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Diario de un reportero
Sábado 02 enero, 2021

Masacre en Veracruz

7 de enero de 1910
•Hoy, peor que antes




DOMINGO
Masacre en Veracruz



El 7 de enero de 1910, hace ciento once años, se consumó en Veracruz una de las peores masacres en la historia local.
La ordenó el dictador Porfirio Díaz Mori. Fue en Río Blanco, en contra de los obreros textiles en huelga de hambre en contra de las fábricas propiedad de un italiano, su amigo.
Entonces, primero, ordenó al jefe de la comandancia militar de la región se fue en contra de ellos.
Al día siguiente, envió a un subsecretario de Guerra, ahora de la Defensa Nacional, al frente de un batallón.
El resultado fue el siguiente. Trescientos obreros perdieron la vida, incluidas esposas e hijas.
Horas después, muchos trabajadores huyeron a la montaña negra de Zongolica. Y entonces, las esposas tomaron el estandarte de la lucha social.
Y los militares se fueron en contra de ellas, imperturbables, dispuestos a servir como soldados de la patria al peor dictador en la historia nacional.

Luis Velázquez


LUNES
Tirados en el Golfo de México

Implacable, duro, perverso, autoritario, Porfirio Díaz ordenó a los jefes militares que los soldados treparan los cadáveres en los vagones del ferrocarril.
Entonces uno por uno de los cuerpos fue amontonado como si fueran trozos de leña.
Después, el ferrocarril fue conducido a la ciudad de Veracruz, derecho, derechito al Castillo de San Juan de Ulúa, la cárcel privada del dictador, a cargo de otro destacamento militar.
Y una vez que los cadáveres fueron bajados los treparon a un barco que surcó el Golfo de México para que a la mitad del mar los tiraran de uno en uno al fondo de la bahía, muchos amarrados con reatas a piedras.
El dictador pensaba que ningún rastro quedaría. Pero más aún, para que ninguna de las trescientas familias tuviera un cadáver para ser velados en casas de sus familiares en Río Blanco y sepultados en el panteón municipal donde cada 7 de enero les llevaran flores y veladoras y rezos y misas.
Fue una de las peores masacres del país en Veracruz, al mismo decibel que la otra matanza en Cananea, Sonora.
Incluso, algunos historiadores aseguran que las masacres de Río Blanco y Cananea aceleraron el estallido de la Revolución, gracias a la que el dictador porfirista terminó exiliado en París.

MARTES
El mismo infierno hoy

Ciento once años después, los obreros y las familias de Río Blanco y alrededores, padecen, igual que en el resto de Veracruz, otro infierno.
Uno, las muertes por el coronavirus. Dos, las muertes por la inseguridad y la impunidad, los carteles y cartelitos dueños del día y de la noche.
Cuatro, los 7 comerciantes en pequeño de Río Blanco y Ciudad Mendoza desaparecidos en Ixtaczoquitlán por elementos policiacos estatales y municipales.
Cuatro, negocios quebrados y cerrados. Cinco, desempleo galopante. Seis, salarios de hambre, insultantes, groseros, humillantes.
Siete, baja calidad educativa. Ocho, peor calidad de salud pública. Nueve, cero desarrollo humano.
Y aquel sacrificio humano, de nada sirvió.
El desastre epidemiológico, por ejemplo, rebasando por la izquierda, el centro y la derecha, a la autoridad.
A su lado, como jinete del Apocalipsis, derivado en recesión.
Y de ñapa, el COVID generando los peores males mentales, entre otros, el estrés, la angustia, la depresión y el suicidio.
De todos, quizá el peor entre los peores, y además de la inseguridad en el día y la noche, el desempleo.

MIÉRCOLES
El peor de los mundos

El legado histórico del Río Blanco de 1910 es el siguiente:
Terror. Intimidación a inconformes. Represión. La dictadura y autoritarismo en el país de un solo hombre. "Aquí mando yo” diría aquella.
Un Río Blanco de obreros insumisos y contestatarios. Hartos de la explotación inicua.
El horror fomentado desde la autoridad. La alianza del poder político con el económico. El poder, al servicio de la iniciativa privada, los empresarios. Los ricos contra los jodidos.
Un Estado Político y Policiaco. El ejército, instrumento del poder. La llamada violencia institucional contra el pueblo que lucha en la calle y desde la calle. La seguridad arrogante.
¡Vaya paradoja! El sábado 26 de diciembre, los granaderos de la secretaría de Seguridad Pública desbarataron a madrazos y tiros a los vecinos de Alvarado que inconformes con dos días sin energía eléctrica bloquearon la autopista.
Sin luz, sin agua, también perdieron los mariscos listos para vender.
Entonces, pasado un ratito de la represión del jefe Matute, volvieron a bloquear la carretera federal.
“Muchas cornadas da el hambre” intituló Luis Spota a una de sus novelas sobre el poder político.
De Río Blanco hace ciento once años, a Alvarado, hacia finales del año 2020.

JUEVES
Retrato social de Veracruz

Ciento once años después de la masacre de Río Blanco hay unos tres, tres y medio millones de obreros y trabajadores informales en Veracruz.
Los obreros en fábricas, industrias, negocios y empresas, con el salario mínimo y que siempre es y ha sido insuficiente para la satisfacción básica.
Los trabajadores informales (carpinteros, pintores, albañiles, jardineros, volovaneros, taqueros, changarreros, asistentes domésticas, incluso, cortesanas, etcétera) viviendo a la quinta pregunta, a veces con chamba, y otras, sin el ingreso mínimo.
Incluso, el peor retrato social en Veracruz: un millón de indígenas, en la pobreza y la miseria.
Dos millones de campesinos, en la jodidez total y absoluta, apostando a sembrar maíz y frijol en una parcelita para el consumo familiar.
3, 3.5 millones de obreros, igual como los anteriores, con un bajo, bajísimo desarrollo humano, sin la posibilidad de soñar con un mundo mejor.
Seis de los 8 millones y cacho de habitantes de Veracruz, en la precariedad.
En tanto, doscientas familias, dueñas del 60 por ciento de los recursos naturales.
Nunca los 300 cadáveres de los obreros textiles de Río Blanco fueron rescatados.

VIERNES
Veracruz, empobrecido y humillado

De 1910 a la fecha han caminado un total de sesenta gobernadores. Entonces, era Teodoro A. Dehesa, quien en el tiempo porfirista (33 años de dictadura) permaneciera 19 años en el trono imperial y faraónico.
Y si su antecesor, Luis Mier y Terán, compadre de don Porfirio, “mató en caliente” a los 9 jarochos sublevados al dictador, Dehesa calló ante la masacre de trabajadores. Y al callar, lo toleró, dejó hacer y dejó pasar, y con su silencio lo auspició. Fue cómplice.
El góber de MORENA también está callando.
Calla, por ejemplo, ante el tiradero de cadáveres y el tiradero de impunidad, quizá, los puntos neurálgicos del sexenio, y que llega a los trabajadores y sus familias.
Y al silenciarse así mismo, convalida los peores crímenes y que van desde los asesinatos hasta la negligencia, el desdén y la incompetencia.
Inverosímil, por ejemplo, la calidad de vida de los obreros, donde todos los días de todos los años son iguales.
Igual el lunes, el martes, el miércoles, el jueves, el viernes, el sábado y el domingo. Simple y llanamente, vivir sin esperanzas, sin la posibilidad de soñar con una vida mejor para ellos y las familias, los hijos.
Un Veracruz empobrecido y humillado. Humillado porque vivimos en un Veracruz pródigo en recursos naturales y habitado por gente en la miseria, la pobreza y la jodidez.


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