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Escenarios
Martes 19 enero, 2021

Infierno eclesiástico

•Apóstoles del diablo
•Teólogos de la liberación

UNO. El infierno eclesiástico

El arzobispo y los obispos de Veracruz pintan un mundo recrudecido al que ya vivimos y padecemos.
Lo retratan alrededor de los siguientes ejes del mal:

Luis Velázquez

A, el hartazgo. B, la impotencia. C, el resentimiento. D, la desesperanza.
E, la tristeza. F, el miedo. G, el cansancio. H, la angustia. I, la soledad. L, la discordia. Y, LL, la miseria y la pobreza.
De ahí en adelante, diría el sicólogo del barrio, únicamente queda el suicidio.

DOS. Flechazos al corazón

Los males anteriores pegan derecho, derechito, al corazón. Quienes creen, dicen que es una flecha venenosa clavada en el alma y el espíritu.
Son las llamadas enfermedades mentales. La angustia y la soledad, ya se sabe, suelen llevar a la depresión, y de la depresión al suicidio hay un paso.
Una cosita es la miseria y la pobreza y aguantar vara. Pero otra, mil años luz de distancia, la soledad.
La soledad de adentro. Y la soledad de estar acompañado y sentirse solo. Y la soledad de tener familia y pasar los días y las noches en el abandono, sin que los hijos estén pendientes.

TRES. El peor infierno de Veracruz

Con las doce enfermedades sicológicas resumidas por el arzobispo Hipólito Reyes Larios y los ocho obispos de Veracruz, queda dibujado el peor infierno del mundo.
Incluso, se plantea un asunto de seguridad nacional. Un asunto de Estado. El día cuando un ser humano cae en la tristeza y la desesperanza simplemente puede pegarse un tiro, colgarse de la viga de su casa, incluso, colgarse en una iglesia como sucediera con un feligrés en el mes de diciembre.
Hora, pues, y sin ponerse en la homilía a predicar, de que la autoridad y la iglesia y los jefes de familia se centren en las razones de vivir que tanto describen los sicólogos y terapeutas familiares para vivir cada día, y hasta donde es posible, con una buena vibra y un mejor karma.

CUATRO. Paraíso terrenal

Incluso, el punto de partida es sociológico. Una familia, dicen los expertos, lleva una vida sana cuando tiene los siguientes satisfactores:
Uno, un empleo digno y estable y con prestaciones el jefe de familia y los hijos en edad laboral.
Dos, garantizado el derecho a la salud.
Tres, una buena calidad educativa.
Y cuatro, una vida en paz y tranquila, sin temores ni sobresaltos a un secuestro, una desaparición, un crimen, una fosa clandestina.

CINCO. Población feliz

A partir de ahí, con dinerito para comer todos los días y comprar los tiliches y los zapatos para la familia, y para que los hijos estudien, hasta donde se pueda, en una buena escuela, la vida se vuelve, puede volverse, dicha y felicidad.
Bastaría recordar que en la vieja Roma y Grecia el discurso repetitivo de la elite gobernante era la felicidad de la población.

SEIS. Vaya desesperanza

Palabras mayores, alerta generalizada, cuando nueve Ministros de Dios plantean en un comunicado la peor desesperanza de la vida.
Casi casi, el ser humano sin ilusiones ni utopías, y con la emoción familiar y social destruida y aniquilada, y sin ganas de seguir luchando.
Si se vive, por ejemplo, en la desesperanza, el corazón se pudre. Si en el resentimiento, el odio gobierna. Si en la tristeza, los días perdidos. Y si en la soledad, el riesgo de suicidarse.
Ninguna razón de vivir parece mirar la iglesia de Veracruz para el año que camina…


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