantoso y creciente desempleo.
Cosas de la vida: en el estadio Luis "Pirata" Fuentes, en Boca del Río, donde fue instalado un módulo de la secretaría de Salud, una enfermera fingió aplicar una vacuna a un chico.
Y que la cachan. Y la demandan en la Fiscalía General. Y le abren expediente. Y la secretaría de Salud anunció que sería suspendida y retirada su licencia para trabajar.

MIÉRCOLES
Enviado de Dios

Igual o peor de insólito que al momento, siete niños del estado de Veracruz estén amparados para ser vacunados porque el COVID ha causado duros y rudos estragos cardiacos de tensión y nervios.
Incluso, una niña interpuso amparo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y lo ganó, y luego de ser comunicado, el secretario de Salud, el doctor del bigotito, de baja estatura, rotoplas, ni siquiera, vaya, la recibió, de igual manera como también nunca recibió a los padres de familia con hijos con cáncer en una girita en la ciudad jarocha a la Torre Pediátrica.
Y, bueno, si una y otra actitud se empalman, entonces, significa, "veinte y las malas", que expresó su filosofía de vida, el desdén, el menosprecio y desprecio con que ha llegado al poder estatal creyéndose un iluminado, un enviado de Dios para salvar la tierra, y que con todo fue nombrado director del Hospital Regional de Coatzacoalcos cuando el panista Miguel Ángel Yunes Linares gobernó Veracruz durante dos años.

JUEVES
Aparecen astrólogos y profetas

De pronto, en el pueblo la gente se horrorizó. Todos los días, por ejemplo, la iglesia tocaba las campanas a duelo anunciando en la mañana y la tarde un muerto más.
Entonces, en varias colonias y barrios aparecieron curiosos anuncios en algunas casas informando que ahí vivía un astrólogo, un chamán, un adivino, un profeta, para leer la suerte y el destino de cada habitante y determinar si sobrevivía a la pandemia.
Y de pronto, tuvieron alta demanda. Incluso, había quienes extrañaban la llegada de los gitanos con sus guapas y sensuales gitanas para leer la suerte en las líneas de las manos y elaborar un horóscopo.
Muchos paisanos dejaron de ir a la iglesia para implorar la misericordia de Dios y mejor apostaron sus vidas a los magos y adivinos.
Pedro, el anacoreta, era mano. Y todos los días peregrinaciones de la gente a su cueva, en la montaña del pueblo, para que les descifrara su oscuro porvenir.
Nadie se habría equivocado asegurando que muchos paisanos murieron, más que por el COVID en sí mismo, por el miedo colectivo al COVID, más asustados que nunca.
Mínimo, montón de paisanos privados de la razón, atrapados en las enfermedades existenciales como la angustia, la depresión y la desesperación.
En el pueblo, el alcalde creó y recreó el llamado "Carro de la muerte" que mañana y tarde pasaba por las calles levantando cadáveres para llevar a la fosa común en el panteón municipal.

VIERNES
Políticos reducidos a la nada

En aquel tiempo, nada fue tan importante en el pueblo más que la vida y la muerte.
Ni siquiera, vaya, hubo jolgorio cuando la jarocha Diana García ganó el concurso estatal de Miss Veracruz camino a Miss México. Ni cuando en Xico, el pueblo mágico donde "de todos modos morirán" que dijo la alcaldesa, asesinaron a una mujer más. Ni cuando Zulma, la niña, puso "patas arriba" al secretario de Salud.
Ni cuando en Papantla quemaron con agua hirviendo a un perrito pitbull.
Fue el tiempo, que escribió Daniel Defoe, cuando "los políticos quedaron reducidos a la nada" y en la locura intentaron desaparecer la pandemia por decreto.
Pero fue también el tiempo cuando ante tantos muertos, la población se hincaba y levantaba los brazos al cielo y se persignaba pidiendo perdón a Dios y confesando que había sido infiel y ladrón en su trabajo y asesino de un gatito callejero.


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