publicaban de cincuenta a cien anuncios diarios ofreciendo masajito sabroso, 3, 4 horas en el paraíso terrenal, y hasta tríos.
Ahora, ayer, tres anuncios.
Antier, dos.
Antes de antier, uno.
Es más, una chica se anuncia y de plano redujo la tarifa al tiempo de la recesión. 300 pesitos por el viaje esotérico, intenso y frenético a la tierra prometida, el Edén.
Por un lado, claro, el miedo de los clientes a contraer el virus.
Y por el otro, la recesión, el quebradero de empresas, negocios y comercios.
Y por añadidura, el desempleo galopante y descarrilado.
Una chica ofrece masajito.
Otra solo publica dos pares de pies, el nombre y el teléfono para hablarle.
Y el tercero, es un miembro de la comunidad gay poniéndose a las órdenes.
La industria sexual que ha prestigiado a Veracruz en el país con la producción y exportación de trabajadoras sexuales a punto de extinguirse por el COVID.
Hacia mediados del año entrante, con unos 4, 5 meses del desastre epidemiológico, el dueño de un table-dance en Xalapa ofreció el servicio a domicilio.
Luego, le siguieron sus colegas en la ciudad jarocha.
Y de pronto, boletinado en las redes sociales lo replicaron en Cancún y Huatulco.
Ahora, el servicio domiciliario suspendido.
La estrechez y la crisis económica estará pegando y duro y rudo en cientos, miles quizá de familias.
Una que otra tradicional casa de citas en Veracruz cerradas por completo, cada chica dejaba en libertad para ofrecer servicios con sus relaciones, amigos y contactos.
Quizá una que otra mujer recibirá el subsidio obradorista, digamos, como madre soltera.
Pero al mismo tiempo, es y será insuficiente para alimentar a los hijos, acaso a los padres ancianos, y a ella misma.
Es más, hasta la revista Playboy, edición México, especial para caballeros, edición impresa ya desapareció y otras más, han enflaquecido y estarían publicándose de milagro.
Los anuncios de cantinas y antros en el periódico promoviendo servicio estelar de chicas striperas desaparecidos por completo.
El oficio más antiguo del mundo que se decía... a punto de extinguirse por el COVID.
Mejor dicho, por la recesión, con todo y que la calentura humana suele desquiciar y avasallar y apabullar a todo bichito chino bajo sospecha.

ABSTINENCIA SEXUAL DE UN AÑO

Por el COVID hay parejas de amantes, por ejemplo, con más de un año en abstinencia, casi casi como feligreses de los Lamas.
Un año sin hacer el sexo y el amor con la pareja prohibida.
Un año sin salir corriendo al motel y escapar de la rutina cotidiana.
Y en un año, ni modo, sin regar el jardín se seca en automático.
Y lo peor, el riesgo de que la flama y la llama del incendio y la pasión se consuman en la nada, en el limbo y en la intrascendencia y queden arrinconados por ahí en el recuerdo y la nostalgia.
Peor tantito: Mientras, y por un lado, los ancianos han sido vacunados, por el otro, en el noticiero televisivo publican que la guardia ha de conservarse porque con una visita al motel acostándose sobre sabanas que sabrá el chamán si fueron lavadas y bañadas contra el antivirus el riesgo es manifiesto.
Con el COVID también llegaron los tiempos sórdidos y siniestros para el amor prohibido y para el sexo.
Con mucha mayor razón para el servicio sexual con mujeres desconocidas anunciándose en el aviso económico.
Por fortuna, con la abstinencia sexual se ganan indulgencias para un viaje seguro al paraíso celestial.