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Crónicas
Miércoles 10 febrero, 2021

Nada más triste en la vida que un negocio cerrado

En unos, aviso sombrío
•"Cerrado en definitiva"
•Crece ejército de desempleados


Nadezdha Vergel

Nada hay más triste en la vida que un negocio cerrado. Un restaurante. Un café. Un changarro. Una tienda.
De pronto, pasas frente al local y está cerrado cuando apenas al principio de semana estaba abierto, y aun cuando sin clientes, los meseros mirándose unos a otros, googleando, tuiteando, mantenían la esperanza de algunos clientes.
Las puertas cerradas. Las luces apagadas. Las mesas con las sillas encima. Las cortinas corridas por ahí con algún filtro de luz.Y en el interior, ninguna alma. Ni siquiera, vaya, el velador... que hasta el velador fue, habría sido despedido.
Primero, la inversión de los dueños del restaurante descarrilado en el palenque inacabable de la recesión y el COVID y el rebrote del COVID.
Y segundo, el montón de trabajadores despedidos.
Adiós, adiosito, quizá hasta nuevo aviso.
Acaso, el cierre definitivo. camino en plaza comercial "El dorado" en la planta baja y voy contando los negocios cerrados.

Cuatro.
Claro, el primer restaurante y tienda de servicio en cerrar fue Sanborns, propiedad de Carlos Slim Helú, el hombre que fue el más rico del mundo, el hombre que es más rico del país.
En plaza comercial le falló el instinto, la corazonada, el olfato, la experiencia, la visión.
Y bajaron el telón antes, mucho antes del coronavirus.
Las bajas ventas. La gente paseando, curioseando, pero sin comprar.
Montón de empleados, mujeres y hombres, dejados a la deriva.
El fin del sueño, la utopía, la ilusión.
¡Vaya! En la esquina de la colonia cerraron hasta un changarro en la vía pública que vivía de vender gordas y picadas.
También cerraron un localito donde hace unos 6 meses, en medio del COVID, vendían pancito recién horneado y como el dueño quedó desempleado se puso a vender pancito y cerró la semana anterior.
Las ventas, en picada, hacia abajo, en caída libre.
Más todavía: en muchas casas, la señora ha puesto la tarea. Cada quien lava su coche. Todo, porque en el servicio de la esquina cobran ochenta pesos por lavar camioneta y 70 pesos por lavar automóvil, más la propina del chico.
La vida, pues, en el tiempo del COVID y la recesión.
Los días más tristes.
Primero, por el desastre epidemiológico.
Y segundo, porque el COVID derivó en recesión y cada vez más y más negocios y comercios cerrados y en las casas ejército de desempleados imparable, fuera de control.

LLEGAN PAR DE ANCIANOS Y HUYO TEMEROSA

Sigo caminando en plaza El dorado... que chamuscada está quedando.
En un café, dos clientes. En el siguiente, tres.
Entonces, regreso al primero y pido un capuchino.
Lo tomaré, me dijo, durante media hora para contar el número de clientes de esta tarde del martes.
Leo una novela de Ernest Heminwgay. "Del otro lado del río y entre los árboles". Quizá, la novela más triste de Papa Hem..., que así le llamaban los amigos más cercanos, entre ellos, Santiago, el pescador, Santiago Fuentes, aquel que fuera el modelo de vida para su novela "El viejo y el mar".
Leo dos páginas y miro alrededor. El café sigue con dos clientes. Yo, la tercera.
Leo otras dos páginas y en el café únicamente nosotros tres.
Me sigo de largo. Pido a la chica de baja estatura, carita sonriente, unos diecinueve años, que si puede calentar el cafecito que de hecho y derecho se enfrío en la lectura.
Lo lleva a la cocina para calentar.
Entonces, llega una pareja de ancianos, unos 80 años o más. La señora con bastón.
Llevan cubrebocas, pero se sientan, y en mesita al aire libre, se lo quitan.
Quedó casi al frente de ellos.
Y entonces, jubilada yo también, me entra el pánico. Incluso, en un dos por tres me siento contagiada.
El café, parece, vale unos cuarenta pesos. Y simplemente dejo 100 pesos y me retiro, sin esperar el cafecito recalentado.
Ni hablar, son los días que caminan desde hace once meses, marzo del año 2020, cuando en México se aceptara que el COVID ya estaba aquí y cuando, entonces, la mitad de la población de Veracruz y la otra mitad pensaban, creían, estaban seguros que la pandemia sería apenas, apenitas, una golondrina solitaria anunciando el verano.


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