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Diario de un reportero
Sábado 19 junio, 2021

Maestros del Periodismo

Agarrar del cuello al cisne
•Soldado de la palabra


DOMINGO
Las primeras letras



Grandes maestros de periodismo fueron los siguientes:
José Benigno Zilli. Era sacerdote y maestro en el Seminario Menor de Xalapa e impartía las materias de Literatura y Redacción. También era profesor en la facultad de Filosofía de la Universidad Veracruzana, quizá, el primer curita en ingresar como académico en la UV.En el Seminario tenía un periódico semanal. Se llamaba Clarín y lo imprimía en mimeógrafo. Hojita por hojita. Tenía doce páginas y aparecía los viernes.
Era una forma de ampliar su cátedra de Redacción. De entre los estudiantes seleccionaba a quienes miraba, sentía, presentía con madera reporteril. Y fue generoso.
Del padre Zilli aprendí las primeras letras del periodismo. Cada lunes en la mañana reunía al equipo reporteril y distribuía -->

Luis Velázquez

la chamba para reportear y entregar los textos el jueves temprano.
El director editorial era el cordobés Rodolfo de Gasperín, toda una dinastía familiar de vocaciones sacerdotales.
Zilli siempre andaba con un libro en la mano y aprovechaba cada momento para leer unas páginas. Y siempre con una libreta de taquigrafía donde anotaba temas para el periódico.
Nadie percibía un salario. Pero tampoco el sacerdote, que parecía un jesuita, cobraba un centavo por enseñar.
Con amorosa paciencia y prudencia, Zilli convertía un texto sencillo y común en un gran texto. Y todos aprendíamos.

LUNES
Agarrar del cuello al cisne

Pedro Ramírez. Era el jefe de Redacción en el desaparecido periódico La Nación, en la ciudad jarocha.
Originario de la Ciudad de México y en donde había sido reportero, cronista y secretario y Jefe de Redacción en varios medios.
Pero hacia los 60 años, se recrudeció su presión arterial y el médico le dijo que si deseaba prolongar su vida debía vivir en provincia, cerca del mar.
Y llegó al puerto jarocho. Era muy exigente, tanto en la disciplina para llegar puntual al medio como en la reporteada y la entrega del material cada día.
Se daba tiempo para leer completos los textos y los regresaba tachonados por todos lados con la orden superior de reescribirlos.
Generoso, prudente, enmarcaba los errores y deficiencias narrativas y sugería la forma de agarrar al lector del cuello sin soltarle en el viaje informativo.
Cada original terminaba como un crucigrama mal hecho. Rayado por todos lados. Pero, bueno, únicamente así se aprende.

MARTES
Soldado de la palabra

Pedro Cruz. Era linotipista, de bajita estatura, delgado, moreno moreno, tan serio que nunca se le conocían los dientes. Se ignora si alguna vez sonrió en su vida, quizá, en casa, con los suyos.
Pero como linotipista era un súper maestro de gramática y redacción. Parecía un diccionario ambulante cazando los gazapos de los reporteros a la hora de linotipiar.
Entonces, se levantaba del asiento en talleres y con la cuartilla en la mano izquierda se iba a la Sala de Redacción y buscaba al reportero y le daba una clasecita sobre una palabra mal empleada o una frase mal construida.
Y daba razones y argumentos de peso y con peso, a tal grado que el jefe de Redacción del periódico mejor lo deseaba como corrector de estilo que como linotipista.
Pero Pedro Cruz amaba el linotipo, una gigantesca máquina donde las palabras de las cuartillas se convertían en metal para luego formarse en columnas del periódico impreso en la rotativa.
Llegaba al periódico hacia las 4 de la tarde y trabajaba hasta el cierre, más o menos, hacia las 2, 3 de la madrugada.
Y nunca desperdiciaba el tiempo. Era una especie de soldado de la palabra escrita. Les daban media hora para merendar y mientras se comía una torta, unos tacos, leía un libro.

MIÉRCOLES
El bonsái periodístico

Francisco Gutiérrez González. Fue un profesor muy generoso. Por ejemplo:
Solía prestar libros de su biblioteca. Invitaba el café y siempre pagaba.
Pero, además, cada café era una especie de tertulia académica pues solía llevarse los trabajos escolares entregados en clase para seguir platicando sobre ellos.
Una vez llegó con una plantita bonsái en la mano. Y la puso en medio de la mesa. Y dijo que el periodismo era como una bonsai, mejor dicho, como todos los árboles.
De la tierra para arriba, decía, el arbolito crece con ramas y troncos, y es la primera mirada de un hecho social. Lo que se ve, pues, y a primera vista. Lo que puede apreciarse con una mirada escrutadora de observación perspicaz.
Y hacia debajo de la tierra, decía, crecen las raíces del bonsái, y significan los hechos sociales que están ocultos y el reportero ha de escarbar la punta del iceberg, pues, documentaba, los políticos suelen esconder las cosas que los comprometen y arriesgan.

JUEVES
Maestro excepcional

Leí a los grandes reportajes y crónicas de Elías Chávez en el Excélsior de don Julio Scherer García. Y en el Proceso.
Y cada vez echaba tijera al medio y guardaba sus textos. Y luego, los releía con un desarmador en la mano para tratar de conocer, descifrar, ubicar, precisar, el método arquitectónico para acomodar las letras y las palabras y lograr un texto deslumbrante.
Un texto con rigurosidad informativa y pulcritud literaria, lleno de ironía y sarcasmo fino y elegante.
La vida, tan generosa que es, fue generosa cuando se tuvo la oportunidad de conocerlo, porque entonces el maestro estuvo cerca y era accesible y más generoso permitiendo que entre copa y copa y comida y comida se platicara de periodismo y enseñara sus cartas para reportear y escribir.
A veces llegaba a Veracruz en misión especial. Entonces, decía:
Durante 2 días daremos duro a la chamba. Luego, me encerraré un día en el hotel a escribir. Y el cuarto día, a vivir con intensidad.
El maestro permitía que lo acompañara en su tarea reporteril. Y la enseñanza era múltiple. Un doctorado en Periodismo.

VIERNES
Las mejores clases

El profe Armando Correa Ghana siempre hablaba de la verdad y la justicia en el salón de clases y en el café con un lechero humeante y en la tertulia etílica en su casa donde el amanecer nos sorprendía escuchando el sonsonete del camión de la basura y los operarios.
Con frecuencia, solía sorprender a los alumnos cuando hacia el principio de la noche llegaba un invitado especial, por lo regular, un escritor, un pintor, un cantante.
Y lo insólito, con fama nacional.
Noche sabrosa y deliciosa escuchando a Efraín Huerta declamando poemas.
Noche deliciosa con Carlos Monsiváis en el más grande y fabuloso pitorreo de la vida.
Noche “tibia y callada” escuchando a Juan Vicente Melo contando historias.
Armando Correa se la pasaba hablando de Ernesto “El Che” Guevara y por eso mismo le decían “El Che” que le sonaba como música y era dichoso y feliz.
Cada viernes o sábado era la tertulia y entre los compitas se colectaban para llevar los pomos y refrescos y el profe ofrecía el patio/jardín de su casa.
Y como el profe llevaba la plática y todos le admirábamos, entonces, siempre se hablaba de periodismo, pues de nada más puede hablarse con reporteros y eran aquellas reuniones las mejores clases.


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