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Sábado 16 enero, 2021

Niño descubre la miseria

•Historia de un indígena
•Temporada en el infierno

ESCALERAS: A los 7, 8 años de edad, Celedonio Macuiste Tecpile, descubrió la miseria y la pobreza. Vivía en la sierra de Zongolica y su padre lo sacó de la escuela primaria para con la familia iniciar el periplo de cada año en el estado de Veracruz. Primero, al corte del café. Luego, al corte de la caña de azúcar. Luego, al corte de los cítricos.
Fue el peor descubrimiento.

Luis Velázquez

Cada año hacían una temporada en el pueblo, Astacinga, en lo más alto de la montaña negra. Pero nunca pudo concluir la escuela primaria. Apenas aprendió a escribir su nombre y leer paso a pasito, como si las letras fueron la peor batalla de su vida.

PASAMANOS: En el corte de café y los cítricos, la tarea era fácil. Cortar el café y las naranjas de sus plantas. En los cañaverales, el infierno. Nunca, a los 7, 8 años de edad, lo dieron un machete para cortar la caña. Pero…, se la echaba al hombro para acercarla a las máquinas trituradoras.
Las noches eran esperadas con el ansia del mundo para tirarse en el petate viejo que cada familia jalaba y que tendían en las galeras donde los refundían los patrones.

CORREDORES: La infancia, la adolescencia, la juventud, la edad madura fue el único destino que conoció.
Siempre vestido con la ropita más sencilla y huaraches. Siempre flaco y mal comido. Siempre con hambre. Sus dos muditas de ropa metidas en un morralito, el mismo donde durante algunos meses guardaba el cuaderno de rayas y de cuadros cuando asistía a la primaria.

BALCONES: En la juventud conoció a Gonzalo Aguirre Beltrán en una girita que hiciera en Zongolica. Lleno de curiosidad, Celedonio se presentó. Y vivaracho y buen sentido del humor, cayó bien al antropólogo y sirvió de guía.
En los días y semanas compartidos, Aguirre Beltrán le ofreció “hacha, calabaza y miel” para mejorar su destino. Pero lo estafó. El académico terminó su girita y “como el amigo del caballo… ni por el caballo volvió”.
Celedonio siguió caminando en los cafetales, cañaverales y naranjales, al lado de sus padres y hermanos, como era, y es, la cultura laboral.

PASILLOS: Tuvo montón de hijos con su esposa, la señora Rosita Acahuatl. La mayoría, mujeres.
Muchos años, el hijo mayor, Noel, y a tono con la tradición milenaria, lo acompañó en el periplo anual. Pero pronto agarró camino, se fue que de albañil a la región de Orizaba y luego migró a la Ciudad de México, y nunca, parece, volvió a Astacinga.
Algunas hermanas pudieron estudiar agarrándose a trompadas con la vida, como dicen, y se casaron.
Es el destino de cientos, miles de familias en la sierra de Zongolica, de igual manera como en el resto de las regiones étnicas de Veracruz.
Todavía peor, en Zongolica, donde once de los trece municipios estaban considerados como de los más pobres entre los pobres del país, por la secretaría de Desarrollo Social.

VENTANAS: En la leyenda guinda cacarean que “por el bien de todos, primero los pobres”.
Y hasta donde se sabe, en dos años y un mes, nunca el góber de MORENA se ha acercado a la sierra de Zongolica. Ni menos, el lanzamiento de programas sociales para enaltecer la calidad de vida.
Por el contrario, la excesiva tolerancia para que los maestros de primaria lleguen a trabajar el día martes y se vayan el día jueves y solo impartan clases de 9 a 12 horas, incluida media hora de recreo, que porque trabajan mucho y hay demasiada inseguridad.


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